La máxima angustia, la máxima alegría. Esta temporada, para LeBron James y los Lakers de Los Ángeles, tuvieron de todo. Y terminó de la única manera en que considerarían aceptable: de regreso a la cima de la NBA.
Por primera vez desde el quinto y último título logrado por Kobe Bryant hace una década, los Lakers son los campeones de la liga. James sumó 28 puntos, 14 rebotes y 10 asistencias para que Los Ángeles derrotara el domingo 106-93 al Heat de Miami para llevarse la final de la NBA en seis partidos.
“Nuestra organización quiere su respeto. Laker Nation quiere su respeto”, dijo James. “Y yo también quiero mi maldito respeto”.
Anthony Davis aportó 19 puntos y 15 tableros para la causa de los Lakers, que lidiaron con la enorme angustia que trajo consigo la muerte del icónico Bryant en enero y todos los desafíos que surgieron al dejar su casa por tres meses para entrar en una burbuja en Walt Disney World diseñada para evitar los contagios ante la pandemia de coronavirus.
Rajon Rondo contribuyó con 19 puntos por los Lakers.
Sería, tal como lo predijo James, el título más difícil de conseguir.
“Tenemos un doctorado en adversidad, se los aseguro”, afirmó el coach de los Lakers, Frank Vogel. “Hemos pasado por mucho”.
Sin embargo, hicieron que el asegurar el título luciera fácil. James alzó su cuarto campeonato, lográndolo con una tercer franquicia distinta —y contra una franquicia del Heat que le enseñó a ser campeón.
Bam Adebayo terminó con 25 unidades y 10 rebotes por Miami, mientras que Jimmy Butler anotó 12 tantos siendo el jugador que, en su primera temporada con el Heat, regresó al equipo a la contienda por el título de la NBA.
Y mientras el confeti blanco y dorado cubría el suelo a su alrededor, Davis pasó sus primeros momentos como campeón de la NBA pensando en Bryant.
“Todo lo que queríamos era hacerlo por él”, dijo Davis. “Y no le fallamos (…) Sé que nos mira desde arriba, orgulloso de nosotros”.
Con eso terminó el capítulo de la liga burbuja, organizada tras una suspensión de cuatro meses y medio de juego que comenzó el 11 de marzo por la pandemia del coronavirus y que comenzó con la promesa de concienciar sobre los problemas del racismo y la brutalidad policial. También terminaba una temporada en la que la liga tuvo una disputa política con China, falleció el comisario emérito David Stern -que hizo mucho convertir a la NBA en lo que es hoy- y, el 26 de enero, la muerte de Bryant, su hija Gianna y otras siete personas en un accidente de helicóptero conmocionó al mundo del baloncesto.
Los Lakers dijeron que jugarían el resto de la temporada en su memoria.
El partido había terminado para cuando llegó el descanso, con un marcador de 64-36 a favor de los Lakers. El Heat no llegó a tomar la delantera y no conseguía encestar desde ningún sitio: tenían un 35% de aciertos en tiros de dos puntos para el descanso, un 33% en triples e incluso un poco habitual 42% en faltas, aunque ése no era el único problema. Los Lakers llegaban a donde querían y algo más, superando a Miami 36-16 en el segundo cuarto a pesar de que James sólo hizo una canasta en ese periodo.
La diferencia de 28 puntos en el descanso fue la segunda más grande de las finales de la NBA, superada solo por el marcador de 79-49 que lograron los Celtics sobre los Lakers el 27 de mayo de 1985.
“No logramos el resultado final que queríamos”, lamentó el coach del Heat, Erik Spoelstra. “Pero pese a eso, como se los mencioné a los chicos, estos van a ser recuerdos de por vida que forjamos juntos. Este vestuario… vamos a recordar este año, esta temporada, esta experiencia y esa hermandad de vestuario por el resto de nuestras vidas”.