No es nada nuevo… los regímenes dictatoriales, totalitarios y fascistas desde que existen, han fabricado leyes “a su medida”. Y cuando esas leyes ya no les sirven, no tienen empacho en cambiarlas para que, una vez más, se ajusten a su nueva talla. Lo hizo Hitler con las leyes raciales de Nuremberg, que criminalizaron el mero hecho de ser judíos, homosexuales, gitanos o discapacitados. Prácticamente los convirtieron en cucarachas… y las cucarachas se pisan porque son realmente desagradables. Nadie siente remordimiento por matar a una cucaracha. Y es que esas leyes comienzan por la deshumanización del contrincante: hay unos que son menos iguales que otros, como en la granja de Orwell.
Otras leyes ad hoc han servido a regímenes como el de Pol Pot en Camboya, donde ser o parecer intelectual era delito. Así, muchos camboyanos fueron asesinados por el solo hecho de usar lentes, “porque los lentes dan pinta de intelectual, aunque la persona no lo sea”.
Trujillo, en la República Dominicana, estableció uno de los regímenes más sangrientos de América Latina a punta de leyes a su imagen y semejanza.
La piedra angular de estos regímenes es el culto a una personalidad: la del líder. Lo que dice, piensa y ordena el líder, es incuestionable. Así era Chávez (¿recuerdan cuando exigió “un millardito de dólares”, como si el Tesoro Nacional fuera su caja chica? ¡Y se lo dieron!). Así es Maduro, el hijo predilecto, el heredero. Chávez tuvo la suerte de morirse cuando todavía había el repele de la bonanza petrolera de sus primeros años. A Maduro le ha tocado reprimir más que Chávez, porque si no reprime, corre el riesgo de que lo tumben. Pero actúa como el líder caprichoso que era su mentor.
Empecé hablando de las leyes a la medida, porque el cambio de centro de votación de Maduro fue una violación flagrante de la ley electoral. El mismo vicepresidente del CNE declaró a los medios que “se había enterado del cambio de centro cuando lo vio por televisión”. ¿No es insólito que el segundo a bordo del CNE no supiera lo que habían hecho? ¿Cuál de los rectores dio la orden del cambio, conociendo la ilegalidad de esa decisión? ¿O fue alguien distinto a los rectores? En ambos casos, es gravísimo. En el primero, porque es la máxima autoridad electoral violando la ley. En el segundo, porque eso significa que hay personas distintas a los rectores que tuvieron la potestad de hacerlo. ¿Quiénes fueron?…
¿Qué hicieron con el cuaderno electoral del Liceo Miguel Antonio Caro, ubicado en Catia, donde hasta las últimas elecciones votó Maduro? ¿Lo trasladaron a Fuerte Tiuna para que Maduro firmara y estampara su huella?… Y los votantes que aparecían en ese libro ¿tuvieron que esperar a que el cuaderno fuera y regresara, justo en tiempos de pandemia? Menos mal que los centros estaban vacíos…
Maduro, si tenía miedo de que “el presidente Duque lo mandara a matar”, como alegó para el cambio de centro, pues no ha debido haber votado. Ha debido quedarse escondido, si eso es lo que lo hacía sentirse confortable. Pero no ordenar que el mismo día de la votación le cambiaran el centro, porque la ley debería ser igual para todos, empezando por él, que dice ser el presidente de la república.
Por otra parte, no hay pruebas de este nuevo “intento” de magnicidio, no hay detenidos, no hay imputados. Si Maduro quería votar, han debido llevarlo –como siempre lo llevan, escoltado hasta los tequeteques- y rodear la zona de Catia hasta que votara. Pero no, él ordenó, alguien cumplió… y uno se quedó con la pregunta –y la grandísima duda- de que, si son capaces de cambiar a alguien de centro electoral el mismo día de la votación, también son capaces de manipular los resultados de la misma. Y después quieren que votemos con este nuevo sistema y este nuevo CNE. Si el de Tibisay era malo, éste, sin que me quede duda, es todavía peor.
Carolina Jaimes Branger
@cjaimesb