En su ponencia el infectólogo y médico internista Julio Castro, aparte de destacar la importancia de confiar en las vacunas contra la COVID-19, invitó a la ciudadanía a desestimar los mitos y falacias promovidas por los movimientos antivacunas.
Desmintió sus principales teorías, señaló que el combate contra la COVID-19 requiere varias estrategias y ratificó que una de las más robustas es precisamente la vacunación.
“Yo invito a la gente a quitarse el miedo en relación con la vacuna, después de 200 años de investigación, vacunarse es una estrategia segura y ha evitado miles de millones de muertes en el mundo”, dijo.
Un mensaje contra la infodemia
Al ritmo que avanzan los contagios por COVID-19 y las novedades científicas para combatir el virus que la provoca, también prospera la epidemia de información falsa que influye en la toma de decisiones de la población, lo que representa una amenaza para la salud pública.
Sobre esto, Castro indicó que la población debe buscar información confirmada, proveniente de la comunidad científica y de documentos arbitrados por científicos. Para ello recomendó fuentes de información primaria como las revistas científicas arbitradas, la Sociedad Venezolana de Infectología, Sociedad Venezolana de Medicina Interna, Sociedad Venezolana de Pediatría, Organización Mundial de la Salud y Organización Panamericana de la Salud (OMS-OPS).
“Insistan en obtener información curada, que está en la ciencia, los investigadores, las revistas científicas y la información de calidad. Tenemos que hacer un esfuerzo para estar conectados con información de calidad”, afirmó.
En el mundo, 14 vacunas han publicado en revistas científicas sus estudios de fase III, entre esas las tres más conocidas y aplicadas hasta ahora son: Pfizer, Moderna y AstraZeneca.
Las vacunas con ARN mensajero (como las de Pfizer y Moderna) han demostrado ser seguras para ancianos, embarazadas, niños y personas con enfermedades inmunosupresoras, porque en su composición no tienen al agente viral, sino parte de la composición genética del virus fabricada con ingeniería genética.
De lo que no hay certeza aún, para ninguna de las vacunas, es cuánto tiempo dura la inmunidad porque no ha transcurrido el tiempo suficiente para determinarlo.
¿A mayor rapidez de producción, menor eficacia?
No. Aunque los tiempos estándar de las investigaciones para desarrollar vacunas varían entre los 10 y 12 años. El hecho de que las vacunas contra la COVID-19 se han desarrollado en tiempo récord, no las hace menos seguras y eficaces.
Castro explicó que estas vacunas se han desarrollado rápidamente, en parte, porque ha habido una investigación de larga data con virus genéticamente parecidos, como el coronavirus del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) y el síndrome respiratorio agudo grave (SARS), por lo que ya se contaba con cierto avance en el desarrollo vacunal, como es el caso, por ejemplo, de las vacunas que utilizan ARN mensajero.
Sucede que todas las vacunas trabajan con un elemento biológico en su composición. Ya sea que la vacuna trabaje con un ARN mensajero, como la vacuna de Moderna y Pfizer – BionTech, con adenovirus como la vacuna de AstraZeneca y la Sputnik V, proteína S del virus como la vacuna de Novavax o de virus inactivado como la de Sinovac. Existe la experiencia de estudios anteriores. “Esos elementos ya están súper estudiados”, dijo Castro.
El hecho de que las vacunas contra la COVID-19 se han desarrollado en tiempo récord, no las hace menos seguras y eficaces, sostiene el infectólogo
“Lo que se hizo fue intercambiar la estructura del código genético de lo que se supone que vas a atacar o prevenir. Ya tienes una experiencia previa (…) lo mismo con las más tradicionales, llevan al menos 100 años de investigación, no es que empezamos de cero”, explicó el médico.
Eso permitió acelerar el proceso de desarrollo de las vacunas contra la COVID-19. Pero hay otra razón por la que el proceso es históricamente más rápido: las fases de ensayo clínico I, II y III se hicieron en simultáneo cuando antes se hacían una por una.
Eso quiere decir que, en cada fase, se sigue monitoreando la fase anterior. Por ejemplo, las vacunas en fase III de experimentación (prueba de eficacia) se siguen monitoreando las fases I y II que son de inocuidad (que no causa daño) e inmunogenicidad (que es capaz de generar una respuesta inmune).
Pero hay procesos que no pueden acelerarse, como la captación de pacientes para el ensayo. Como el objetivo es medir cuántas infecciones se pueden prevenir, el personal del ensayo clínico debe esperar que la persona a la que se le aplicó el prototipo vacunal se infecte naturalmente para medir en qué porcentaje se infectaron quienes se les aplicó la vacuna, en comparación con quienes se les aplicó el placebo.
En una entrevista con Correo del Caroní, la viróloga y miembro de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales (Acfiman), Flor Pujol, explicó cómo funcionan las vacunas contra la COVID-19, cómo son los ensayos y cómo están compuestas las vacunas.
Para que una vacuna contra la COVID-19 sea aprobada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que pueda aplicarse a la población en caso de emergencia debe contar con, como mínimo, el 50% de eficacia.
¿Si causa efectos secundarios, la vacuna no es segura?
Todas las vacunas -y no solo contra la COVID-19-, causan efectos secundarios. Por ahora, las vacunas aplicadas de Pfizer y Moderna han registrado un margen de efectos secundarios en 0,001%, de acuerdo con el experto. Estas vacunas se han aplicado a al menos cuatro millones de personas.
Hasta ahora ese porcentaje registrado de efectos secundarios no es suficiente para suspender la aplicación de la vacuna. “El beneficio que vamos a tener entre el año 2021 y 2022 en cuanto a prevención de muertes producto de la vacuna, sobrepasa el riesgo de algún efecto secundario”, sostuvo.
El médico señaló que todas las vacunas que se encuentran en fase III tienen un historial de seguridad confiable. Hasta ahora, entre 10 y 15% de los vacunados tendrán síntomas leves, y muy pocos tendrán síntomas severos. Hay reacciones locales, enrojecimiento del brazo, fiebre, escalofríos y malestar de gripe que dura como máximo dos días.
Detrás de la aplicación de cada vacuna hay una vigilancia epidemiológica que pasa por un proceso de análisis y la cifra de efectos secundarios nunca es cero. Castro exhorta a los medios de comunicación que eviten publicar información que genere una falsa idea del porcentaje de efectos secundarios que han tenido las vacunas, hasta ahora ínfimos.
¿Las nuevas cepas del virus interfieren con la vacunación?
Hasta ahora la evidencia científica señala que no. Sin embargo, el médico resaltó que la pandemia por COVID-19 es un fenómeno dinámico.
Castro aseguró que no hay razones para pensar que todas las mutaciones que tendrá el SARS-Cov-2 van a ser necesariamente malas, es posible que ocurran mutaciones que hagan del virus menos transmisible.
Hasta ahora, la evidencia científica señala que las nuevas variantes del virus SARS – Cov-2 no interfieren con el desarrollo de las vacunas
Con evidencia científica se conocen al menos dos cepas del SARS-Cov-2, una que se originó en Reino Unido, la B117, que es de 40 a 70% más transmisible que el virus original, y la originada en Sudáfrica, cuyo porcentaje de trasmisibilidad aún no se conoce con precisión.
Ninguna parece interferir hasta ahora con el desarrollo de las vacunas, señala la OMS.
Pero, ¿por qué el virus mutó? Porque es su naturaleza. El infectólogo explicó que todos los virus mutan con el tiempo. Como agentes vivos, tienen una capacidad de replicarse muy importante, y en ese proceso de replicación se producen errores en la transcripción de su código genético y es eso lo que genera la mutación o las variantes.
La información preliminar sugiere que el repunte de los contagios por COVID-19 que ocurre en continentes como Europa no obedece a la nueva cepa del virus, sino al relajamiento de las medidas de control, sostiene el experto.
Las instrucciones preventivas son las mismas hasta ahora: lavado constante de manos, distanciamiento, evitar aglomeraciones de personas, uso de mascarilla y masificación de pruebas diagnósticas, entre otras medidas que hasta ahora se ha comprobado científicamente que cortan la cadena de contagio, en tanto se sigue estudiando el desarrollo de las vacunas y teniendo claro que no toda la población tendrá acceso a estas y que, aun teniéndolo, las medidas no pueden relajarse.
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