Carmen Elvira Riera de Ramírez, Mamaíta, era una caroreña de estar todo el tiempo rodeada de imágenes de santos. Conocía los antiguos y tenía un sistema propio para enterarse de aquellos que estaban en proceso de canonización. Pero mas acá de esa devoción inmensa y profunda que incluso muchos sacerdotes no veían con buenos ojos, ella para exaltar su admiración respecto a algunos hombres de sotana les calificaba de santos. Anda a confesarte con Monseñor Moreno que es un hombre santo, me pidió en una oportunidad, presumiendo que tanta idea socialista instalada en la UCV pudiera alejarme definitivamente del catolicismo.
Muchos años después de esta recomendación ignorada tuve el privilegio de entrevistar a Marceliano Moreno y constatar gracias a su testimonio y el de familias antiguas de Bararida que ciertamente Mamaíta tenia razón y que su santidad no era producto solamente de su apego riguroso a las formas eclesiales sino que estaba fundamentada en sus bondades como guía y pastor de una feligresía que el mismo construyó con el mismo amor y tesón con la cual levantó un templo en homenaje a la Virgen María bajo la advocación De Coromoto.
Y en base a este dato es como debiéramos mantenerle recuerdo eterno a Monseñor Marceliano Moreno, como un sacerdote que tuvo como misión sagrada de vida el construir una comunidad católica integrada en lo que para aquella época eran nuevas urbanizaciones, como Bararida y La Concordia, donde se habían residenciado familias que entre si no tenían vínculos ni familiares ni afectivos. Fue así Monseñor Moreno, un joven sacerdote nacido en Carache quien con tesón y sin recursos materiales, quien creó el sentido de comunidad, el tejido de confraternidad usando el hilo de la solidaridad y el amor contenido en las enseñanzas de Jesús Cristo.
El propio templo de La Coromoto es simplemente eso, una expresión material del gran logro espiritual de Marceliano Moreno. Porque en su proceso de construcción, pleno de anécdotas maravillosas que enaltecen la condición humana de todos los involucrados, lo más importante es el gran sentido de participación que movió a decenas de hogares por la conquista de una meta espiritual común.
Por ello ese templo, además de refugio balsámico, es un símbolo, un emblema de la lucha de toda una feligresía que se ganó un espacio social propio dentro del cual familias procedentes de distintos y lejanos lugares se integraron en una sola y solidaria comunidad, generando así un sentido de pertenencia y orgullo del cual se hace legitima ostentación ante terceros. Y en esta referencia urbana, y en esta perspectiva histórica, el nombre de Monseñor Moreno es absolutamente ineludible.
Marceliano Moreno nació en Carache, Estado Trujillo. Desde muy niño su corazón hizo contacto profundo con el señor colgado en la cruz. Pero Marceliano era muy pobre, tan pobre que más de las veces cargaba sus alpargatas en las manos para no gastarlas de tanto correr y caminar sobre los caminos de tierra y piedras de su lar nativo. No obstante su fe, su fervor, su inocencia y sus ganas de ser cura llamaron la atención de un Obispo, quien con mano sabia sirvió de intermediario en los planes de Dios.
A poco tiempo de ordenado le asignaron una parroquia sin templo ni casa cural, La Concordia y Bararida. El hizo de cada casa un lugar de oración y todos los días se dio a la tarea de visitar hogares para celebrar en ellos la alegría de un Jesús vivo y siempre dispuesto al perdón y a servir de apoyo existencial por más duras que pudieran ser las aflicciones. De esta forma el Cura de Carache se convirtió en un integrante consuetudinario de todas y cada una de las familias de estas nuevas urbanizaciones. Las misas del Domingo y otros días de guardar las oficiaba en un garaje prestado mientras que sus responsabilidades pastorales las cumplía a domicilio.
A muchas jóvenes parejas las salvo de fatídicas disoluciones, con sus consejos produjo reconciliaciones entre integrantes de una misma familia, hacía que las relaciones entre padres e hijos fueran mas armoniosas. En algunas oportunidades con la palabra suave, en otras con la reconvención firme que era aceptada con respeto debido a su siempre incuestionable autoridad moral.
Cuando soñó construir un templo lo hizo pensando en el templo principal de Carache- Allí fue a solicitar los planos. Al mostrarle su aspiración al Arzobispo Crispulo Benítez Fountervel este le dio su apoyo pero advirtiéndole que su aspiración rayaba con lo imposible, porque ni la iglesia tenía recursos económicos para auxiliarle ni las familias de su feligresía tenían la solvencia para construir una edificación de esa magnitud.
El esfuerzo fue de varios años, poco a poco, bloque a bloque, como las hormiguitas, sin patrocinio gubernamental, sin ricos de relumbrón, sin ONG internacionales, con sudor, con rifas, con vendimias, con tesón y sin cansancio, Monseñor Moreno y la gente de Bararida y La Concordia construyeron su templo. Legalmente es de la Arquidiócesis de Barquisimeto, moralmente es una herencia de todas las familias pioneras de estas urbanizaciones.
Estoy seguro que mucha gente de este sector le debe estar pidiendo milagros a Monseñor Moreno y esta bien que lo conviertan en intermediario para lograr algún favor del cielo, donde el ahora está residenciado. Ahora le doy la razón a Mamaíta, Monseñor Moreno es un santo y así lo deben tener en sus corazones quienes lo recuerden. El Santo de Bararida, El que llegue a los altares es simplemente un asunto de burocracia religiosa y tener un buen lobby en El Vaticano. Dénos su bendición Monseñor Moreno.
Jorge Euclides Ramírez