No hay nada que celebrar, pero sí mucho que agradecer. Ustedes siguen siendo fuente viva de esperanza para todos los niños y jóvenes de este país.
Sabemos que desde hace años viven en incertidumbre y zozobras, luchando con espíritu cívico por su reivindicaciones salariales, pero hoy una generación los sigue esperando en las aulas y pizarras para plasmar sus rúbricas de vocación, mística y enseñanzas.
Nadie que confía en Dios y en la virgen María terminará avergonzado, ni mucho menos derrotado. Confíen en ellos y en sus herramientas perfectas para atravesar las peores crisis y salir victoriosos.
A ustedes queridos maestros, nuestra más grande admiración y respeto. Su compromiso con el bien siempre será sagrado para todos los venezolanos.