No me resulta fácil hablar o escribir acerca de elecciones en otro país. Me he dado cuenta que sólo quien vive e incluso quien nace en un país determinado, logra entender perfectamente la idiosincrasia de una nación. Varias veces he oído expresar a mucho extranjero, que a los venezolanos y a nuestras situaciones, es difícil entenderlas. Por otra parte, cualquiera me podría decir: y a ti que te importa la elección del presidente de un país extranjero. Por supuesto que todos tenemos derecho a observar y a opinar sobre cualquier tema, pero si mis conocimientos de una realidad no son claros, debo tener cuidado al expresar mi parecer. Ahora bien, Estados Unidos es un país demasiado importante, marca la pauta a más de la mitad de la comunidad internacional y estamos viendo cómo ha surgido un nuevo movimiento que desea crear o terminar de crear, muy al contrario del sentir de la reciente encíclica Fratelli Tutti del Papa Francisco, un nuevo orden mundial, donde se diría no el progreso y la libertad de los pueblos, sino donde la riqueza, el placer, la comodidad de unos pocos, sea la línea a seguir. Se ha dicho y han salido pruebas de esa afirmación, que la pandemia del Covid-19, fue creado por unos pocos para disminuir la población del globo terráqueo y los que queden puedan disfrutar los placeres de la vida de este planeta. No sé si eso es verdad, pero hay muchos elementos que confirman esa tesis. Siendo así lo que se vive hoy, es imposible no observar ni opinar sobre las elecciones del 3 de noviembre en Estados Unidos.
No sé quién ganará, hasta hace pocas semanas, parecía que Biden le llevaba una gran ventaja al presidente Trump, ahora leo que Trump ha logrado descontar esa ventaja e igualar las posibilidades de ganar. Por tanto, es difícil predecir un resultado, pero puedo hablar del resultado que yo desearía. En 2016, por ejemplo, yo daba por descontado que ganaría la señora Clinton y ni me preocupé del asunto. Me asombró entonces, el triunfo de Trump, aparte de saber poco o nada de él y de su trayectoria. Indiscutiblemente es un hombre nada presidenciable, como dicen muchos, muy extravagante, parece que déspota y antipático, a diferencia de su antecesor que lucía simpático y educado. Pero el señor Trump también ha sorprendido por la administración de la economía que ha sido exitosa. En estos años el crecimiento económico de EEUU tuvo un repunte inesperado, creció el PIB y el desempleo se redujo a cifras increíbles. Logró éxitos para su país, en los intercambios comerciales donde EEUU perdía influencia. El problema se presentó este año, como en casi todo el mundo, con la pandemia del Covid-19 que redujo ese crecimiento económico y se perdieron empleos. Sin embargo, he visto indicadores que señalan, no obstante la pandemia, la creación de diez millones de puestos de trabajo. Por otra parte, Trump ha logrado que se suscribieran tratados de paz de eternos enemigos internacionales. A Venezuela la ha ayudado en la búsqueda de la libertad y la democracia, como nadie lo había hecho. Las sanciones impuestas, no a Venezuela, sino a personeros del régimen, han venido dando su fruto lentamente. Por eso me gustaría su reelección a pesar de sus defectos.
Finalmente, lo que para mí es muy importante, Trump se opone al aborto. Trump no es católico, pertenece a otra religión cristiana, pero la inmensa mayoría de los católicos norteamericanos lo apoya por su frontal rechazo a esa práctica genocida del aborto, es un hombre provida. Ha manifestado también, su apoyo a la libertad religiosa, ha aprobado el regreso del estudio de la Biblia en las escuelas y rechaza la así llamada ideología de género. Todo esto sería suficiente para yo desear su reelección este próximo 3 de noviembre. Por eso he dicho que representa los grandes valores del cristianismo, mientras su rival apoya el aborto y promueve esa ideología de género. Es un momento difícil, nos jugamos el destino de la humanidad.
Joel Rodríguez Ramos