Tengo entre mis manos un maravilloso libro de Roger Penrose, Premio Nobel de Física 2020, que lleva por sugerente título: El camino a la realidad: Una guía completa de las leyes del universo ( originalmente editado por Jonathan Cape, Londres, 2004), que se considera una verdadera biblia de todos los conceptos de la física moderna, un completo estado de la cuestión del saber actual y de todos los instrumentos conceptuales para comprender la física, la matemática y las leyes científicas que rigen el universo.
Se trata de un voluminoso libro de 1.471 páginas (en castellano editado por Debate, Barcelona, 2006) que alberga una enorme y quizás desproporcionada ambición: dar explicación de todas las leyes que rigen el universo. Es una obra de divulgación de la ciencia, pero termina complicando al lector con abstractas e impenetrables teorías que no están al alcance de la mayoría de los lectores. Sin embargo hay en su contenido algunas partes que sí pueden entenderse con alguna facilidad.
Comienza la corpulenta obra reconociendo el remoto origen de las matemáticas y la geometría en los griegos Tales de Mileto, Euclides y Pitágoras. Aunque deja deslizar que los helenos se nutrieron del pensamiento de los antiguos egipcios. La egiptomanía es una idea recurrente que ha llegado a su culmen en el jesuita alemán Atanasio Kircher en el siglo XVII.
De todo se puede conseguir en este corpulento libro que ha sido escrito para un lector que tenga algún conocimiento de física o matemática. Yo, lamentablemente no los tengo, pero me arriesgo a entrarle a semejante prodigio de la concisión y el orden que es este libraco. Es una deslumbrante historia de la matemática y de la geometría y su desarrollo a través de milenios, y revela que Penrose es además de ser un extraordinario científico es también un excelente filósofo. Esta condición es de enorme importancia puesto que existen filósofos de la ciencia que tienen una muy precaria formación en la ciencia natural.
Sostiene Penrose que la verdad se encuentra en las matemáticas, tal como lo sostuvo Pitágoras cuando descubre la proporción numérica en la longitud de las cuerdas de un instrumento musical. Reconoce sin embargo que existen teoremas matemáticos que son impresionantes dechados estéticos, pero que no guardan relación con el mundo físico, tal como los teoremas del ruso Georg Cantor (1845-1918) y la geometría diferencial del alemán Bernhard Riemann (1826-1866), así como también que la “teoría de las cuerdas” que sostiene que las partículas subatómicas no son sino estados vibracionales, que no tiene ningún apoyo experimental. Es pura especulación.
En otro lugar echa por tierra las certidumbres del filósofo de la ciencia austriaco Karl Popper (1902-1994) y su criterio falsacionista, tan estimado por nosotros en las ciencias sociales. La mencionada “teoría de las cuerdas”, por ejemplo, no puede ser falsada, pues no han sido observadas las “super compañeras” para todas las partículas observadas en la naturaleza. El filosofo de la ciencia argentino Mario Bunge (1919-2020) dice que esta teoría de las cuerdas o Teoría M (Teoría del todo que unifica las cuatro fuerzas fundamentales de la Naturaleza) es sospechosa de pseudociencia. Otro ejemplo intrigante es el argumento del físico británico Paul Dirac (1902-1984) de que existe un monopolio magnético en alguna parte del cosmos, tal teoría es típicamente appopperiana.
Me llama poderosamente la atención el que Penrose no menciona para nada al filósofo estadounidense de la ciencia Thomas Kuhn (1922-1996). He buscado con ansiedad este nombre en su libro, apellido que para nosotros en las ciencias sociales ha tenido una enorme significación. Parece ser que la noción de paradigma (realizaciones científicas universalmente reconocidas) no satisface de ninguna manera a este flamante físico y filósofo británico nacido en 1931.
Para escribir semejante monumento a la ciencia, Penrose emplea una bibliografía inmensa, descomunal, la cual ocupa 50 páginas de su enorme libro. Pero para mi tristeza encuentro que en este lugar no se halla casi ninguna persona proveniente de nuestra cultura en habla castellana. Debe ser una consecuencia de que en Hispanoamérica no tuvimos revolución científica, ni tampoco tuvimos Ilustración, como sentencia con amargura el mexicano y Premio Nobel de Literatura Octavio Paz.
Otros asombrosos y cautivantes libros de Penrose son La nueva mente del emperador publicado por primera vez en 1989. En castellano fue editado por primera vez en 1991, por Grijalbo. En él, Penrose defiende el argumento de que la conciencia humana no es solo algorítmica, y por lo tanto no puede ser modelada mediante una máquina de Alan Turing ni computadoras digitales. El autor señala como hipótesis que la mecánica cuántica juega un papel esencial en la comprensión de la consciencia.
En esa misma línea de pensamiento escribe Penrose Las sombras de la mente: hacia una comprensión científica de la mente, Editorial Crítica, 1995, en donde prueba que la conciencia no puede ser simulada de forma computarizada. Esta obra ha sido duramente criticada por el profesor de la Universidad de Harvard, el filósofo analítico británico Hilary Putman, quien afirma que Penrose hace un mal uso del Teorema de la incompletud de Gödel en sus especulaciones sobre la mente.
Son libros muy interesantes que se leen con amenidad, escritos por este filósofo y científico británico que ha ganado el más prestigioso premio del mundo, el Nobel de Física, a la provecta edad de 89 años por sus aportes a la comprensión de los agujeros negros, una idea inicialmente esbozada por Albert Einstein.
Esperamos que con Penrose se inicie un nuevo diálogo entre la filosofía y la ciencia natural, pues el último de ellos lo realizó el filósofo germano Emmanuel Kant a fines del siglo XVIII.
Luis Eduardo Cortés Riera