Este seis de octubre, el alba nos encontró con una noticia devastadora: Juan José Peralta, había partido a otras latitudes como consecuencia del Covid. Ese sinsabor se apoderó de la ciudad, en silencio algunas lágrimas amargas brotaron, otros optaron por rememorar sus chanzas, sus cantos y sus mejores momentos, otros simplemente se resignaron a la idea de un posible reencuentro, y -con el corazón constreñido-, se sumergieron en sus líneas grandes.
Barquisimeto despertaba entonces con la más triste de las noticias. El periodismo sucumbió en un luto áspero y salobre, las letras entraron en un aletargado reposo, la locución se autosilenció con angustia y las crónicas hicieron una desconsolada pausa como homenaje a su mentor.
Juan José Peralta, que del decir del colega periodista José Ángel Ocanto, fue bautizado por el lenguaje del afecto como Popeye, era egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV), como periodista y su columna «Cronicario» era de las más leídas en medios como EL IMPULSO, Globovisión y CORREO DE LARA, en donde se destacó con más de 80 crónicas que forman parte del vigoroso legado de incalculable valor histórico para el estado Lara y para el país en general, solo comparado al del desaparecido cronista oficial de Barquisimeto, Ramón Querales.
Su sensibilidad, su agudo olfato periodístico, su actitud positiva -y hasta jocosa-, frente a los pormenores de la invivible situación del país, fueron ejemplo para las nuevas generaciones de periodistas que formaba en las aulas universitarias.
Sus imbatibles crónicas de historias olvidadas, inundaron tan pronto el CORREO DE LARA, que se convirtieron en referencia obligada para escritores y hasta para historiadores.
Todas las noches, sin obviar los fines de semana, se sumergía en su vieja computadora, para proseguir con algún dato que lo llevaba a construir un relato que siempre describía como “crónicas sabrosas”, género al que nos fustigaba siguiéramos y adoptáramos como forma de escritura. Durante ese ínterin, solo lo detenía el rigor de los interminables cortes eléctricos. Era sin duda un investigador a tiempo completo.
Juancho, como también gustaba lo llamaran, estaba lleno de optimismo cuando en marzo de este año, publicó Esos muertos míos, una “novela alegre” donde aborda con sus letras sabrosas la vida y muerte del poeta Pedro Luis Hernández.
Semanalmente nos refería -muy motivado-, sobre otros proyectos que dejó incluso: Amores y golpes, donde narra los golpes de Estado en el país, además una extensa crónica intitulada: Yo fui chofer del Gabo en Caracas, que habla de las aventuras del Nobel colombiano por estas latitudes, pues siempre se ufanaba con inusitada alegría, que había conocido a Gabriel García Márquez en su pasantía por el periodismo capitalino.
Barquisimeto y Venezuela en general se conmovieron con la noticia de la partida temprana y sin aviso de Juan José Peralta. Fue tendencia en las redes sociales y de hondo pesar para quienes nos consideramos sus discípulos.
Alexander Cambero, otro admirado periodista de fina y sensible pluma escribió con tintas de lágrimas: Juan José Peralta, el maestro vestido de eternidad. Pero qué mejor referencia para este larense que deja un vació insustituible en el periodismo y en las “crónicas sabrosas”.
Hasta siempre venerado maestro y amigo, luego nos conoceremos personalmente para degustar de un palito de buen cocuy debajo del jabillo histórico cabudareño, invitación suya que no dudamos honrar.