En la década del treinta del siglo XIX, allá en mi Yaritagua donde viví mi niñez, vivía una pareja a dos cuadras hacia el norte, por la calle que está detrás de la capilla la Concepción, hoy iglesia. Tulio Cordera y Cándida Bracho; dos personajes muy conocidos por la población de entonces. Tulio era sordo y tenía un defecto en una pierna que lo hacía caminar con pasos de “punto y coma”.
Hacía “sudaderos” (enjalmas) para burros, pero también mataba cochinos y se emborrachaba casi todos los días. Cándida, por el contrario, no salía de la casa ni para asomarse, y fabricaba “carapachos,” las cuerdas de cuero torcido para sujetar las cargas que van sobre la enjalmas.
Siempre por las tardes cuando regresaba a casa, venía hablando a viva voz borracho: ¡Tulio Cordero hace “sudaderos;” y no faltaba alguien por la calle le provocara la lengua y le decía: -y Tulio Cordero! Contestaba: -¡hace sudaderos; -y agregaba: -Cándida Bracho, hace carapachos! El discurso provocado o por iniciativa del alcohol, era siempre el mismo. Pero la gente, como era sordo, cuando pasaba arriando cochinos para el matadero le hacían preguntas como por ejemplo: ¿Cómo está Cándida? Respondía con un dislate: -¡Esta noche le doy el trancazo! Eran los comentarios de la gente; es posible que no siempre contestara con dislates. Tulio bebía, pero era un hombre trabajador y tranquilo y de Cándida, su pareja, ni hablar, mujer trabajadora sin tiempo ni para asomarse.
Yaritagua entonces era una población de honestas iniciativa en el trabajo; la industria de la elaboración de tabaquitos llama.
Carlos Mujica
@carlosmujica928