Arturo amaneció con un fuerte sabor a salado en la garganta y se le juntaron las muchas necesidades por satisfacer con un sol indiferente que anunciaba la misma impotencia, la misma esclavitud a una rutina de pobreza colectiva.
Tomó las llaves de su buseta para ir a al mercado de verduras. En la puerta de su urbanización montó a Federico y estuvo a punto de bajarlo porque repetía de manera inclemente lo sabido y padecido. Sintió falla en los frenos y aminoró la velocidad mientras miraba pasar una marcha de políticos de oposición entre la apatía de personas con ojos de conejo asustado.
Arturo tuvo muchas esperanzas al inicio del 2019 pero lentamente se fue desencantando al no ver resultados y que todo volvía al punto de origen, una pelea política con denuncias sin destino y expectativas sin camino. Llevaba una lista de tomates, papas, cebollas, caraotas, pasta, sardinas y queso pero el dólar y la especulación la redujo a la mitad y el sabor salado se le fue a los ojos y en silencio explotó en groserías contra el régimen.
Regreso lentamente a su casa pero antes de llegar se estacionó para sentirse acompañado por la marcha política que discurría pausadamente intentando entablar conversación directa con los apostados en las aceras. Inevitablemente la memoria se fue a las grandes concentraciones de venezolanos, con banderas y pancartas todo el mundo, con el grito al cielo y la bravura de pueblo arrecho ante la tiranía, Ahora la marcha era solamente emoción de los militantes políticos y su presencia era esperanza de poco impacto entre una ciudadanía somnolienta y abúlica. Arturo recordó también que fue protagonista de mucha calle, pero era un tiempo cuando tenía fuerzas, daba dos recorridos por su ruta con la buseta llena de pasajeros todo el tiempo, en su casa no faltaba nada y los viajes a la playa o Mérida eran fijos por lo menos una vez al año.
Pero de pronto todo se volvió noche y soledad, aislamiento y frustración, el poco aliento vital se gasta en hacer pequeñas compras, reuniendo la remesa del hijo con unos pocos ahorros, juntando austeridad con inventiva culinaria y alternando agua de toronjil con pastillas para la tensión, la vida se convirtió en ese esfuerzo para subsistir, no queda músculo para la marcha o la protesta. Solamente eso, sobrevivir en la soledad de una casa con hijos emigrados y la rutina de lavar la buseta y prender su motor cada dos días para que los pistones no se tranquen, no queda fuerza para mas nada y por eso la arenga política es una palabra distante y ajena.
Arturo sabe que no pasará nada, que el régimen ganará las parlamentarias y que los diputados de hoy serán mañana unos perseguidos, que militares y policías seguirán haciendo lo que les venga en gana sin importarle la ley y las denuncias públicas. Arturo sabe que no volverán sus rondas con muchos pasajeros y plata sonando en el bolsillo. Arturo sabe que entramos a un vacío y de allí solamente saldremos cuando un líder logre reunir lo poco que queda de fuerza y el pueblo salve al pueblo, Por los momentos participará en la consulta y rezara. Dios con nosotros le dice Arturo a su esposa y ella responde amen.
Jorge Euclides Ramírez