#OPINIÓN Por la puerta del sol (93): La mesa que siempre espera #19Dic

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El hombre siempre seguirá los pasos de sus ancestros, tratando de abrir anchos senderos, buscando que las viejas costumbres no decaigan en el olvido.

Navidad es un pretexto feliz para hacer un alto, abrevar las angustias y cansancios del cuerpo en el torrente del alma, nunca cansada de soñar y esperar.

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En Navidad se reivindican los inextinguibles valores de la vida como patrimonio que las generaciones inscriben con ufanía en el áureo libro de las tradiciones bellamente conservadas. Es la tradición que regada se encuentra en el corazón de todos como irisada pedrería, entre alegrías y poemas musicales como los villancicos que han sido uno de los grandes fecundadores del espacio y del tiempo del divino atributo de lo perdurable y lo invicto en el recuerdo de los pueblos.

Por hiriente paradoja, no podemos dejar de ver y sentir que mientras por un lado se ve el derroche y pleno disfrute de unos, por otro lado se puede ver como abunda la miseria por doquier. Políticos y opulencia muestran sus galas con humillante menosprecio hacia los que nada tienen, razón por la que para estos seres seria preferible que no hubiera navidad.

Esta debe ser una época de verdadero compartir y de alegrías, que renazca en los adultos el niño que todos llevamos dentro y celebrar la fecha de la venida al mundo del Niño de Belén con gran regocijo.

Navidad es esa fecha que a muchos, de unos años para acá, ha traído lagrimas y mucha soledad.

Los hijos se vieron obligados a emigrar en vista de que en su país les fue negado el derecho de adquirir con su trabajo profesional una buena calidad de vida.

Este año no estarán mis hijos, ni compartirán con nosotros el abrazo y alegrías en familia.

Aquí permanece la mesa que nos mantenía unidos, contentos y compartiendo la delicia diaria de las comidas. El amor ha sido grande, irónicamente pudo mas la perversa tiranía que mantenerse el amor de la familia unida.

He puesto la mesa que solo ocuparemos dos, cuatro puestos vacíos es mucha soledad.

Las aberrantes circunstancias políticas existentes, me quitaron la compañía de los hijos, su cariño, sus atenciones, sus abracitos y sus risas cuya resonancia abrían ante mi, todas las puertas de la vida y la alegría. Espero en Dios que mas pronto que tarde regresen mis aves con sus liras, sus sueños y parrandas.

Mientras llega el tiempo feliz, en los linderos de esta mesa seguirán detenidas las fechas de tantas alegrías compartidas.

Los años de la ausencia se han ido acumulando, a los que nos quedamos solos, el tiempo nos echa encima su polvareda.

Me siento como oveja solitaria en el gramal, la casa se hace grande como grande se va haciendo el silencio, el tiempo se desborda, todo huele a soledad.

Me sobra ciertamente el tiempo para extender la vista sobre su ausencia que aprovecho para ver como rompe su cáliz la flor en el silencio de la noche.

Mientras regresan los hijos, seguiré esperándolos sobre el borde de la esperanza, contemplando la tarde hermoseada de Barquisimeto por candeladas de crepúsculo, seguiré viendo brillar auroras y también postrimerías.

Mi vida seguirá activa en su tejer de sueños, seguirán floreciendo las cayenas, techo, paredes y ventanas permanecerán esperando insomnes el regreso de los hijos. Mi sueño de verlos siempre juntos se quedo paralizado en el alba de la esperanza. Nunca me cansare de esperarlos aunque al final termine muriendo de ausencia .

Feliz Navidad a mis hijos y familia de Colombia, EE UU, Holanda y Venezuela, a los lectores de mi columna de EL IMPULSO, a Jessica, Zulay y Petra mis compinches, a mis amigos, igualmente a mis vecinos del edificio.

Aunque pegue duro la ausencia de los seres queridos, honrare en esta navidad el brillo de la estrella de Belén.

Navidad será la luz que rompa la negra noche de mi soledad.

Amanda Niño de Victoria

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