Desde Santa Justa, ese fue el punto de encuentro. Lugar que tiene el nombre de una de las santas y patronas de Sevilla. También es la estación de trenes, sitio que ha visto llegar a miles de venezolanos, según el padrón municipal de 2019 hay 2.336 connacionales en toda la ciudad, distribuidos en sus diferentes municipios.
Ellos, Luis Gerardo y Clara quienes con sus tres hijos conforman la familia Corobo Rodríguez llegaron en octubre de 2016 a la capital hispalense. No lo hicieron por Santa Justa, entre las cosas que pudieron vender en su Barquisimeto natal, manos de familiares y amigos quienes le apoyaron en esta decisión, pudieron hacerlo por vía aérea, para ya en tierra comenzar una nueva vida o al menos intentarlo.
Desde el primer avión ese que se toma en Maiquetía y le divide la vida a los migrantes venezolanos en un antes y un después, a su hijo Diego el del medio le surgió una idea que lo abrazó de nostalgia y de sentimiento.
Así lo expresa el joven de 13 años: “Lo que sentía era tristeza al tener que dejar a la Divina Pastora, pensaba que no la volvería a ver más. Mi familia le tiene cariño y no verla, era mucho para todos nosotros. Me dio tanta felicidad cuando fuimos a una misa por la paz de Venezuela y descubrimos que había una réplica, ahora sé que donde vaya estará ella”.
Ese amor devocional que profesa Diego, ha sido cultivado tanto por Luis Gerardo como por Clara, encuentristas, una pareja que ha visto la mano de Dios en todo su proceso migratorio, quienes tienen la palabra agradecimiento como principal en su vocabulario, y que además están impregnados de humildad y fe.
“Nosotros nos vinimos como tantos venezolanos, que traen la esperanza en dos maletas de 23 kilos. Llegué a Sevilla solo, porque Clara y los muchachos estaban en Tenerife, hice el terreno para recibirlos. Se fueron abriendo las puertas, siempre pienso que uno tiene que dejar buenas huellas como venezolanos. A mis tres hijos le pedimos que entiendan que el futuro de Venezuela puede ser a mediano plazo y ellos ser los re-fundadores de una nueva patria. Que conserven las costumbres, que se preparen académicamente para que puedan ser los re-fundadores de Venezuela o de España, porque agradecemos que nos hayan abierto las puertas”, dice Luis Gerardo convencido de que el éxodo venezolano es una oportunidad de aprendizaje.
El corazón de padre se hace plegaria ante su madre espiritual, que la encontró en Sevilla como una réplica de la veneración que ya le profesaba. “El 14 de enero siempre es especial, termina la navidad y comienza la peregrinación a nuestra patrona. Le pido que cuide a mis padres y a todas las personas que se sientan solas. Ruego a la Pastora por quienes migraron y quieren volver, que se les dé esa bendición”.
Unidos en amor devocional
Familia que reza unida, permanece unida. A la voz de Luis Gerardo se suma la de su esposa Clara y la de sus hijos Ángel, Diego y Marcelo.
“Desconocíamos que la Divina Pastora estaba acá. Cuando nos vinimos, estábamos siempre con las maletas hechas y mucho temor, a la expectativa de lo que pudiéramos conseguir. Tener la presencia de la Virgen cerca es sentir que nos sigue cuidando. Somos muy devotos, de hecho Luis Gerardo regaló una réplica a la Catedral de Rubio en San Cristóbal y todos los eneros la sacan. Nosotros como pareja hemos tenido altos y bajos, pero siempre buscamos a Dios”, expresa Clara convencida de su fe.
Ángel tiene 16 años, cuando llegó a Sevilla contaba con 12, es el mayor de los tres hermanos. De Venezuela extraña su casa, “las pocas amistades que tenía allí. Sé que me puedo formar una vida aquí sin problemas, me gustaría estudiar ingeniería informática”, indica. Y agrega que si le toca pedirle algo a la Pastora de las Almas, sería, “que cuide de mi familia y que sigamos unidos en cualquier problema”.
Marcelo es el más pequeño, está prendido a una pantalla con video juegos, pero igual está atento a lo que se conversa. Quiere participar, para ello se quita por unos instantes la mascarilla que cubre su pequeño rostro. ¿Qué es lo que más te gusta de Sevilla?, le pregunto. Y responde: “La bandera, pero yo quiero más la de Venezuela”. Y a la Virgen le pide, “cosas bonitas”.
Diego se apresura por decir cuál es su intención ante la Madre de Dios, “Que nos mantenga unidos en familia, que nos dé salud”.
Así fueron saliendo una a una las plegarias y encomiendas que desde esta hermosa familia guara le ofrecen a la Divina Pastora.
“Lejos de Venezuela nos toca adaptarnos a la situación y a las normas. Lo importante es tener a la Virgen en el corazón. Que me mantenga con la fe intacta. Que no vaya a renegar de la fe a mi patrona. Que sea ella la que nos ponga donde nos tenga que poner. Estamos en sus manos”, dice con amor devocional Luis Gerardo.
Y Clara agrega en su ruego de madre: “Nuestra bandera son mis hijos, le estoy confiando a España el mayor tesoro que son ellos. Le pido a la Divina Pastora que nunca sufran ataques xenófobos.”
Y todos a una voz ruegan porque el cese de la pandemia tanto la del Covid19, como la que mantiene en la distancia a millones de venezolanos. Desde Santa Justa, donde los trenes anuncian nuevos destinos, caminos por trazar, peregrinar o retornar, allí fue el encuentro.