Este infausto, diabólico y muy negro año 2020, ya en su ansiada retirada se despide no sin antes asestarnos otro rudo golpe, en lo más íntimo y querido.
A lo largo de varias semanas nos resistimos a dar cobijo a ese temor, a aceptar semejante derrota, pero luego de un admirable y desigual batallar por la vida, se nos ha ido la diputada Bolivia Suárez.
Su familia, que no es únicamente la que le prodigaba todas sus reservas de amor y abnegación en el hogar sino que, por fuerza de su servicio público se extiende a toda la comunidad democrática del estado Lara, y del país, prorrumpe en un solo y estremecido llanto.
No se dirá con la postrer intención de rendir un convencional tributo al ausente, sino, más bien, con la genuina y honesta convicción de honrar una palpable verdad, que la causa de la libertad y de la recuperación de la Venezuela posible y obligante como patrimonio a ser legado a las venideras generaciones (pero secuestrada desde hace ya una eternidad por el hampa política y común), ha sufrido la baja de una guerrera serena pero firme, una dirigente política que en toda faena vistió de docencia su mensaje, una parlamentaria consecuente con sus humildes orígenes.
Su estatura bajita era compensada por su espigada integridad, por su verticalidad sin sospechas. Sin pretensión de grandes discursos, su palabra convencía por verídica. Mujer de la estirpe de una Dori Parra de Orellana, si nos contentáramos en buscar la semejanza de sus trazas históricas en el ámbito local.
Hasta ayer mismo, sabedora de que su salud estaba amenazada, Bolivia nos acompañó en las jornadas de calle. Mi último recuerdo suyo quedó estampado (y así lo dejaré intacto, por siempre) en la Ciudad Madre de El Tocuyo. Allí la escuchamos defender a sus «héroes de las aulas».
Voluntad Popular, que llora sin consuelo posible a su activista, toma su ejemplo para seguir adelante, con denuedo y sin desmayo. Su recuerdo es compromiso, es una exhortación a no desviarnos un solo ápice en el camino. Hasta que la democracia y todos sus valores y principios nos sean devueltos con el concurso de todos los ciudadanos de buena voluntad.
Amén.
José Ángel Ocanto