No pudo estar más triste la noche buena de los venezolanos. Ese jueves ni siquiera debía ser recordada porque desde la mañana se hacían los peores pronósticos para cuando se iniciara los preparativos de celebración de llegada del Niño Jesús. Tampoco hubo mucho entusiasmo por la cena navideña acostumbrada, tal vez porque el dinero no fue suficiente para costearla como en los viejos y recordados tiempos cuando la comida se rociaba con bebidas espirituosas para animar el cotarro. Esta vez hubo una seria escasez de esos productos, acorde con el ambiente. Tampoco se escucharon los estruendos de los fuegos artificiales mientras la noche se hizo más oscura a falta de luz en los barrios más populosos de la ciudad. Ausente igualmente la música de la Billos, la orquesta que venía acompañándonos desde hace 80 años. En muchos hogares de la nueva Venezuela extrañaron a los que se marcharon involuntariamente en busca de nuevos horizontes y nuevos sueños. El recuerdo de los seres queridos que ya no están se hizo notar en lágrimas furtivas inocultables.
II
La navidad venezolana dejó al descubierto sentimientos encontrados difíciles de entender en su complejidad. Preguntas sin respuestas que intentan explicar la angustia que nos estruja el alma por las ausencias, brazos abiertos sin cerrar y besos aplazados ávidos de amor y de esperanza, hoy casi pérdida en la penumbra de una noche sin luz de Luna.
III
Este maléfico 2020 nos ha cubierto con un manto de ausencias. Cuando escribo estas quejumbrosas líneas, llega la noticia de la partida de Víctor Cuicas, un personaje a quien admiramos por su talento expresado en notas llenas de una musicalidad que solo un artista enamorado de los sonidos era capaz de interpretar. Nos deja Víctor para sus muchos admiradores la huella a seguir, cuando escuchemos surgiendo de las noches compartidas las notas mágicas de su saxo. Los que quedamos en la Tierra suponemos q que Víctor Cuicas formó parte de quienes recibieron en el cielo al gran Armando Manzanero, quien tuvo la mala ocurrencia de dejarnos en estos últimos días del año. Una pérdida que nos deja huérfanos de esa especial gente dedicada a cantarle al amor. El pequeño gigante logró traducirnos el lenguaje apropiado para vivir a plenitud las vivencias compartidas con quienes amamos. La despedida de Manzanero coincidió con la fecha cumpleañera de una de sus fieles intérpretes como ha sido desde hace mucho tiempo nuestra Lilian Ledezma, que será sin duda una buena manera de recordar al gran romántico de México y el mundo.
Luis Rodríguez Moreno