Millones de devotos a la Divina Pastora se quedaron con el sabor amargo de no poder acompañar a la Virgen este año en la procesión. Esta ausencia se sintió desde el pueblo de Santa Rosa, lugar donde permanece la Excelsa Madre de Dios.
Como todos los años, el amanecer pintó el cielo con los matices más llamativos, los gallos cantaron anunciando que el día estaba iniciando y las aves emprendieron el primer vuelo de la mañana. Sin embargo, faltó un condimento: los feligreses.
Santa Rosa permanece custodiada por funcionarios de seguridad, quienes velan para que los devotos no se acerquen al pueblo para visitar a la Virgen, y así, no se prolongue la pandemia de la COVID-19.
Desde la plaza solo se podían escuchar las campanadas del templo que anunciaban que la Santa Eucaristía iniciaba a las 7:00 de la mañana, pero poco más. Algunos habitantes de Santa Rosa se trasladaban por la zona rápidamente hacia sus hogares o sitios de trabajo, pero sin la oportunidad de quedarse unos minutos frente a la iglesia.
A pesar de la ausencia de personas, el pueblo de Santa Rosa sigue impregnando esa esencia de fe que irradia desde la devoción que se tiene por la Divina Pastora. Por ende, aunque la peregrinación es virtual, el pueblo sigue sintiendo a la Virgen como si estuviera iniciando un nuevo recorrido hacia la ciudad de Barquisimeto.