Reúso de semillas y falta de insumos desmejoran calidad de hortalizas

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Algunas hortalizas que salen de los municipios productores del país están llegando a los centros de consumo más pequeñas y con evidente baja en la calidad 


Óscar García, productor de hortalizas del municipio Jáuregui del estado Táchira, se ha visto obligado a reutilizar las semillas de pimentón y tomate por la escasez de este agroinsumo en el mercado oficial de Venezuela y los altos precios dolarizados en el mercado negro. «Nos ha tocado reutilizar semillas», dice. «A los pocos productores que sabemos que compran y siembran con semillas de primera, de calidad, certificadas, les compramos hasta cinco sacos de las hortalizas que cosechó y les sacamos las semillas para nosotros sembrar. Otros productores, que tampoco tienen suficiente dinero, compran semillas de baja calidad para cultivar, por ejemplo, zanahoria».

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Como si eso no fuera suficientemente malo, al cultivo de pimentones, pepinos, calabacines, tomates y papas, García y otros productores tienen que echarle fertilizantes e insecticidas de baja calidad precisamente por los mismos problemas que tienen para acceder a semillas de primera.

«Hoy no tenemos ese portafolio. Lo hemos perdido. Hay muchas cosas que nosotros los productores venezolanos hemos perdido. Las empresas que tiene el Estado venezolano, que eran de alta tecnología, han sido arruinadas y gracias a eso hoy día no tenemos semillas certificadas ni fertilizantes. Tenemos alrededor de cinco años reutilizando la semilla de papa. También hemos perdido los créditos».

García hace referencia a empresas como Agropatria, antiguamente Agroisleña hasta que fue expropiada por Hugo Chávez en 2010 y que cubría más de la mitad de los requerimientos del sector agrícola; y también a la estatal Petroquímica de Venezuela (Pequiven), encargada de producir y comercializar productos petroquímicos y en la que, según investigaciones de la Asamblea Nacional (AN), hubo una malversación de fondos a través de venta y alquiler de bienes de manera irregular y sin ningún tipo de control.

La falta de semillas y de fertilizantes para un adecuado cultivo ha generado que algunas de las hortalizas que salen de los municipios productores del país lleguen a los centros de consumo más pequeñas y con una desmejora evidente en calidad. Consumidores aseguran que algunos alimentos, como cebollines, papas, tomates y pimentones que se consiguen en los mercados, están más chicos que antes y con señales de enfermedades.

Productores explican que esto se debe a que muchos hortaliceros se ven obligados a reusar las semillas por la falta de este agroinsumo en las tiendas de la estatal y quebrada Agropatria y los elevados precios en dólares en el mercado negro.

Celso Fantinel, primer vicepresidente de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela (Fedeagro), asevera que los hortaliceros son los que más han sufrido la hiperinflación porque son los que más venden en bolívares.

«Venden a cadenas de supermercados y, en el mejor de los casos, cobran en 15 días. La devaluación del bolívar frente al dólar hace que pierdan y se descapitalicen. Esto genera que este productor cada día siembre menos y se pierda calidad. Se descapitaliza cuando él recoge la plata de su cosecha, no vuelve a comprar la misma cantidad de semillas ni de fertilizantes, entonces empieza a jugar, saca semillas y echa menos fertilizante, por eso se pierde la calidad».

«Reusar la semilla no mantiene el mismo tamaño ni color, no mantiene la características porque ya es una degeneración. Esto sucede no porque el productor quiera ganar más plata, sino porque cómo compra la semilla en dólares si le pagan en bolívares devaluados. Los venenos tampoco son de la misma calidad. Los fertilizantes son dolarizados y cuando vende la mercancía la vende en bolívares y se ha descapitalizado, a tal nivel que he dicho que hay hortaliceros que siembran para sobrevivir, para poder comer ellos», asegura el vicepresidente de Fedeagro.

La primera semana de diciembre los productores del municipio tachirense Jáuregui se reunieron con ferieros (comercializadores de hortalizas, también conocidos coloquialmente como «gochitos») y estos distribuidores anunciaron que quieren y van a pagar a los productores en bolívares, cuando ellos están vendiendo en diferentes partes de Caracas en dólares. «No vamos a vender a ferieros en bolívares sino en pesos y en dólares porque nosotros los insumos agropecuarios los compramos en pesos y en dólares», dice García.

Por la escasez de semillas en el país, para cultivar zanahorias y remolachas los productores tienen que cruzar la frontera con Colombia para comprar el insumo en ese país. García cuenta que los productos que se consiguen en Venezuela son más costosos que los colombianos, no importa si son fabricados por la misma empresa.

Indica que la presentación de una libra de semillas (453,5 gramos) la venden en el país en 290 dólares y en Colombia cuesta entre 120 y 140 dólares. Señala también que el saco de fertilizante de cinco kilos, lo comercializan en Venezuela en 130 dólares, mientras que en el país vecino sale en 55 dólares. Y es el mismo producto elaborado por la empresa Monómeros, filial de Pequiven en Colombia dedicada a la producción de fertilizantes y que representa más de 40% del mercado de este insumo en ese país. Fue tomada por el presidente de la Asamblea Nacional (AN), Juan Guaidó, en mayo de 2019.

«Los insumos agrícolas son más costosos aquí en Venezuela que en el mismo Colombia», afirma García.

En un país donde no hay semillas, fertilizantes, agroquímicos para combatir plagas y enfermedades, créditos bancarios, seguridad jurídica y personal, y además la moneda oficial se devalúa todos los días frente al dólar, hay, además, grupos delictivos que cobran vacunas por una supuesta seguridad y los que deberían proteger a la ciudadanía obligan a pagar una especie de peaje en las alcabalas. La actividad agrícola también se ve truncada por la escasez de combustible.

García cuenta que los productores también tienen que pagar el combustible a precios dolarizados en el mercado negro para poder transportar las hortalizas desde los predios hasta donde se encuentren los ferieros. «Prefieren dejar las hortalizas en las tierras sin sacarlas porque prácticamente sale más costoso transportarlas que producirlas»

Los productores de zanahorias de las zonas tachirenses Laguna de García y Pregonero están perdiendo alrededor de 4.000 sacos porque no tienen cómo transportarla por la escasez de combustible, asegura el productor tachirense, dirigente en el estado. A los consumidores que se acerquen a las fincas les venden un bulto de 60 kilos en 20.000 pesos colombianos. Y en el municipio Uribante se dejaron de sembrar en estos momentos casi 80.000 sacos de papas porque los productores están quebrados.

Anteriormente en una semana García sacaba de su unidad de producción 1.000 sacos de pimentón y ahora entre 80 y 90. En el mejor de los casos, 100 sacos. «Los productores también hemos tenido que reducir los volúmenes de producción porque no tenemos a quién venderle. Si tenemos a un importante sector público que no gana lo que tiene que ganar».

Por su parte, Fantinel sostiene que no ha habido una escasez de hortalizas, como de otros rubros alimenticios, porque ha bajado el poder de compra del venezolano y con ello el consumo. «La gente no tiene para comprar siquiera un kilo. Compra dos cebollas, dos tomaticos y un pimentón, por eso no se ve la escasez».

García antes producía entre 1.200 y 1.400 sacos de cebolla de cabeza en tres meses y hoy no se arriesga a sembrarla porque está entrando mucha cebolla desde Colombia, vendida a precios más económicos que la venezolana, gracias a unos cupos que el protector del estado Táchira, Freddy Bernal, entregó a transportistas tachirenses para traer producción colombiana. «No podemos competir con estos productos porque los gastos de nosotros son muy diferentes a los de Colombia. Esto nos está dañando a los productores venezolanos».

En este sentido, Fantinel denuncia que hay contrabando de cebolla y papa desde Colombia. «A ellos les favorece la moneda y meten de contrabando cebolla y papa y ha afectado a productores del occidente. Es más económica porque tienen una moneda más dura y mejores condiciones que los venezolanos y compiten deslealmente porque no pagan impuesto».

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