Los caminos de Dios son sorprendentes, insondables, me enteré hace poco de una emotiva historia que vale la pena compartir. En esta cuarentena interminable, que ya abarca las centenas, los católicos nos hemos visto obligados a oír misa por TV, es decir, con una presencia ausente. A mí me gusta especialmente y la recomiendo, la santa misa transmitida por la EWTN, el canal fundado por la Madre Angélica en Alabama, USA. La ofician los Misioneros Franciscanos de la Palabra Eterna (M.F.V.A), también especialmente fundados por la Madre para esta misión. Salvo algunos detalles de la traducción al español -traductores portorriqueños que dicen misericoldia- y la dama que recita la comunión espiritual, actuada e insoportable -pongo muda la TV-, lo principal es perfecto: el arreglo del altar, los vasos sagrados, las vestiduras sacerdotales, los gestos y toda la celebración. Los frailes respetan y siguen con rigor la liturgia canónica, sus homilías son comedidas, no añaden comentarios ni diálogos extras al oficio. Capítulo aparte son los cantos: a cappella o acompañados por órgano, cuyo ejecutante es el mismo buen director del coro. Varía el número de voces masculinas y/o femeninas, que interpretan, en forma impecable, siempre música eclesiástica, nada de guitarras intempestivas, ni cuatro ni maracas.
El día de san Mateo, 21 de septiembre, dijo la misa fray Joseph Mary, uno de los mejores predicadores por su claridad y sencillez al exponer lo temas. Contó lo siguiente que yo completé acudiendo a Wikipedia:
El actor italiano Pedro Sarubbi, trataba de saciar su sed de trascendencia en el arte, la búsqueda espiritual en las filosofías orientales y el contacto con la naturaleza, pero vino a encontrar su manantial representando a Barrabás en la película de Mel Gibson, La Pasión de Cristo.
Adolescente, huyó de casa y se ganó la vida en actos circenses. Recorrió el mundo en busca de un lugar para llenar su vacío espiritual. En China ingresó a un monasterio, se adiestró en artes marciales; en el Tibet estuvo 6 meses en silencio; en India practicó la meditación; vivió un tiempo en Amazonia. En ninguna parte encontró la fuente que buscaba.
Cuando entró al elenco de la película de Gibson, quería hacer de san Pedro, pero el director había escogido a los actores de acuerdo a su parecido con un cuadro de Caravaggio y de otros pintores. Le tocó Barrabás y Mel le dijo que evitara mirar a Jim Caviezel -Jesús, en el film- antes de llegar la escena donde aparecen juntos, porque Barrabás era como un perro feroz, pero se vuelve un cachorrito al mirar al Hijo de Dios. “Quiero que tu mirada sea la de aquel que ve por primera vez a Jesús“. Así lo cumplió Pedro Sarubbi y dice: “… cuando nuestros ojos se cruzaron sentí una especie de corriente; era como si mirase de verdad a Jesús… Sus ojos no tenían odio ni resentimiento conmigo, sólo misericordia y amor“. Y agrega: “Barrabás es el hombre que Jesús salvó de ser crucificado. Es él quien representa a toda la humanidad“.
Desde entonces, el actor se propuso cambiar de vida. Esa conversión cinematográfica la recoge en su libro De Barrabás a Jesús. Convertido por una mirada.
Y yo me planteo: si pudiésemos poner a mirar los ojos de Jesús a tanto Barrabás encumbrado en el gobierno y alguno en la oposición, ¿habría un vuelco, una conversión? Comprendo que hay que tener mucho optimismo para esperarlo, su maldad ciega toda luz de esperanza al pueblo venezolano. Satanás puede mirar a Cristo de frente sin pestañear, perdido en su perversidad para siempre, está ciego completamente ante el esplendor de la divinidad. Pero Señor, esta gente todavía debe tener rasgos de humanidad, algún hilillo de piedad, como sutil rayo que ilumine su oscuridad. ¿Y si los verdaderos creyentes hacemos una robusta y firme oración impetratoria por esas almas en riesgo infernal? ¿Y si hay el milagro de un cambio -que no llega- porque el empeño de nuestra fe logra que miren los ojos del Crucificado? ¡Oh, Dios, volveríamos a nacer!
Alicia Álamo Bartolomé