Pese a las más duras adversidades que ya enfrentaba el sistema de salud, fueron los trabajadores quienes libraron un año difícil para atender los impactos del coronavirus en recintos colapsados
A principios de 2020 ya se hablaba de confinamiento, paralización y el mundo entero de manera progresiva y acelerada comenzaba a presentar casos de contagios con el nuevo virus del SARS-CoV-2.
Fue el 13 de marzo, cuando a las 4:00 de la tarde Nicolás Maduro se pronunció y habló por primera vez de contagios de COVID-19 en Venezuela. El virus había llegado a una nación en emergencia humanitaria compleja desde el 2015, con un sistema de salud colapsado que se mantiene en píe únicamente por sus trabajadores.
La cuarentena total que duró más de tres meses, la escasez de gasolina, la limitación de movilización en el transporte público, agravaron mucho más el escenario. Los trabajadores del sector salud desde hace años no reciben carnet, lo que impedía que muchas veces se movilizaran, por lo cual hasta enfrentaron sanciones por parte de sus patronos.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) había advertido que esos primeros meses eran tiempo que debían aprovechar en las Américas, sobre todo los países con sistemas sanitarios vulnerables como el venezolano, en los conocidos como «días de gracia».
Pero parece que estos días de gracia no fueron tomados con la seriedad necesaria por las autoridades venezolanas, y es que los centros de salud en todo el año fue precaria la dotación de guantes, tapabocas, lentes, batas descartables y todo el material de bioseguridad necesario.
Así lo señaló en su momento Mauro Zambrano, dirigente sindical de Hospitales y Clínicas, quien dio inicio en medio de la pandemia al Monitor Salud, un balance en el que muestra la situación de al menos 58 centros de salud a nivel nacional.
Según los datos obtenidos por la encuesta desde el 24 de marzo hasta el 2 de abril:
En las salas de emergencia:
- El 43% no contaba con guantes de protección.
- Solo el 55% tenía mascarillas.
- En las Unidades de Cuidados Intensivo:
- 47% de los hospitales tenían guantes de protección.
- En 55% no tenían mascarillas.
Septiembre fue el mes negro
La primera muerte de un trabajador de la salud en Venezuela a consecuencia del covid-19 se registró en junio, mes en el que comenzó el primer proceso de flexibilización de la cuarentena, anunciado por Nicolás Maduro el 30 de mayo, siendo la primera fase de un decisión que se anunció como «dinámica, organizada, disciplinada y consciente».
“En esta etapa se aplicarán cinco días de flexibilización y luego vendrán diez días de cuarentena, donde nos recogemos y se siguen permitiendo las actividades fundamentales de alimentación, salud, y así hasta que logremos una segunda fase de flexibilización de la cuarentena colectiva y consciente que proteja a la familia del Covid-19”, dijo desde el Palacio de Miraflores.
El médico Samuel Viloria falleció el 16 de junio y se convirtió así en el primer trabajador que murió por COVID-19 en el país. El exdirector del Hospital Universitario de Maracaibo (HUM) era especialista en el área de Salud Pública, y no solo estuvo al frente de este centro de salud, sino que también dirigió el hospital Dr. Régulo Pachano Áñez, conocido como Sanipez, y ocupó la subdirección del hospital Adolfo Pons.
“En nombre del gremio médico zuliano elevamos nuestras plegarias por su eterno descanso y enviamos nuestras palabras de condolencia a sus familiares y amigos”, compartió el Colegio de Médicos del estado Zulia en un comunicado.
También era profesor de pregrado y postgrado en la Facultad de Medicina de la Universidad del Zulia (LUZ). Antes de fallecer, trabajaba como epidemiólogo del hospital Adolfo Pons.
Según el Colegio de Médicos del Zulia, estaba “activo en la atención de la epidemia que le costó su vida, por su condición de base como diabético y trasplantado renal, que no fueron excusas para brindar su servicio”.
Ahí comenzó una oleada de muertes, que fue creciendo a medida que se fue levantando el confinamiento.
Septiembre fue el mes con más contagios, y en el que desde el gabinete de Nicolás Maduro se registró la mayor cantidad de muertes. 28.394 nuevos contagios y 243 muertos.
Sin embargo, la Organización Médicos Unidos de Venezuela se llevaba en paralelo una data, que agrupaba solo los fallecidos por COVID-19 en el sector salud. Desde el inicio organizaciones denunciaron que los médicos, enfermeras, y todo el personal que labora en los centros de salud y moría por esta enfermedad no entraba en los registros oficiales. Solo en ese mes ellos registraron la muerte de 90 trabajadores sanitarios.
Hasta el 15 de diciembre se habría registrado la muerte de 285 trabajadores de la salud. El estado más golpeado por la pandemia es el Zulia con 66 de los casos, Distrito Capital con 27, Carabobo con 24, Anzoátegui 21 y Bolívar 20.
Una descentralización que nunca llegó
Desde el inicio el régimen de Nicolás Maduro optó por centralizar la información sobre la epidemia. A puertas cerrada se manejaba cada cifra y lo único que se ha conocido es el balance diario dado a través de la comisión para el control de la COVID-19, dirigida en un principio por Jorge Rodríguez y su hermana Delcy Eloina.
El Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel en Caracas era el único autorizado al inicio para procesar las muestras de las pruebas PCR, luego se le sumaron laboratorio móvil del INH en Táchira, el laboratorio de Virología Molecular del IVIC, el Félix Pifano en Yaracuy, y el de Guarenas, todos bajo el absoluto control del Estado. La poca capacidad de procesamiento de muestras hacía que las cifras divulgadas fuesen poco confiables, incluso para la Academia de Ciencias.
Expertos como el infectólogo Julio Castro reiteraron que el mayor reto que tenía Venezuela era la descentralización de las pruebas tipo PCR e incrementar la vigilancia epidemiológica, es decir, contar con un boletín diario detallado de los casos, que indique cómo fue el contagio, en dónde, la edad de los infectados y el número de casos probables que existan. Pero hasta el cierre del año esto no ocurrió.
La vacuna se ve muy lejos
Ya para diciembre de 2020 países como Reino Unido, Rusia y Estados Unidos han comenzado su vacunación masiva, las opciones son muchas y es que al menos 10 vacunas han pasado su fase aprobación.
Pero en países empobrecidos como Venezuela la posibilidad de que la vacuna alcance en 2021 a toda la población resulta casi imposible.
Incluso, el presidente de la Sociedad Venezolana de Pediatría y Puericultura, Huniades Urbina, explicó que con la adquisición masiva del componente ruso, que es la apuesta del Estado, solo se podría vacuna alrededor de 5 millones de venezolanos, lo que representa un cuarto de la población, detallando que esta en especial requiere de dos dosis para su correcto funcionamiento. Y ya Vladimir Putin admitió que no es recomendable aplicarla a mayores de 60 años.
Pero si de prioridades se trata los primeros en ser vacunados deberían ser los trabajadores de la salud, quienes están en primera línea en la atención de casos de coronavirus, siendo estos los más afectados por la cantidad de pacientes que se atienden diariamente sin las condiciones mínimas de protección.
Sin embargo, pese a las más duras adversidades fueron los trabajadores, los que libraron un año difícil en medio de un sistema de salud colapsado.
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