Reinventarse para sobrevivir es el día a día de los marabinos, quienes desde el 2014 atraviesan una inflación arrasadora, desvalorización que dio inició al éxodo venezolano.
No obstante, los ciudadanos continúan aprendiendo a vivir en confinamiento, proceso que lleva siete meses por decreto nacional como medida de prevención contra la Covid-19.
Son siete meses viviendo con un sueldo mínimo de 400 mil bolívares, más 400 mil de cestaticket, lo que equivale a 1.7 dólares según cotización del dólar paralelo.
Cada persona define su cotidianidad como una lucha constante para «sobrevivir», así expresó Gladys Suárez, quien se gana la vida trabajando en casa de familia.
«Gracias a Dios no trabajo por un sueldo mínimo, porque si así fuera ni un kilo de queso comprara. Esos 800 mil bolívares al mes ya no alcanzan para la arepa con queso y mantequilla, que es lo más básico de los hogares».
Manifestó que actualmente su pago es en dólares y aun así es difícil mantenerse. Además, detalló que necesita 70 dólares semanales para hacer una compra digna.
“Con eso solo compro verdura, salado, frutas y lácteos, sin contar condimentos, leche en polvo, azúcar, harina, arroz y aceite”, asegura.
Trabajos adicionales
Debido a la inflación que aterra a los hogares venezolanos, cada miembro de una familia tuvo que buscar trabajos extras o reinventarse con la venta de alguna mercancía, la finalidad no es más que lograr «churupitos» adicionales para el sustento.
El doctor David Navarro de la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmó que lo único que logró la cuarentena fue pobreza, a esto se le suma en Venezuela una economía crítica.
Milena Ortiz, de 35 años de edad, asistente odontológica, asegura que 40 dólares semanales no son suficientes en su hogar de “cinco personas, dos niñas pequeñas, un adolecente, su pareja y ella”.
Detalló que deben comprar, aparte de los alimentos, agua y gas de bombona. “Llenar el cilindro sale en 20 dólares, a esto le sumo comprar el efectivo para trasladarme todos los días al trabajo, gasto diario en pasaje 500 mil bolívares, porque es un trayecto largo”.
“Todas las mañanas saco mi mesa con mis cositas, la atiende mi hijo porque yo me voy al trabajo. No es mucho lo que se vende, pero siempre se gana para el medio kilo de queso”, expresó.
Ventas clandestinas de licor
Similar es el caso de Anyibel Salinas, de 28 años, quien prefiere vender de todo en su casa en vez de ir a trabajarle a otro. «El sueldo que pagan las empresas no alcanza para nada, con lo que me gano en mi casa es más rentable que trabajar por fuera».
Salinas, se dedica a la repostería, hace porciones de tortas a dos dólares, realiza trabajos de pedicure y manicure, vende “tetas” de diferentes sabores, refresco retornable y licor.
Manifestó que “el ron es mi mayor ganancia, lo hago con riesgo porque siempre hay quien quiera molestar a uno, pero aun así no dejo de venderlo, pues gracias a esto logró sustentar a mi familia”.
Tras una investigación La Verdad constató que cientos de hogares marabinos se encuentran actualmente en el negocio de venta de licor. Rones como el Cinco Estrella, Cantor y Rumbaron son los más pedidos.
Combos de comidas
Los puestos de comida rápida, que también permanecieron cerrados por la cuarenta, hoy día se reinventan con las promociones de combos a un costo accesible.
Los servicios se difunden a través de publicaciones en grupos de WhatsApp y cuentas creadas en redes sociales.
Daniel Morelo, de 37 años de edad, es propietario de un puesto de comida rápida y precisa que sus ventas cada semana bajan.
«Anteriormente podía vender hasta 30 hamburguesas un sábado, sin contar el resto de la comida. Ahora, la cuarentana y la economía nos está acabando a todos”.
“Una hamburguesas que antes vendía en 7 dólares con refresco, ahora la oferto en 4 dólares. Ya solo gano para mi comida de la semana”.
Cada persona está atravesando por un contexto agobiante. Sin embargo, rebuscan, inventan, se las ingenian y emprenden negocios nuevos, con la finalidad de tener nuevas alternativas para «sobrevivir».