Diciembre es un mes seductor. Vivir sus días es prendarse de su fascinación. Hay en el ambiente de sus días un halo angelical que hace brotar las emociones más seductoras. Es un mes que su nombre tiene como origen el guarismo “diez.” Cuando en realidad corresponde al décimo segundo mes del año. La palabra navidad es una contracción de Natividad. Pierde la sílaba “ti” para llenarse de encantos. Ese encanto embalsama el aire que se respira. Por lo tanto, no puede quedarse nadie sin que ese aire embalsamado de encanto sea respirado. Pesebre: la tierra bondadosa nos presenta el acogedor ambiente rural donde la vegetación como pasto y la mula y el buey contribuyen con la sencillez natural, a la humildad que en el medio se respira, para que el aliento puro de la ruralidad de la vegetación y los animales sea sencillo y acogedor. La de la vegetación es la cuna que acoge con su fresco perfume salvaje, donde la mula y el buey le otorgan vitalidad haciendo más acogedor al lugar.
La virgen María y San José entregan su sencilla presencia divina y el niño Jesús, el niño Dios, desde lo altísimo del Padre celestial recibe su condición divina y humana de su santidad. La cuna pesebre se satura con la irradiación divina que esparce en todo el lugar.
Tiene diciembre todas las condiciones para que la humanidad sienta el encanto acogedor de sus días. Es un tiempo único y especial para disfrutar. La paz es un regalo para todos que se extiende sin egoísmos; para vivirla no importa las condiciones que se tengan. La tradición enseña, que los días navideños de la natividad del Señor, sean para los niños, con todo el candor propio de la niñez, tentadoramente se ocupen de pensar en el Niño y soñar con sueños infantiles desprovistos de maledicencia. Los más civilizados, civiles vienen de ciudad, con trazos torpes escriben cartas al Niño. Una gran mayoría de niños también sueñan, pero no saben escribir y sus humildes deseos sólo se quedan en los sueños. El mensaje siempre es el mismo. Es el mes de la ternura de los niños, el mes del Niño divino, el Niño Dios.
Carlos Mujica
@carlosmujica928