Hasta 132 millones de personas pueden sumarse este año a los casi 690 millones que pasaban hambre en 2019. Un aumento motivado por el COVID-19, que refleja la necesidad de mejorar la alimentación en todo el mundo.
Bajo el lema «Cultivar, nutrir, preservar. Juntos. Nuestras acciones son nuestro futuro», la ONU lanza un llamamiento, en el Día Mundial de la Alimentación, a la solidaridad y la cooperación frente a la amenaza a la seguridad alimentaria que supone la pandemia.
Según Naciones Unidas, el coronavirus podría empujar este año al hambre a entre 83 y 132 millones de personas, en función del escenario económico.
En 2019, tras una revisión a la baja de las cifras de China, había casi 690 millones de individuos desnutridos (el 8,9 % de la población mundial). 10 millones más que en 2018, reseña EFE.
Asia registró el mayor número de desnutridos (381 millones. Seguida de África (250 millones) y América Latina y el Caribe (48 millones), en un panorama de hambre con tendencia al alza desde 2014.
Crisis humanitarias
En el Programa Mundial de Alimentos (PMA), que acaba de ser galardonado con el Premio Nobel de la Paz, no dudan en culpar a la violencia de las mayores crisis alimentarias.
Los conflictos tienen un precio: un simple plato de arroz y frijoles, por ejemplo, cuesta casi el triple (un 186 %) del ingreso diario de una persona en Sudán del Sur, según la organización.»
La portavoz del PMA Norha Restrepo describe, en declaraciones a Efeagro, cómo muchas de las personas a las que brindan asistencia alimentaria «han huido de los conflictos, obligados a abandonar sus tierras, hogares y trabajos».
Para finales de 2020, las personas con hambre aguda podrían alcanzar los 270 millones. Frente a los 149 millones de 2019, por el impacto del COVID-19.
El PMA, que asistió a casi 100 millones de personas en más de 80 países en 2019, tuvo durante años por objetivo salvar vidas en situaciones de desastres. Pero actualmente también intenta «cambiar vidas por el nexo que existe entre la seguridad alimentaria y el desarrollo». Ayudando a las comunidades a ser «resilientes», comenta Restrepo.
Para el director adjunto de Economía del Desarrollo Agrícola de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Marco Sánchez Cantillo, la pandemia está «golpeando fuerte, erosionando la habilidad de la gente de comprar comida porque han perdido sus ingresos y medios de vida, interrumpiendo las cadenas de suministro de alimentos y causando recesión económica».
Formas de malnutrición
Actualmente, se trata no solo de erradicar el hambre extrema, sino también otras formas de inseguridad alimentaria. «Directamente vinculadas a todas las formas de malnutrición, incluidos el sobrepeso y la obesidad», explica Sánchez Cantillo.
El responsable subraya que las dietas saludables son cinco veces más caras que las que solo cubren las necesidades energéticas. Recomienda a los gobiernos actuar para reducir el hambre entre los más vulnerables y asegurar que tienen acceso a suficientes alimentos nutritivos en la actual crisis, ampliando la ayuda alimentaria de emergencia y los programas de protección social, entre otros.
Atender a los pobres
Más allá de la respuesta de emergencia, la pandemia ha puesto en evidencia los fallos del sistema alimentario. Un sistema que está «quebrado», a juicio de la vicepresidenta adjunta del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) Marie Haga.
Insta a incluir en el debate a los 2.500 millones de personas que viven de 500 millones de explotaciones en el mundo. Igual que a los cientos de millones que participan en pequeñas y grandes empresas a lo largo de la cadena alimentaria. Así como a mujeres, jóvenes e indígenas.
«La mayoría de las personas que sufren hambre y pobreza viven en las zonas rurales y la mayoría trabaja en la agricultura», recuerda.
Entre las propuestas, Haga considera necesario proporcionar a los productores el conocimiento y las herramientas adecuadas para producir alimentos de manera más sostenible. E invertir más en combatir la pobreza.
Según un reciente informe, los donantes internacionales deberían duplicar sus inversiones. Sumando hasta 50.000 millones de dólares (casi 42.700 millones de euros) cada año, para erradicar el hambre en 2030.
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