Asegura que nunca se fue, pero tras más de dos años alejado de los focos y de los micrófonos, Henrique Capriles reaparece en el panorama político de Venezuela para dar por acabado el desafío que Juan Guaidó planteó a Nicolás Maduro en enero de 2019.
En una entrevista con BBC Mundo, Capriles, dos veces candidato presidencial, reclama que la oposición recupere la estrategia del voto y que pelee por condiciones electorales justas con ayuda del nuevo gobierno de Joe Biden en Estados Unidos y de la Unión Europea.
Como en las presidenciales de 2018, en las legislativas del domingo los principales partidos y líderes opositores no participaron y denunciaron que fueron unos comicios fraudulentos.
El chavismo, sin demasiada competencia, recuperó el control de la Asamblea Nacional, el único poder que estaba en manos de la oposición.
Como líder del Parlamento, Guaidó se proclamó presidente interino en enero de 2019 y decenas de países lo reconocieron como tal frente a Maduro, al que consideran presidente ilegítimo tras las elecciones de 2018.
Pero Maduro sigue en el Palacio de Miraflores y el 5 de enero, cuando asuma la nueva Asamblea, Guaidó dejará de dirigir la cámara.
Capriles, que ya en septiembre buscó y negoció sin éxito condiciones justas para participar en las legislativas, critica que Guaidó defienda una «continuidad administrativa» de la Asamblea y plantea una nueva estrategia, abriendo así de nuevo la disputa por la unidad y el liderazgo opositor.
La entrevista ha sido recortada por motivos de extensión y comprensión.
¿Qué lectura hace de las elecciones del domingo? En la oposición se celebra la alta abstención de casi el 70%…
El 6 de diciembre es la expresión del hartazgo de los venezolanos con lo que está pasando, con la situación política, con el liderazgo político.
¿Y sólo con el chavismo?
No. Pretender adueñarse de la abstención es lo mismo que Maduro celebrando el triunfo como si hubiera sido una elección.
¿Eso es una crítica a la oposición y al mensaje de Juan Guaidó?
Es una autocrítica para todos. Para mí el gran perdedor del proceso del 6 de diciembre es el país, porque la solución a la crisis política se distancia más y por lo tanto, la solución a los grandes problemas de los venezolanos.
El 6 de diciembre fue soledad, el silencio de los venezolanos fue contundente, pero fue un silencio huérfano.
¿Qué pasa para la oposición el 5 de enero, cuando asuma la nueva Asamblea Nacional y Guaidó deje de ser el presidente del Parlamento? Guaidó defiende la llamada continuidad administrativa…
El 5 de enero termina un periodo de la Asamblea Nacional, porque lo dice la Constitución. Y arranca una etapa muy compleja en el país porque no va a haber ninguna institución con legitimidad.
Yo no participé porque esa elección no le sirve al país. Hay una quiebra económica y no hay manera de recuperar a Venezuela sin ir a la comunidad internacional, que va a decir que ese Parlamento no fue elegido con condiciones mínimas. El mundo dijo que no es (una elección) legítima. Sin ese sello, no va a haber posibilidades para obtener recursos y eso no le va a servir al país.
¿Pero qué hace la oposición a partir del 5 de enero?
El peor escenario para la oposición es mantener el statu quo que tenemos ahora. Algunos lo quieren mantener. Maduro con su Asamblea y nosotros hablando de prorrogar la actual, de darle continuidad. Es un precedente bastante complejo para el futuro, porque abrimos la puerta para que Maduro diga que le va a dar continuidad a su gobierno sin hacer una elección.
No hay que inventar figuras, sino salir a lograr un concierto de la comunidad internacional con Estados Unidos, Europa, el Vaticano, los países de América Latina.
Tratar de alinear a toda la comunidad internacional para asumir la solución política sobre la base de un acuerdo que coloque las sanciones como instrumento para negociar una reinstitucionalización del país: un nuevo poder electoral que permita recuperar la vía del voto y un cronograma de elecciones para dos procesos no reconocidos por el mundo: presidenciales y las de un parlamento reconocido.
La postura de Estados Unidos va a ser fundamental.
Precisamente el 20 de enero asume Joe Biden como presidente en lugar de Donald Trump, firme aliado de Guaidó y su estrategia.
Hay gente en Venezuela que se fanatizó con Trump hasta perder la racionalidad, como si fuera un dios.
El error más grande que se ha podido cometer fue haber puesto la solución a la crisis venezolana en manos de Trump. Fue más que obvio que fue un juego interno para ganar en Florida usándonos a nosotros, los venezolanos que estamos aquí adentro.
Yo vivo aquí, en Caracas. Quedamos 25 millones de personas. La solución no puede ser sin tener en cuenta a los 25 millones de venezolanos.
La nueva administración debe entender que este plan se agotó y no puede dar continuidad al statu quo: el interinato.
Ojalá que podamos alinear a Estados Unidos, Europa y la comunidad internacional para la búsqueda de una solución política, que pasa por un proceso de acuerdo, de negociación, que no ha tenido resultados hasta ahora. Es cierto, pero eso no significa que el problema sea de método.
Usted pasó dos años lejos de los micrófonos. En septiembre peleó por condiciones para el 6 de diciembre y ahora está haciendo un desafío, una crítica a la estrategia que ha tenido la oposición desde que Guaidó se proclamó presidente en enero de 2019.
Yo no diría desafiar. En Venezuela hay que buscar un cambio de gobierno. ¿Cómo? Yo no planteo un nuevo camino, sino abrir caminos. No podemos ser narradores de la tragedia.
En Venezuela hay hambre. La gente no fue a votar porque está harta de Maduro, de ti y de mí. Hay un hartazgo y eso no es bueno. Hay que abrir caminos no prometiendo fantasías, sino hablándole a la gente con la verdad, con una ruta creíble. Recuperar el voto es mi camino.
Pero lo van a acusar de romper la unidad…
La unidad no es un fin, es un método. Algunos hablan de unidad pero cuando fueron al 30 de abril (de 2019, la insurrección que llevó a la liberación del líder opositor Leopoldo López) no hubo unidad.
Soy creyente de la unidad del país. Pero la oposición hoy no tiene un líder, no hay un liderazgo, nadie que sea un jefe. No existe. Esto fue un capital político que se acumuló y se botó a la basura, puros lugares comunes, discursos gastados.
No es que yo soy más ni que busco protagonismo. La vez que más cerca hemos estado de conquistar el poder con votos ha sido en mi elección frente a Maduro (en 2013) y en la de la Asamblea Nacional (2015). Sin disposición para acabar con el statu quo, vamos a desaparecer como alternativa en este país.
Habla de negociación, pero muchos opositores están hartos de esas palabras porque nunca conduce a nada…
Ninguna negociación va a tener éxito con los micrófonos, en la televisión. Los éxitos se logran en procesos confidenciales.
¿Y por qué le dice a la gente que ahora eso sí va a suceder?
Yo no se lo diría. Estamos en el bache, nada es creíble, la gente quiere ver resultados. ¿Lo voy a lograr? Veremos, no lo sé. Lo que sí sé es cuál es mi teoría de cambio: recuperar la confianza del venezolano y que vuelva creer, que se expresa sobre todo con el dedo en la pantalla contra Maduro (en la máquina de votación). Su fracaso el domingo no es una victoria nuestra.
Los opositores se encuentran otra vez en la búsqueda de estrategia y de líder…
Entramos en un desierto que espero que sea muy corto.
¿Por qué será ahora corto?
Porque de aquel lado (del chavismo) hay voces que son conscientes de la gravedad de la crisis.
¿Pero la apertura económica y la dolarización no dan un alivio y margen al gobierno?
Mientras en Venezuela no se resuelva la crisis política, vendrán únicamente inversionistas aventureros. La dolarización es de US$1.000 millones. Venezuela no puede vivir con eso.
Cree entonces que la presión económica es la que va a hacer que el gobierno busque esos espacios de diálogo…
Yo creo que Maduro da señales contrarias, pero ahí adentro hay gente consciente de que no hay recursos. La pensión es de un dólar. Cuba está mejor que Venezuela económicamente. No es viable. Pueden seguir resistiendo, sí. Pero yo creo que hay conciencia de que eso es frágil. Cada día se generan más condiciones para que alguien venga un día y meta un golpe.
¿Un golpe de Estado?
Sí, un militar que tome el poder porque no hay agua, gas… Pero el venezolano parece tener una paciencia infinita. Puede que sí, y quizás nunca pasa nada. Lo que sí estoy claro es que con discursos de lugares comunes no va a pasar. No tengo nada personal contra Guaidó, pero eso se acabó, está acabado, fundido, cerrado, listo.
Yo hoy no tengo ningún cargo público, soy felizmente papá de una hija. No había tenido hijos porque estaba abocado al 100 por ciento a mi país y dije, voy a aprovechar esta pausa para tener hijos…
¿Y ahora está dispuesto a centrarse de nuevo en su país?
Yo soy un luchador social…
Pero usted no es solo un luchador social…
Claro, a la par hago política, hablo con todo el mundo. No es verdad que la comunidad internacional tiene un solo interlocutor en Venezuela. Se dan cuenta de que hay que oír otras voces. Hubo una apuesta a un plan y ese plan fracasó y la política es así. Se gana y se pierde.
¿Cómo se va a entender con Guaidó?
El año que viene tiene que venir una reconstrucción de la oposición
Otra más…
Otra, las que sean necesarias. La vida es un proceso de reinvención permanente. Lo peor es estar en estado de negación. Hay que reconstruir la oposición (…)
Cuando Guaidó fue la figura, yo lo respaldé, pero no me pidas que a las chapuzadas, a los errores hay que echarle tierrita. Pretender tumbar al gobierno desde el distribuidor de Altamira (el intento de insurrección del 30 de abril de 2019), por favor… Costó muy caro. Hay que ver todas las aventuras lo que nos han costado.
¿No es ingenuo pensar que el gobierno va a ceder finalmente poder?
Hemos llegado a un punto donde ni ellos han podido con nosotros ni nosotros con ellos. Ni tú tienes la fuerza para desaparecerme a mí ni yo tengo la fuerza para desaparecerlos a ellos. La oposición, nosotros, existimos y quedamos muchos.
El escenario es otro, Venezuela es otra. Hay conciencia de que si aquí no hay un acuerdo, al final va a ser malo para todos. Ni para el chavismo es buena la anarquía, porque es un monstruo que no lo controlas y se te va en contra.
¿Hay gente allá que de repente puede compartir lo que estoy diciendo? Sí. Me dirás, ¿quién? Y yo no te lo voy a decir. No importa. No es una conspiración. Yo no conspiro. Si quiero ser presidente, debo pensar en este país a largo plazo.
¿Quiere ser presidente?
No es un secreto para nadie, he sido candidato dos veces.
¿Y lo sigue pensando?
Lo importante es dónde yo me siento útil para este país. Si es como presidente… No me traiciona el ego ni nada de eso. Yo no estoy en política por los realitos (el dinero).
Yo no vengo de una familia pobre, no soy pobre, nunca lo he sido, pero eso no quiere decir que no entienda la pobreza. Ahí es donde se equivocan con mi apellido. Yo no defiendo a los ricos, que ya tienen quien los defienda. Yo defiendo a los pobres. Llevo años metido en los barrios. Nadie me dice sifrino. ¿Sifrino yo?
No es un problema de disputa de liderazgo, es de fondo. Cuál es tu visión y cuál es la mía, cuál es tu compromiso con los pobres de este país y cuál es el mío. Mira las redes sociales y verás qué les importa más: hablar en el Parlamento español o en el barrio en Petare. Ahí está la respuesta de qué pasa dentro de la oposición.