El ruego del padre Macario Yépez ante la Divina Pastora

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En 1855, el padre José Macario Yépez, viendo la propagación de la epidemia del cólera, hace edificar el monumento a la Cruz Salvadora en el sitio de Tierritas Blancas, en las afueras de la ciudad de Barquisimeto, obra dirigida por Mariano J. Raldíriz y José Manuel Otero, consagración llevada a cabo en diciembre.

Más tarde, el 14 de enero de 1856, el sacerdote convoca a una gran rogativa ante la Cruz Salvadora y se llevan al sitio imágenes de los templos barquisimetanos, entre ellos la Divina Pastora de Santa Rosa y Jesús Nazareno desde la parroquia Concepción.

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En elocuente relato, el historiador Nectario María apunta que al finalizar la plática el padre Yépez, movido por un celestial impulso de caridad cristiana, exhaló su alma en sublimes términos de abnegación y heroísmo; cayó de hinojos, puestos los brazos en la cruz y vuelto hacia la imagen, con voz fuerte y trémula entrecortada por sollozos, exclamó: 
“Virgen Santísima, Divina Pastora, en aras de la Justicia Divina, por el bien y la salvación de este pueblo te ofrezco mi vida. Madre mía, Divina Pastora, por los dolores que experimentó tu Divino Corazón, cuando recibiste en tus brazos a tu Santísimo Hijo en la bajada de la Cruz, te suplico Madre Mía, que salves a este pueblo, ¡que sea yo la última víctima del cólera!”

Durante su sermón, el cura calma a los angustiados fieles y los invita a seguir en procesión hasta el templo de la Concepción, seguidos de la sagrada imagen de la Virgen Divina Pastora y El Nazareno.

La visita se hizo tradición

La venerada imagen del Nazareno llegó primero al descampado sitio de Tierritas Blancas y el pueblo congregado de rodillas y suplicante, esperó pacientemente la llegada de la Divina Pastora que venía en hombros de algunos devotos y tapada con una manta para protegerla del polvo y la intemperie. Hubo prédicas, oraciones y súplicas, y el padre Yépez, acompañado del presbítero Raldíriz, presidió el acto.

La tradición oral describe que desde ese día disminuyó la epidemia, y por ello quedó establecida la costumbre de llevar anualmente la imagen de la Divina Pastora a la ciudad de Barquisimeto.

La inauguración y bendición del monumento Cruz Salvadora de Tierritas Blancas precedió la visita de la Divina Pastora el 14 de enero; y el Jesús Nazareno fue llevado allí en procesión dos veces: la primera para la consagración de la cruz en diciembre de 1855 y la segunda, el 14 de enero de 1856 para recibir la imagen de la Divina Pastora desde Santa Rosa. 

La imagen sagrada de la Pastora permanece en el templo de la Inmaculada
Concepción varios días y posteriormente es llevada a otras iglesias de Barquisimeto, incluso a Cabudare, entrando por los caseríos del antiguo camino a Yaritagua.

El cólera comenzó a desaparecer y con la epidemia el padre Yépez que morirá de fiebre tifoidea meses después, el 16 de junio de 1856. Sepultado “a escondidas y a toda prisa, al abrigo de la noche por sus alumnos, en el cementerio de San Juan”, dado que las fuerzas del Gobierno Liberal venían tras el prelado para apresarlo por adversario al régimen y conspirador.

Se quedó en Santa Rosa

Entre la tradición barquisimetana que rodea la historia de la venerada imagen destaca, que en 1740, el párroco de Santa Rosa, Sebastián Bernal quiso para su iglesia una imagen de la Inmaculada Concepción, y al mismo tiempo el vicario del templo de la Inmaculada Concepción, solicitó una imagen de la Divina Pastora, “pero por designios de la Providencia”, al llegar los encargos desde España en cajas de madera se intercambiaron y el de la Pastora fue a parar a Santa Rosa y el otro a la iglesia de la Concepción.

«La imagen de la Divina Pastora posiblemente fue adquirida entre 1715 y 1724, traída de Sevilla, España, dado se propagaba rápidamente el apostolado pastoril de la Virgen en esa zona, además de acostumbrarse a importar las imágenes religiosas».

Cuando Bernal abrió su encomienda, advirtió la equivocación, ordenando a unos indios y arrieros llevar el cajón y su contenido hasta Barquisimeto, “pero el bulto se tornó tan pesado que ni los indios ni las bestias pudieron mover el cajón que contenía la imagen en piezas de la Divina Pastora”.

El padre Bernal con estupor al comunicar lo sucedido al vicario de la Concepción, éste se sorprendió por el acontecimiento y consideró que la imagen debía quedarse en Santa Rosa “porque demostró ser ese su deseo”.

No existe hasta el presente pruebas documentales que demuestren este hecho, pero el histórico suceso forma parte, como señalamos, de una arraigada tradición.

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