Muchos de mis lectores saben que mi hija Tuti tiene discapacidad (o capacidades diferentes, como le dicen ahora). Cuando era pequeña, vivió una de las experiencias más bellas que puede experimentar un niño: tener un amigo de verdad. Se llama Davide Bombonato Salazar y era su compañerito de colegio desde el preescolar.
Davide era el mejor de su clase. Además, la estrella del fútbol, nadaba muy bien, era tremendo, divertido y encantador. En pocas palabras, Davide era el niño más popular de su salón. Y aunque tiene la misma edad de mi hija Irene, un año menos que Tuti, su amiga era Tuti. Nunca la sintió distinta a él, aunque lo era de muchas maneras.
Davide y Tuti jugaban hasta el cansancio. Era conmovedor verlo cómo le tomaba la mano al correr, se sentaba a su lado si ella estaba cansada y la defendía a capa y espada si alguien osaba meterse con ella, cosa que por fortuna ocurrió muy pocas veces.
Davide la invitaba a tomar capuccino al menos una vez a la semana. Aquí tengo que agradecerle a Dorianna Salazar de Stone, su mamá y mi amiga querida, que los llevaba. Ella se sentaba en la mesa de al lado y Tuti y Davide conversaban mientras tomaban café. Él la ayudaba para que no se le botara.
Muchas veces, Davide se quedó a dormir en mi casa. Era una auténtica alegría para mis hijas. Era un hijo más. Hasta se venía con nosotras para Caracas (vivíamos en Maracay) a visitar a mi mamá, a quien llamaba Atita, como le decían mis hijas.
Cuando Tuti se iba para casa de Davide, Dorianna la cuidaba como una hija. Hubo un tiempo cuando Tuti estaba tomando muchas pastillas y Dorianna se llevaba anotados los horarios y se las daba. No todo el mundo asume esa responsabilidad. Davide es tan especial porque su mamá también lo es y así se lo enseñó.
Cuando nació el hermanito de Davide, él tenía alrededor de 6 años, y Tuti 7. Todas las tardes Tuti quería ir a ver “al bebé de Davide”. Un día, Dorianna entró al cuarto del bebé y se encontró a Tuti y a Davide ¡metidos dentro de la cuna! Hasta el día de hoy no quiero imaginarme cómo hizo él para meter a Tuti en la cuna… la buena noticia es que al bebé no le pasó nada.
Davide y Tuti veían películas y jugaban video juegos juntos. Él siempre tuvo una palabra cariñosa y de alabanza para ella. Tuti asistía a todos sus partidos de fútbol. Un año que Davide se fue al campamento de verano de la Juventus, cuando se estaba yendo le dijo a Dorianna en el aeropuerto: “no me vayas a estar llamando todos los días… mejor, no me llames”. Pero justo cuando acababa de entrar en inmigración, que ya iba con la aeromoza que lo acompañaba, pues viajaba solo, se devolvió y le gritó a su mamá desde la puerta: “¡llámame sólo si se cura Tuti!”.
Yo escribí un cuento donde los protagonistas son Tuti y Davide. Se llama “Los 7 encuentros”. En la historia, Tuti se llama Tina y Davide, Andrés. Lo cierto es que Andrés al principio del cuento rechaza estar con Tina, porque es lo que sucede por lo general. Davide fue la excepción. Él quiso a Tuti y así se lo hizo saber desde que se conocieron. Una vez que presenté el cuento en Miami, Davide, que ya vivía allá, llegó al lugar con un enorme ramo de rosas… eran para Tuti.
Luego la vida, como suele suceder en estos tiempos, nos separó. Pero el día que escribo este artículo, Tuti reconectó con Davide. Hablaron por Zoom como hora y media. Ambos estaban felices. Y es que la verdadera amistad es así… el tiempo no pasa.
Hay alegrías que no pueden expresarse con palabras, como la que tengo yo al escribir estas letras. Gracias, Davide, por ser el mejor amigo para Tuti. Te llevo siempre en mi corazón.
Carolina Jaimes Branger
@cjaimesb