El superastro Edson Arantes do Nascimento, conocido universalmente como El Rey Pelé, cumplió el pasado viernes 23 del mes en curso, ochenta años de haber nacido en Tres Corazones, una localidad del Estado de Minas Gerais. Algo más que casualidad, nacer en un lugar famoso por su alta producción de piedras preciosas quien se convirtió en el deportista más famoso del Siglo XX y sin duda el más grande jugador de futbol de la historia.
Se han agotado los adjetivos que intentan calificar su calidad excepcional como jugador. Entrenadores, jugadores notables de los diversos clubs a los que se enfrentó, fanáticos de su equipo (Santos F.C.), estudiosos y conocedores del juego, todos concuerdan, unánimes, que en O´Rei se reunían todas las perfecciones técnicas que pueden exigirse a un futbolista: Potencia, velocidad, efectividad en el disparo, precisión en los pases, dominio total de las dos piernas que le permitía tirar al arco desde cualquier ángulo, cabeceador insigne por la potencia de salto, capaz de superar defensas 10 y 12 centímetros más altos y la perfecta ejecución del disparo de cabeza, gambeteador de lujos y fantasías nunca vistas, precisa y constante lectura del juego que le permitía jugar sin la pelota con igual letalidad que con la bola en los pies, agregando a sus dotes de juego un sentido de cooperación y participación de totalidad como nadie. Jugaba por el equipo y para el equipo.
Debutó en primera división en septiembre de 1956 antes de cumplir 16 años. Se trata de un caso de precocidad que han tratado de imitar dos o tres veces, considerando como fenómenos fuera de comparación a los chicos probados y el resultado ha sido un gran fiasco. No es nada sencillo, al contrario muy cuesta arriba, que un niño pueda jugar de igual a igual en un equipo de hombres, contra otros hombres. Se encontrará con jugadores curtidos en cientos de batallas deportivas por años y años. Pelé fue probado con la esperanza de ser contratado para el equipo de segunda. Pero fue tal la admiración causada que fue firmado para el club mayor. La temporada estaba en camino y ese niño comenzó a causar asombro entre los fanáticos al anotar 17 goles en esa primera campaña como jugador profesional.
Pero no fue la estrella de un día que brilló un instante. En su segunda campaña –con 16 años de edad– marcó la friolera de 58goles. Casi de inmediato fue llamado a la “Selecao” nada menos que la selección nacional de Brasil y le llevaron al Mundial de Suecia (1958). Tenía apenas 17 años y dejaba con la boca abierta a la flor y nata de los jugadores del gigante del Sur.
Nadie protestó la convocatoria de ese niño a la “Selecao” para ir a un Mundial de Futbol pero vale decir que una gran mayoría, tanto fanáticos como jugadores y críticos, consideraron acertada la convocatoria como un ´premio para quien pese a su corta edad había demostrado cualidades excepcionales. Y con ese criterio fue aceptado y considerado por el entrenador…Y así aquel chiquillo aterrizó en Suecia a su primer campeonato mundial de futbol. Pero estar convocado no significa “vas a jugar”, son muchos los jugadores que asistieron a un mundial y no pusieron un pie en la cancha sino para entrenar y sabían eso, Estaban convocados para el rol de reservas.
Pelé no jugó en el debut ni tampoco en la segunda presentación del equipo, pese a las peticiones de los otros jugadores. Para la tercera presentación ya no era una petición de sus compañeros, rogaron al entrenador que lo pusiera de titular. El entrenador Vicente Feola se negó otra vez. No concebía que ese niño por estrella que fuese en el Brasil iba a soportar la presión de jugar contra titulares de las mejores selecciones del mundo. Feola consideraba que el hecho de haberlo convocado y llevado a Suecia ya era suficiente premio y estímulo para aquel chicuelo. Sus compañeros insistieron, rogaron de nuevo y por fin vencieron la resistencia del técnico. Así llegó a la cancha de titular en el cuarto juego. Fue el comienzo de un mito cuyo crecimiento no se detuvo jamás y que analizada hoy su trayectoria con el mayor rigor, el resultado es que al contrario de todo ente mitológico, su realidad supera cualquier leyenda.
Cinco goles marcó ese niño de 17 años en los últimos cuatro juegos de su equipo para conquistar su primer título mundial, deslumbrando al planeta futbol en todos sus rincones. A la breve edad de 17 años ningún otro gran astro del juego de los que hubo antes, los que había entonces y los que vinieron después hasta el día de hoy era conocido más allá de su barrio o la cuadra donde vivía, Pelé a los 17 años era una superestrella que siguió brillando cada vez con mayor intensidad.
Su estatura de jugador estrella, se elevó hasta constituirse en mito y leyenda viva. Dos guerras civiles de las más cruentas, se detuvieron para ver a jugar a O´Rei. El año de 1969, en gira de su club, el Santos, por el continente africano, primero en el Congo y días después en Nigeria, las fuerzas en pugna decretaron “ceses al fuego” que permitiesen disfrutar los juegos de exhibición del Santos y su estrella legendaria.
Entre sus formidables registros además de los tres campeonatos mundiales de futbol, se cuentan diez campeonatos paulistas; cinco torneos Rio-Sao Paulo; dos copas Libertadores y dos copas intercontinentales. Por otra parte están la cantidad de premios, reconocimientos y honores recibidos en su brillante vida deportiva entre los que destaca un Premio Nobel de la Paz y otros honores recibidos por su calidad y trayectoria de jugador y su gran contribución al mundo del deporte, donde destaca haberse convertido en el avatar del futbol estadounidense al firmar con el Cosmos de Nueva York, para –según sus propias palabras— contribuir a sembrar el deporte del balompié en los Estados Unidos, lo que logró con largueza. Su aparición en la oncena Neoyorquina dividió la historia del “soccer” –nombre del juego en el inmenso país norteño– en: AP (antes de Pelé) y DP; después de O Rei. Al firmar Pelé en el Cosmos, el futbol era un deporte desconocido, casi una exótica rareza al punto que había Estados donde jamás se había jugado un partido.
No podemos dejar constancia –falta de espacio—de los honores y reconocimientos otorgados a Pelé por su trayectoria como jugador y su contribución al deporte. Es Caballero de Honor del Imperio Británico, La ONU le nombró Ciudadano del Mundo y le ha otorgado varios nombramientos de Embajador Universal por designaciones de la Asamblea General y por medio de la UNESCO. Más en el lógico empeño por plasmar la significación de la trayectoria deportiva de O´Rei, comentaré tres anécdotas de las tantas que jalonan su vida futbolística.
En la final del mundial de futbol, México-70 se enfrentarían Brasil e Italia. La temperatura emocional de los jugadores llegó a full adrenalina. Un defensor de la oncena italiana al observar la preocupación de sus compañeros por la trascendencia del encuentro y la presencia de Pelé en el bando contrario, le llevó a una reflexión sobre la presencia del mítico jugador. Y cuenta lo que pensó y dijo al considerar que tendría que enfrentarlo. “Pelé no es más que otro jugador y es de carne y hueso como yo”. Al concluir la final con el triunfo de Brasil y su gran perfomance, en especial de Pelé, el defensa italiano aludiendo a su afirmación antes del encuentro, confeso haber dicho: “no hay duda, yo estaba equivocado”
Renglón aparte significa haber recibido de su país un honor exclusivo, único en la historia del deporte mundial. A raíz de la tenaz demanda de los grandes equipos de Europa por contratarlo, ofreciendo montañas de dólares por su ficha, el Gobierno de la “República Federativa do Brasil” emitió un decreto especial nombrándolo “PATRIMONIO DE LA NACIÓN”.
Sus estadísticas de por vida son de asombro. Un total de 1284 goles en 1363 partidos.
De estas cifras vale destacar sus goles con la Selecao: 92 en 77 partidos.
Entre sus muchos registros excepcionales el 21/11/64 su equipo derrota a Botafogo con una goleada descomunal de 11 por “0”y Pelé marcó (8) goles.
El anecdotario relativo a la calidad de su juego ronda capítulos de fantasía. Su sentido de creación junto a su letalidad de goleador le otorgó una dimensión tan especial, que decenas de críticos y narradores de futbol sembraron la idea de haber sido el creador de un nuevo número en el futbol: El “Diez” de su camiseta. Y ciertamente en partidos de carácter internacional o de las selecciones nacionales, e incluso llegó a verse en partidos de liga, los jugadores de ambos bandos preguntaban quien era el “diez” del equipo contrario.
En el vasto anecdotario de su vida como figura cimera del futbol hay un hecho que considero la guinda de ese enorme pastel de mil sabores que fue el juego de O´Rei Pelé. En un partido de exhibición en Inglaterra, la cuna del futbol, un aficionado del más alto rango aristocrático en la realeza, quería saludar personalmente a Pelé. Era nada menos que el Príncipe Felipe de Mounbatten, esposo de la Reina Isabel II.
Tremendo problemón para el más rancio y riguroso protocolo de una corona como la Inglesa. No había precedentes para un acto semejante, el empeño del más alto miembro de la realeza, después de la Reina, de saludar a un plebeyo que solo era un jugador destacado.
—Que hacer, cómo resolver esto según las reglas del riguroso protocolo de la Corona. No, no se podía disponer ninguna de las formas pautadas por el reglamento protocolar.
Supongo que el Príncipe de Mounbatten se impacientaría al observar que corría el tiempo, se acercaba el inicio del partido y no resolvían su petición de organizar la entrevista.
(El hecho es real, lo mismo que su desenlace. No me constan los detalles asi que la descripción aquí expuesta es una deducción de mi parte y no puedo afirmar que las palabras del Príncipe sean las que anoto, si bien trato con mi paráfrasis de dar clara idea de cómo se desarrolló la singular entrevista). Formulada la necesaria aclaratoria, continuamos.
—He dicho en dos oportunidades que deseo saludar personalmente a ese gran jugador brasileño. Qué sucede, porqué no se ha concertado la entrevista. El partido está a punto de comenzar. No comprendo la demora en resolver algo tan simple. Explíquenme.
—Excelencia, el problema es que no existe precedente en nuestro protocolo para, este…se trata de algo tan singular, Usted Excelencia es el Príncipe Felipe de Mounbatten, la única persona que puede estar a medio paso de su Majestad, nuestra muy amada Reina Isabel IIque el Creador conserve. Y el jugador es un ciudadano ilustre como deportista pero, se trata de un plebeyo. Nunca hemos tenido un caso así.
Una breve sonrisa del Príncipe. Les miro con seriedad, sin embargo comprensivo, pensó algo en tres o cuatro segundos y les dijo desde toda la altivez de sus títulos y rango aristocrático.
–Está bien, pero esto no es política y ni siquiera diplomacia de Estado. Es solo la cortesía de un admirador de ese gran jugador. Esto es futbol, deporte en el que hay un Rey, y es él. Yo bajo a la cancha a saludarle.
Pelé, auténtico Rey. Un jugador que podrá ser emulado y tal vez igualado en uno o más de los aspectos técnicos que dominó a placer y le permitieron alcanzar registros imbatibles. Nunca será superado. Como dijo el narizón “Bilardo”, más argentino que el tango, en la ocasión en que le preguntaron quien había sido el mejor jugador de futbol de la historia, la respuesta ofrecida por el entrenador argentino Salvador Bilardo, fue muy breve:
—No hay comparación posible con Pelé. El fue de otra dimensión.
Sus palabras vayan adelante señor Bilardo, sin el menor género de duda.
Cerramos la semblanza con una reflexión de Pelé, reafirmando–como otros destacados al máximo en una actividad– sobre la importancia del trabajo duro, constante y sin desmayos.
“El éxito no es un accidente. Es trabajo duro, perseverancia, aprendizaje, estudio, sacrificio y sobre todo el amor por lo que se está haciendo, o aprendiendo a hacer.
Pedro J. Lozada