El poeta nos ha dejado, se escuchó decir en el vecindario. La mañana estaba clara y el sol radiante. En el ambiente parecía que todo iba a ser igual, un día más. Pero, con el correr de las horas, la realidad sería otra.
Lo extraordinario de la noticia se hizo angustia, ¿será posible? Luego vino la tristeza, es cierto. Ahora, nos invade la melancolía. ¿Por qué se ha ido?, preguntaban unos; no nos dijo nada, que preparaba viaje, dijeron otros. Y ahora, ¿quién nos hablará de la ciudad, con esa voz cálida que siempre le acompañó?; ¿quién nos llevará de la mano por los caminos literarios de Barquisimeto?, ¿quién nos ayudará a descifrar el mensaje de los colores del crespúsculo? ; ¿quién nos abrirá las puertas del arte con la facilidad que él tenía? Es una pérdida irreparable, apenas pudo decir alguien por allá, en una esquina de Altagracia, del Manteco, cerca de la Plaza Lara o de la 20, por El Chocolate, donde se le veía aparecer, saludar y hablar con sus cofrades de la conversa y el café. Alguno lo recordó en El Eneal, cuando fue a presentar el libro de poemas de su tío, el también poeta Antonio Castellanos; otro, lo recordó en Fundacultura, alentando la creación popular desde aquella institución del Estado. Y todos lo vimos aparecer, vestido de Rector de la Universidad del Yaracuy, su obra educativa, con su énfasis cultural y su impronta literaria. Allí, el poeta transformado en educador, se rodeó de filósofos e historiadores, de artistas y escritores. Fue el Rector de la Cultura. Con su voz pausada, con sus énfasis y sus silencios, se hizo reconocer cuando tomaba la palabra.
Una dicha escucharlo, un oasis lleno de signos, figuras, metáforas y todos esos seres que habitan el mundo de las letras y de las artes que él cultivó desde que aprendió a leer y a escribir, desde que sintió la necesidad de comunicar sus hallazgos, y de ganar discípulos en el arte de una escritura, limpia y precisa. Hoy, el poeta ha tomado el camino de la eternidad. Lo han recibido sus maestros Antonio Castellanos y Jesús Enrique Barrios, sus amigos de Principia, que se le fueron antes: Orlando Pichardo y Luis Suárez Meza. Pero su recuerdo, su presencia, sigue con nosotros. La cultivaremos siempre. No te olvidaremos Freddy. Y como te fuiste sin decirnos nada, cada aurora y cada crepúsculo de tu ciudad nos hablarán de ti.
El Eneal, 14 de diciembre de 2020.
Reinaldo Rojas