Lo primero que debemos conocer es que el sistema electoral estadounidense se basa en la votación indirecta por lo cual no siempre gana el candidato más votado, por ejemplo, Donald Trump ganó las elecciones de 2016 pese a conseguir 2,8 millones de votos menos que Hillary Clinton.
La Constitución de Estados Unidos establece que los ciudadanos no votan directamente por el presidente, sino por representantes, conocidos como compromisarios, que después votan por uno de los dos candidatos presidenciales.
Los compromisarios están repartidos en los 50 estados de ese país, pero ojo, no todos los estados tienen el mismo número de representantes. La cifra se basa en el número de habitantes de cada estado. Para comparar un caso, Texas es más grande en terreno que California, pero este último tiene mayor población, el número de representantes es: 35 para Texas y 55 para California.
En total son 538 compromisarios que conforman el Colegio Electoral, la autoridad que elige al presidente de Estados Unidos.
Sigamos con Texas como ejemplo. Si un candidato logra 18 votos de los compromisarios de ese estado (la mitad más 1), toda esa entidad y sus 35 compromisarios son adjudicados al candidato ganador a pesar de solo representar al 51% de los habitantes.
Para ganar la presidencia, un candidato necesita 270 votos (51%), o lo que es igual, haber ganado en varios estados y cuya suma de compromisarios sea 270.
Entonces, en este sistema de elección indirecta, no es solo necesario el apoyo de la población, sino ganar en la mayoría de los estados o en aquellos con mayor número de representantes.