Yo, en lo personal, preferiría mil y una veces equivocarme en la lucha, en la búsqueda de un sueño, en el sentido de una propuesta, antes que acertar en la entrega anticipada, en la sesuda rendición, o en el deplorable éxito de esparcir desánimos por doquier.
La viva expresión de un pueblo, así el tirano se orine sobre las tablas que la informan, recoge y recogerá siempre un mandato. Y esa voz resume la fuerza y la entidad de lo inapelable, por más que se exprese en medio de las tinieblas más sombrías. Es entonces cuando más valor y mayor pertinencia alcanzará a poseer.
Nunca estará de más ni sobrará decir la verdad, y repetirla, y volverla a sostener, de pie, o desde el suelo si es necesario, así se estrelle contra las sorderas y las sanguinarias arrogancias que exuda el opresor.
No aguardaré a que estén dadas las condiciones para proferir un grito de indignación que es la indignación de tantos.
Al menos eso purifica. En definitiva, yo creo en las trompetas de Jericó.
José Ángel Ocanto