En un año tan atípico como lo fue este 2.020, el cual estuvo envuelto en tensión, preocupación, noticias lamentables y un estilo de vida diferente, pareciera que la mayor atención se la podría llevar aquellos hechos negativos, que de alguna u otra manera, marcaron la historia de la humanidad.
Sin embargo, si algo aprendieron los humanos durante este año, es que mientras más dificultades y crisis exista, habrán más personas dispuestas a convertirse en «héroes» desde su posibilidad, desde su contribución, desde su profesión, desde su lucha, y sobre todo, desde los gestos de amor y esperanza.
En Venezuela no solo afectó la pandemia de la COVID-19, también se agravó la crisis económica, política y social que venía en decadencia desde hace varios años. Por ende, las necesidades de la población se incrementaron, y es allí donde surgieron distintas luces de esperanza que irradiaron a los más desamparados, para transmitirles el calor de la fe y de la esperanza.
Probablemente al leer este texto les llegue a la mente distintas organizaciones, fundaciones o personas que se encargaron de ayudar al prójimo durante este año, y quizá, es un estilo de vida que vienen llevando desde hace algún tiempo atrás. Si esto es así, quiere decir que estos gestos bondadosos se multiplicaron durante el 2.020, llegando a sectores que tanto lo necesitaban.
Ciudad de los muchachos
En Barquisimeto existe una fundación llamada Ciudad de los muchachos, la cual fue creada y dirigida por ‘Paquita‘, una misionera italiana que tiene más de 45 años sirviendo desde sus posibilidades a los barquisimetanos más necesitados.
Incluso en épocas de pandemia, la fundación encontró los mecanismos adecuados para seguir sirviendo. Cumpliendo con las medidas de distanciamiento social y de bioseguridad, continuaron atendiendo aproximadamente a 1.500 barquisimetanos cada semana, a quienes le ayudan con comida, e incluso, con jornadas médicas.
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Hogar de Niños Impedidos (Honim) Don Orione
En Barquisimeto, la casa Hogar de Niños Impedidos (Honim) Don Orione es bastante conocida. Desde hace décadas son esa noticia silenciosa, pero perseverante y llena de amor.
Actualmente le brindan atención a más de 80 niños, adolescentes y jóvenes con discapacidad, en situación de abandono familiar y social. Mantuvieron este proyecto a pesar de la crisis económica y social, ya que el servicio es la base de todo lo que hacen. De hecho, a mediados del mes de octubre organizaron una verbena virtual, con el objetivo de recaudar fondos para seguir atendiendo de la mejor manera posible a estos niños y jóvenes.
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Alimenta la Solidaridad
Alimenta la Solidaridad que comenzó con un solo comedor, tiene hasta hoy presencia en 14 estados del país, y en Lara, son 26 comedores los que están al servicio de los más necesitados. La pandemia de la COVID-19 no fue un freno, al contrario, significó un impulso para seguir luchando en alcanzar más ayudas en distintos rincones del país.
Similar al caso de la Ciudad de los muchachos, esta organización se encarga de repartir alimentos a los niños, jóvenes y adultos mayores que viven en algunas zonas desfavorecidas, y por ende, tienen dificultades para alimentarse plenamente. Desde esta contribución, son centenas de niños venezolanos que están llevándose una cucharada de comida a su boca, para no solo alimentar su estómago, sino, alimentar la esperanza en el futuro del país.
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Las manos que ayudan se extienden
Estos solo fueron algunos ejemplos específicos de estas organizaciones, fundaciones y personas que se convierten día tras día en la buena noticia que merece ser recordada y contada en cada rincón del país, para que las demás personas recuerden que a pesar de las dificultades, siempre existirá una mano amiga dispuesta ayudar, siempre habrá un corazón generoso con la espontaneidad para colaborar, y más aún: siempre habrán venezolanos que dan su vida para hacer mejor la vida de aquellos, que quizá ni conocen, pero los reconocen como sus iguales.
Es importante recordar que desde lo más pequeño y sencillo, como una sonrisa, un abrazo, la caridad y el servicio, cada venezolano tiene la capacidad de aportar y de hacer más grandes estos gestos de amor, que, aunque a veces no pareciera, terminan contagiando a más y más personas, es decir, que la esperanza nunca se agota y siempre se multiplica.