Aparte de consideraciones éticas y humanitarias, el bloqueo o sanciones económicas al país, las estadísticas muestran que el bloqueo no es un método eficaz ni eficiente para lograr cambios de gobierno. Eficacia: De unos 100 casos de sanciones, los analistas internacionales sólo reconocen un 4% en que ha tenido éxito. En otro 10% de los casos, las sanciones se pueden relacionar a cambios de gobiernos, pero si han estado asociadas a golpes de Estado, invasiones militares uni o multilaterales. En más de un 80% de los casos, las sanciones no logran el objetivo de cambiar gobiernos indeseables. Lo que sí ocurre siempre es que la población sufre un castigo por los desmanes de sus gobernantes. Lo que explicaría que, recientemente, las sanciones económicas estén siendo sustituidas o complementadas por sanciones personales y ofertas de recompensas. Eficiencia: Si Cuba tiene mas de 50 años sancionada y el castrismo sigue gobernando; y lo mismo ocurre en Corea del Norte, el costo que ha pagado los Estados Unidos por aplicar dichas sanciones es enorme porque, en ambos casos, dichas sanciones han servido para que esas dictaduras engañen a sus respectivos pueblos justificando la miseria del estatismo y los controles con las sanciones, deterioren la imagen de Estados Unidos y, peor aún, para que aliados geopolíticos de esas dictaduras, como Rusia y China apoyen, respectivamente, a dichas dictaduras para sacar del juego a los Estados Unidos, aún sabiendo que dichos regímenes significan hambre y opresión para los ciudadanos.
Lo más ineficaz e incongruente de las sanciones económicas es que, al distanciar a la potencia que sanciona, le abren la puerta del país sancionado a las potencias competidoras. En el caso de Venezuela, las sanciones distancian a Estados Unidos y le dejan el camino libre a quienes quieren desplazarlo geopolíticamente: Rusia, China, Irán y Turquía, entre otros. De allí que, quien sanciona porque busca un mejor país con el cual tener una mejor relación, lo que logra es lo contrario: regalarle su puesto a otros. Esto mismo le pasa a Rusia y a China en sus respectivas zonas de influencia.
La Ley Antibloqueo magnifica la dinámica de estas relaciones. Esta Ley es toda una filigrana del gobierno de NM para lograr vender, “vender” o contratar la administración de las empresas del Estado a sus aliados internos y externos. Los aliados internos abrirán el juego al tener preferencia como intermediarios y garantes de la confianza del régimen ante los aliados externos; tal cual lo hicieron Juan Vicente Gómez al entregar la primera ronda de concesiones petroleras a sus amigos de confianza, quienes luego las vendieron a las multinacionales del petróleo. Ídem, Fidel Castro; entregó las concesiones turísticas a los generales del Ejercito cubano y éstos las “traspasaron” a las cadenas hoteleras de España, México y Canadá. Los otros aliados, externos, del gobierno de NM son las potencias mencionadas que buscan desplazar geopolíticamente a los Estados Unidos de su propio patio.
El caso se complica porque, al parecer lo que se haría en estos traspasos no sería confesable porque la Ley incluye el secreto absoluto de las operaciones hasta por 90 días después de terminadas las sanciones, es de aplicación temporal y está por encima de todas las leyes orgánicas con las que pueda entrar en contradicción.
También llama la atención que la Asamblea Nacional legítima y mayoritaria, presidida por Juan Guaidó, no ha tomado posición sobre una Ley antijurídica por las razones ya listadas e inconstitucional porque fue aprobada por una Asamblea Constituyente cuyo origen y funciones legislativas son cuestionadas por la mayoría de los venezolanos y de los gobiernos referentes. La única palanca de presión que tiene el país no chavista (el 88%) para defender sus intereses es que los posibles inversionistas sientan la amenaza de que los negocios realizados al amparo de esta Ley no serían reconocidos por un eventual nuevo gobierno. Deseando como el que más la privatización total o parcial de todas las empresas del Estado, creo, sin embargo, que este proceso debe cumplirse de acuerdo con las leyes y como un hecho comercial, abierto y transparente; nunca para consolidar el cambio de ámbito geopolítico en el que esté inserta Venezuela; proceso iniciado por Hugo Chávez en lo diplomático y vendiendo inversiones de PDVSA en el exterior porque estaban ubicadas en Estados Unidos y Europa (los mejores mercados, pero sus eventuales enemigos). El agravante de este nuevo gesto geopolítico no es que se realicen negocios con postores que no sean los mejores desde el punto de vista comercial sino que se instale una Nueva Clase (Milován Djilas) de propietarios con un poder económico tan enorme que tenga el poder político para mantener en el gobierno a quien le dio ese poder y para hacerle la vida imposible a cualquier otro tipo de gobierno de manera que regresen sus benefactores.
José Antonio Gil Yepes
@joseagilyepes