Este jueves 22 de octubre se realizó el segundo y último debate entre los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos. Sin insultos y exabruptos, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el candidato demócrata a la Casa Blanca, Joe Biden, discutieron sobre cómo frenar el avance del coronavirus y los grandes desafíos políticos, económicos y sociales que enfrentará su país en los próximos años.
Trump declaró que el virus cobró la vida de más de 1.000 estadounidenses, “se irá», expresó, mientras que Biden respondió que la nación se encamina a “un oscuro invierno”.
A menos de dos semanas de las elecciones, Trump volvió a definirse como la misma figura ajena al mundo de la política que presentó ante los votantes por primera vez hace cuatro años, diciendo repetidamente que es un político.
Biden, por su parte, alegó que su rival era un líder incompetente en un país que enfrenta múltiples crisis y trató de conectar con lo que vio como errores presidenciales que afectan a la vida diaria de la población, especialmente en lo relacionado con la pandemia.
Trump prometió tener una vacuna en cuestión de semanas y aseguró que los peores brotes están en los estados con gobernadores demócratas, una afirmación que no se corresponde con el aumento de los contagios en las regiones que votaron por él en 2016.
Por su parte, Biden prometió que su gobierno escuchará a los científicos en la lucha contra la COVID-19 y dijo que el enfoque divisivo de Trump hacia los estados afectados obstaculizó la respuesta nacional.
El presidente de EEUU se autodenominó como «la persona menos racista de la sala«, durante su la parte del debate dedicada al racismo y donde cada candidato se acusó de perjudicar a la comunidad afroamericana.
«Soy el presidente que más ha hecho por la comunidad negra en la historia de Estados Unidos con la posible excepción de Abraham Lincoln», sentenció el mandatario.
A este comentario, Biden, repasó el historial de comentarios racistas de Trump y recordó que en 1989 abogó por la pena de muerte para un grupo de adolescentes afroamericanos conocidos como los «Central Park Five» que fueron acusados de un crimen que no cometieron.