«Me voy o me mata el hambre». La dramática historia de los caminantes en su huida a la frontera

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Cada día son más los caminantes que arriban a la frontera para migrar por los caminos verdes. En el trayecto, son muchas las experiencias que viven: algunas positivas, otras no tanto.

«No tengo miedo en migrar en tiempos de pandemia; el Gobierno me lo quitó», aseveró Scarlet Mijares, de 19 años. La joven duró más de tres días en camino para llegar a la zona. «Vengo de Guarenas, estado Miranda, y me dirijo a Bucaramanga», recalcó.

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“No tengo miedo a migrar”. (Foto/Jonathan Maldonado)

Mijares sostiene que lo más complejo ha sido lidiar con los guardias nacionales, «pues si no tienes dinero, o sea, si no puedes pagar, no te dejan pasar. Ellos no ayudan en nada. Es muy lamentable la actitud de ellos».

«Es la primera vez que migro», aclaró quien iba con un grupo de siete personas, incluido un niño de tres años y medio, y con quienes se fue reuniendo en la ruta. Según Mijares, lo que la empujó a dejar su patria son los pocos objetivos que se pueden lograr, pese al arduo trabajo que se haga.»

«Cómo se cumplen las metas, a corto y largo plazo, si lo que uno gana no alcanza ni para comer», agregó mientras descansaba en una banca, ubicada a la altura del barro 5 de Julio, en San Antonio del Táchira.

Al igual que la mayoría, a la chica la mueve la necesidad de ganar en otra moneda para ayudar a los suyos, «en especial a mi mamá», dijo que en Bucaramanga, Colombia, la esperan algunos familiares.

«Muchos nos ayudaron»

En el largo, fatigoso e incierto camino hacia la frontera, muchos les han tendido la mano. «En Barinas nos colaboraron bastante. Si no fuera por ellos, aún estuviéramos en el camino», agradeció, algo conmovida, Rosalía Vargas, joven de 19 años.

El espaldarazo ha sido constante, de acuerdo con los testimonios de la mayoría de los caminantes. «Ahí vamos, luchando. Ya con tanto que hemos rodado, el miedo se ha ido. Nos hemos quemado con el frío, el calor. Esto ha sido rudo», subrayó la joven.

Entretanto, Gerson Prieto, de Caracas, lamentó tener que migrar en tiempos de pandemia. «Soy consciente del riesgo que se corre, pero no tengo de otra, o me voy o me mata el hambre», soltó quien es padre de tres niños. «Mis hijos se quedaron en la capital con la mamá», acotó.

Prieto espera llevarse a su familia en los próximos meses. «Yo voy a probar primero. Me dirijo a Bogotá. Allá tengo una hermana, me va a recibir y tender la mano, mientras consigo un trabajo», aseguró al tiempo que elevó oraciones a la Providencia por su porvenir.

A Vargas, la empujó a abandonar el estado Cojedes su hija. «Quiero un mejor futuro para ella, que pueda estar en un ambiente con mayor estabilidad. Por ella estoy haciendo todo este esfuerzo», precisó.

Por las trochas

Desde Sábana Potrera, en el municipio Bolívar, y hasta La Mulata, en el municipio Pedro María Ureña, hay aproximadamente 135 trochas, de las cuales más de la mitad han sido deshabilitadas por los organismos de seguridad.

De los caminos verdes activos, la mayoría está por Llano de Jorge, La Guadalupe, Lagunitas y La Libertad.

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