«Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo. Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño; desbaratando encajes regresare hasta el hilo. La renuncia es el viaje de regreso del sueño… Las uvas del tiempo»
(Andrés Eloy Blanco)
En cuestión de crianza y educación mas vale el ejemplo que el consejo.
Tanto el padre como el abuelo en sus años mayores merecen que sus hijos y sus nietos les recuerden lo mucho que los aman.
Las generaciones se suceden en la historia avanzando cada uno de nosotros a través de los años. La vida es tiempo que se termina, tiempo irreparable.
En el parque o en el río pescando o evocando momentos de su vida pasada, buena cantidad de viejos envejecen a la sombra de los arboles, allí y en el recuerdo del corazón van quedando sus pasos y en la memoria atesoradas sus enseñanzas y la clase magistral que dieron a la familia el día que decidieron vivir contentos, evocando rostros y recuerdos tostados por el sol alegres, optimistas y dispuestos sus últimos inciensos…
En el mundo se han ido desplazando las mejores cosas, las mas fraternas y sencillas a las que no se les da importancia. Se desperdician momentos de afecto, de unión, de sonrisas, abrazos, enseñanzas y la compañía de quienes nos quieren.
Los atractivos del modernismo y ruidos del mundo son prioridad en el corazón de los jóvenes.
Rodar como una bola, divertirse, encapricharse, trasnocharse y vivir el momento, son cosas que el tiempo permite y son necesarias.
Nada es mas grato que compartir con el abuelo o el padre al desayuno un café con un pan, un croissant, una arepa o simplemente un jugo; reír y recordar aquellos días en que mirando anochecer y entre las aguas con el anzuelo del abuelo tratábamos de pescar la luna y las estrellas que se mecían gratamente en la superficie del río. Fueron días en que aprendimos a disfrutar lo placentero del silencio que llenaba aquellos momentos de armonía sin igual. Los chistes y las canciones escuchadas a través de la voz del abuelo es imperecedero recuerdo en la memoria.
Cuando ya no estés abuelito, aunque el agua no conoce los silencios, como yo tiene memoria, arriba de los árboles la brisa traerá siempre hasta mi lo imborrable de tu recuerdo.
La presencia del abuelo es muy valiosa en la familia, sobre todo para los niños, para quienes el padre y el abuelo tienen la misma importancia en sus afectos.
Las aguas de la vida incansables corren, como el corto torrente de los años. Los floridos días pasan rápido, se agotan los años juveniles, el rostro se marchita.
Perder la oportunidad de tener un abuelo y disfrutarlo, es perder la oportunidad de recibir la asignatura de oro de la vida que no se enseña en lugar alguno.
Aprende querido joven a decir gracias al papá y al abuelo, gracias por enseñarme la humildad, por hacerme reír con tus cuentos y leyendas, gracias por enseñarme el valor del esfuerzo, de la paciencia en las pruebas, gracias por enseñarme a no desistir en mis luchas, a defender mi libertad y mis derechos, gracias por enseñarme a sentir bajo mis pies el suelo divino y sobre mi cabeza el sol vivificante, gracias por enseñarme a apreciar el canto de las aves, gracias por quererme y bendecirme y por enseñarme a caminar por la recta senda.
Aunque las épocas cambien y evolucionen, como realidad el hermano siempre será el hermano, de la misma manera que el padre, el abuelo, la madre y el hijo siempre serán la familia.
Abuelo Jesús María Corrales: De usted en corto tiempo aprendí que quien ame la poesía de la vida no puede tener un alma fea.
De su memoria en un instante brotaron versos sin cansancio, vivos como usted. Usted con 92 años de edad supo llegar al corazón de esta humilde pluma, usted tiene memoria de elefante, con sus toques de arte sabe hacer llegar a todos su cariño de abuelo y señor de la sabiduría. Como las aves con sus alas gigantes puede volar alto con sus versos, sus rimas y metáforas.
Partir es fácil, caminar un aprendizaje, pero llegar a tan avanzada edad con tanta sabiduría, eso si que es tener una gran habilidad y talento.
«La vida es corta; viviendo todo falta, muriendo todo sobra»
(Frase de Lope de Vega)
Sabiduría y larga vida en salud y felicidad, abuelo maestro de la vida don Jesús María Corrales.
Amanda Niño de Victoria