En vista de la polarización y la censura que se vivía en 2012, un grupo de jóvenes estudiantes decidió formar una organización para llevar información concisa y verificada a los barrios de Caracas. El concejal Jesús Armas de la mano con otras personas se involucró con los sectores menos favorecidos y lo que empezó como una iniciativa para distribuir ideas terminó convirtiéndose en una alternativa alimentaria para cientos de niños y en un monitor de servicios públicos en el área metropolitana.
En un principio la misión de Ciudadanía sin Límites era orientar a los venezolanos sobre una alternativa distinta al socialismo. Paulatinamente fueron ubicando las carencias de la comunidad y encontraron fallas estructurales en el servicio de agua, además de casos de desnutrición infantil.
Ciudadanía sin Límites no solo se concentra en visibilizar, también investiga problemas en comunidades para proponer políticas que ayuden a promover reformas en los servicios públicos.
Gracias a una alianza con la organización World Central Kitchen y Alimenta Venezuela, Ciudadanía sin Límites coordina siete comedores en las localidades de Carapita, La Vega, El Valle, Coche, El Paraíso, La Pastora y El Guarataro.
Los comedores, que fueron bautizados como Fernando Albán en honor al diputado muerto en el Sebin, tienen capacidad para dar almuerzo de lunes a viernes a más de 1.300 niños en el área metropolitana. Anuncios
¿Les fue complicado entrar en los barrios?
Jesús Armas: Fue muy difícil. Sin embargo, con la ONG pudimos construir un voluntariado que nos permitió hablar con la gente de temas difíciles, contrastar las ideas del socialismo con una alternativa.
En aquel momento hacíamos trabajo social, para que nos escucharan, para demostrar que estábamos ahí porque queríamos mejorar la comunidad. Hoy estamos ahí porque necesitamos poner nuestro esfuerzo en paliar la crisis humanitaria, pero también para entender mejor la situación y poder proponer soluciones para el largo plazo.
¿En qué áreas se desempeña la organización?
JA: Tenemos tres áreas de desempeño, la primera para paliar la crisis humanitaria a través de un programa de alimentación. La segunda, es un programa desde el cual difundimos noticias e informaciones en sectores populares para vencer la censura. Y el último, pero donde ponemos mayor esfuerzo es el Monitor Ciudad, un proyecto desde el cual monitoreamos el estado de los servicios públicos en Caracas, Valencia y Miranda, en especial las fallas en el suministro de agua.
¿A qué se dedicaban antes de crear esta ONG?
JA: Todos éramos estudiantes en aquel momento, ahora somos profesionales. Es un equipo multidisciplinario, donde hay ingenieros, arquitectos, comunicadores sociales y líderes comunitarios. Somos seis personas dedicadas a tiempo completo y cinco más trabajando a tiempo parcial. Tenemos un voluntariado de más de 50 personas que nos apoyan de manera constante.
¿Con quién tienen alianzas estratégicas?
JA: Con muchas organizaciones, entre esas está el medio de comunicación El Pitazo, las ONG Ashoka, Pro Petare y Baruta en Movimiento y por supuesto con un número importante de líderes sociales.
¿Cuáles son las mayores vulnerabilidades de las personas que atienden?
JA: Lo de los niños es terrible. Hemos ayudado a que muchos de ellos superen casos de desnutrición. Sin embargo, las carencias son muchas, con la pandemia el tema educativo ha empeorado de manera dramática, alumnos excluidos del sistema educativo. Pero algo generalizado es la falta de agua. Es terrible lo que nos ha tocado vivir a los venezolanos. Veo los precios de las cisternas, a la gente recogiendo o almacenando agua y me parece un símbolo de miseria.
¿En qué zonas operan?
JA: Fundamentalmente en el Municipio Libertador, aunque en el último año, nos hemos expandido a otros municipios gracias al Monitor Ciudad. Ya estamos en toda el área metropolitana, igualmente en Valencia, en Los Valles del Tuy y esperamos seguir expandiéndonos.
¿Cuáles son los mayores retos y amenazas de la organización?
JA: Nuestro mayor reto es poder mantener los comedores abiertos, no es sencillo encontrar suficientes recursos para lograrlo. Y la mayor amenaza siempre será la dictadura, que busca cerrar cualquier espacio de disidencia.
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