Objetivo… ¿Se cumplió?… Triste y horrenda realidad… El problema actual… Reconocimiento de la realidad de los hechos
Objetivo:
“El objetivo del socialismo era cosechar los frutos comunes de la cultura, la ciencia, la creatividad, por haber abolido la propiedad privada y los mercados libres, y abolir también la tiranía humana. Apelando a la intervención del Estado, el comunismo intentó crear esta sociedad socialista.
¿Se cumplió el objetivo?
Lo que en realidad ocurrió fue la conquista del poder por un grupo de déspotas inhumanos: Lenin, Stalin, Mao Tse-tung, Kim Il Sung, Ho Chi Minh, Pol Pot, Fidel, Mengistu, Ceausescu, Hoenecker, Hoxha, etc. etc. Los invito a discutir qué le sucedió a estos tiranos, qué lecciones hemos aprendido de ellos y qué clase de mundo pudiera emerger de la pérdida de confianza en el comunismo. Sin embargo, hay un problema: los millones de cadáveres.
Triste y horrenda realidad
Estamos rodeados de inocentes asesinados y el número de los mismos no deja de crecer. No se trata de los miles de muertos de la Inquisición ni de los miles de norteamericanos que fueron linchados. No son los seis millones que exterminó el régimen nazi. La más actualizada suma arroja resultados que la mente humana se resiste a aceptar: millones de millones de millones de cadáveres en todo nuestro entorno. Si contamos los que murieron de hambre durante los experimentos comunistas (de veinte a cuarenta millones en tres años sólo en China), podemos agregar todavía cientos de millones más. Fusilados, muertos por exposición deliberada a ciertos elementos perniciosos, muertos por hambre, asesinados en los campos de concentración y en las prisiones, para obtener de ellos hasta el último esfuerzo de sus músculos exhaustos y después matarlos. Y en todo nuestro derredor padres sin hijos, viudas, viudos, huérfanos.
Jamás ninguna causa en la historia de la humanidad ha producido tantos tiranos de sangre fría, tantos inocentes eliminados y tantos huérfanos como el socialismo con poder. Superó exponencialmente a todos los sistemas de producción produciendo muertos. Los cadáveres nos rodean.
El problema actual
Y he aquí el problema:
• nadie los menciona,
• nadie les rinde tributo,
• nadie reza por ellos.
• Nadie se ha suicidado por haber sido un apologista de tantos crímenes.
• Nadie paga por ellos.
• A nadie se le persigue para que rinda cuentas por ellos.
Es exactamente lo que Solzhenitsyn reveló en El Archipielago Gulag:”No, nadie tendrá que dar respuesta alguna. Nadie será investigado”. Y mientras eso no suceda ¿no habrá un después del socialismo.?
El Occidente acepta una época monstruosa y un imperdonable doble estándar. Repasamos los crímenes del nazismo casi a diario, se los mostramos a nuestros hijos como la más fundamental enseñanza histórica y moral, y damos testimonio sobre cada víctima. En cambio, somos, con muy pocas excepciones, casi totalmente mudos sobre los crímenes del comunismo. Así que los cadáveres permanecen inadvertidos por nosotros. Insistimos en la des-nazificación y condenamos a los que tuvieron algo que ver con ella, en nombre de una nueva o emergente realidad política. Pero no ha habido ni habrá nunca una des-comunización similar, a pesar de que la matanza de inocentes es exponencialmente mayor, y muchos de los que firmaron las órdenes y administraron los campos de concentración aún viven. En el caso del nazismo, perseguimos a ancianos de noventa años, porque los “huesos” de los muertos reclaman justicia. En el caso del comunismo,
insistimos en que no habrá cacería de brujas: que los muertos entierren a los vivos.
Pero sucede que los muertos no pueden enterrar a nadie.
Nuestros artistas están obsesionados con el menor, pero siempre inmedible, Holocausto, en una actitud que ha durado varios años, y cuando vemos películas como: Noche y niebla, La lista de Schindler y muchas otras, lloramos, nos lamentamos y re-dedicamos las partes humanas de nuestras almas. En cuanto al holocausto comunista, que duró décadas -constituyendo el mayor osario de la historia humana- no tiene lugar en este tipo de arte. El único conmovedor y modesto film: Un día en la vida de Ivan Denisovich, basado en la novela de Solzhenitsyn, casi nunca lo repiten y no está a la venta. El holocausto comunista debería haberse convertido en un renacimiento del arte occidental como un testimonio apasionado. Debería haber provocado mares de lágrimas. Pero no hay en torno a él más que la frialdad de un témpano de hielo. Jóvenes que en los sesenta tenían retratos de Mao o de el Ché en sus dormitorios universitarios, equivalentes a los de Hitler, Goebbels u Horst Wessel, ahora les enseñan a nuestros hijos la superioridad moral de su generación. Todo texto histórico se demora largo tiempo sobre los crímenes del nazismo, busca las raíces de sus causas y anuncia una lección que debe ser aprendida. Todos conocen el número: “seis millones”.
Por el contrario, poco saben de los “horrores” del comunismo o del estalinismo. Pregúntele a cualquier estudiante de primer curso universitario cuántos murieron bajo el régimen de Stalin y responderán, aún hoy en día: “Algunos miles». Por lo tanto, los muertos permanecen entre nosotros ignorados y, dada la ausencia de nuestra conciencia moral, salen desnudos de nuestras pantallas del cine y televisión, cruzan atenazados de dolor por nuestras aulas, y se desparraman por nuestra política y nuestra cultura. Se sientan a nuestro lado en nuestras conferencias. No puede haber un “después del nazismo” sin reconocimiento, pago de cuentas, aplicación de justicia y rememoración sentida. Hasta que no reconozcamos a los muertos del comunismo, no habrá: “un después del comunismo.”
Próximo domingo: Tras los Estatismos del siglo XIX e inicio de XX (Parte II)
Juan José Ostériz