El análisis inédito realizado en nueve países muestra el deterioro de la Amazonía en ochos años

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Los incendios, la deforestación, la pérdida de carbono, así como el avance de las actividades extractivas, los proyectos de infraestructura, indican que la Amazonía está mucho más amenazada que hace ocho años.

En efecto, el nuevo Atlas Amazonía Bajo Presión de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (Raisg) fue lanzado el 8 de diciembre y toma una radiografía de las principales amenazas al bosque tropical más grande del mundo y el avance de su deterioro. La buena noticia es que los territorios indígenas y las áreas naturales protegidas siguen siendo un escudo contra la devastación.

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Según el Atlas, 7% del territorio amazónico está bajo presión “muy alta” y 26%, “alta”.  Las áreas de mayor presión se ubican en las regiones periféricas del bioma, en áreas montañosas y piamontesas ubicadas en la Amazonía Occidental, especialmente en Ecuador, en el norte de Venezuela y en el sur de la Amazonía brasilera. La información generada en este Atlas puede facilitar su manejo a través de políticas públicas integrales que tomen en cuenta la conectividad ambiental y climática de todo el territorio, conectividad que trasciende las fronteras de los países que la contienen.

Se advierte que esta es la primera vez, desde 2012, que la Raisg ha decidido reunir todos sus grupos técnicos para trabajar en un retrato completo de la situación de la Amazonía. El Atlas ahora se actualiza tras el trabajo de 10 grupos técnicos que han generado 23 mapas que muestran la situación en toda la región, aparte de decenas de gráficos y cuadros informativos que facilitan la comprensión de la complejidad socioambiental de la región, sus conflictos, presiones, amenazas, así como su importancia para Suramérica y el planeta.

La ONG ambientalista Provita y el Grupo de Trabajo Socioambiental de la Amazonía «Wataniba» son los representantes venezolanos en la Raisg.

El principal síntoma: la deforestación

Se explica que a pesar de que 2003 sigue siendo el peor año para los bosques de la Amazonía desde 2000, con una pérdida total de 49.240 km2, la deforestación se ha acelerado a partir de 2012, después de haber alcanzado un mínimo en 2010 (17.674 km2). La superficie que se pierde cada año se ha triplicado entre 2015 y 2018. Sólo durante 2018 se deforestaron 31.269 km2 en toda la Amazonía, la mayor deforestación anual desde ese máximo de 2003. 

Entre 2000 y 2018,el avance de la deforestación en la región amazónica acumuló la pérdida de 513.016 km2 de bosque nativo, un territorio equivalente a la superficie de España, 8% de la superficie total de 6.3 millones de km2 de bosque que existía en 2000.

La realidad regional puede diferir de la nacional (2) en cada país amazónico. La tendencia descrita para toda la Amazonía está fuertemente determinada por la situación de Brasil, que contiene 61,8% del territorio de la Amazonia. Además de Brasil, Bolivia y Colombia son los países que más cercanamente imitaron estas tendencias para los últimos años, con una deforestación total de 425.051, 31.878 y 20.515 km2 respectivamente. El resto de los países no presentan tendencias claras al aumento o disminución.

Escudos contra la deforestación

La Amazonía cuenta con figuras nacionales y locales de gestión sostenible de sus ecosistemas. Estas figuras varían de país a país en cuanto a su funcionamiento legal y grado de reconocimiento por parte de los Estados. La Raisg las clasifica para su análisis en Áreas Naturales Protegidas (ANP – destinadas principalmente a la preservación de los ecosistemas) y en Territorios Indígenas (TI – con intenciones de preservación de culturas amazónicas nativas). La efectividad de estas figuras de gestión como barreras frente al avance de la deforestación puede ser evaluada en base a los hallazgos de la Raisg. 

A nivel regional, la mayor parte de la deforestación (87,5%) detectada entre 2000 y 2018 tuvo lugar fuera de las mencionadas figuras de gestión. Esta tendencia se mantiene en todos los países. Estos hallazgos son evidencia a favor de que las figuras de gestión territorial con propósitos de conservación y el manejo indígena de los bosques constituyen mecanismos efectivos para la conservación de la Amazonía.

Sin embargo, existen diferencias en esta efectividad entre países, destacando la necesidad de políticas transfronterizas para el manejo de la Amazonía. Brasil, Bolivia, Colombia y Venezuela deben prestar particular atención a sus ANP y TI amazónicas, pues presentan un aparente debilitamiento a partir de 2015 en la medida que la deforestación, la minería ilegal y los incendios se hacen más comunes dentro de sus linderos.

 Auge de la minería ilegal

La minería ha sido una presión constante para la Amazonía desde hace varias décadas y es una de las causas de deforestación, contaminación y conflictos sociales que más preocupa. Amazonía Bajo Presión también presenta un reporte actualizado hasta 2020 de la minería en la Amazonía, el cual da cuenta de una tendencia al aumento de la actividad minera en el suelo amazónico, especialmente de la minería ilegal. Se han identificado 4.472 localidades de esta actividad ilícita.

En su mayoría (83%) presentan afectaciones de varias hectáreas o directamente sobre los ríos de la Amazonia. Más de la mitad de estos puntos se encuentran en Brasil (53,8%), pero cabe destacar que 32% de ellos se encuentran en Venezuela, país que apenas contiene 5,6% de todo el territorio de la Amazonia.

Venezuela también es el país con mayor proporción de TI y ANP afectados por minería ilegal. En toda la Amazonía, existen 664 TI y 129 ANP con penetración de actividades mineras ilícitas.

 Incendios

Si bien un incendio no implica deforestación, el aumento en la incidencia anual de quemas e incendios aumenta la presión en este sentido. En el Atlas se hace un recuento de este proceso que revela la vulnerabilidad de la región, si se considera que 13% de la superficie de la Amazonia ha experimentado quemas, al menos una vez, desde 2001; es decir,1,1 millones de km2 han sido afectados. Esta área es equiparable, en extensión, al territorio de toda Bolivia, país que casualmente es el más golpeado por el fenómeno, con hasta 27% de su territorio amazónico afectado. En promedio, cada año, desde 2001, se han quemado 169.000 km2 de Amazonia, 26.000 de ellos dentro de ANP y 35.000 dentro de TI.

 Trabajo de largo aliento

Estos análisis de la Raisg forman parte de un trabajo ininterrumpido de evaluación de las presiones y amenazas a la Amazonía. Así, constituyen una de las series de datos más precisas publicada hasta el momento, sobre la pérdida de la cobertura vegetal del conjunto de ecosistemas tropicales terrestres más extenso y biodiverso del planeta. 

Los estudios se realizan, con una metodología estandarizada, por profesionales dentro de los países amazónicos, capaces de adecuar los procedimientos mientras consideran las realidades locales. Las evaluaciones sistemáticas, que incorporan la experticia local, son claves para el conocimiento del estado del patrimonio ecosistémico de la región amazónica, así como para la formulación de políticas públicas conservacionistas basadas en evidencias. La conservación de la Amazonía implica la preservación de los beneficios ambientales que presta a todo el continente, favorece el bienestar y el desarrollo sostenible de sus 47 millones de habitantes. 

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