Para nosotros la Tierra y el Sol son dos cuerpos muy grandes; la Tierra es el estrado de nuestros pies. El Sol a casi ciento cincuenta millones de kilómetros de distancia de la Tierra, nos parece una estrella muy grande. En realidad, la Tierra entre los planetas rocosos del sistema solar, es un poco mayor que Mercurio, Venus y Marte. Y entre los planetas gaseosos, Plutón, que se desconoce si es gaseosos o rocoso, es, también menor que la Tierra. Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, la Tierra es un planeta menor.
Las sondas como cuerpos de investigación lanzadas a larga distancia al espacio, confirman que tanto la Tierra como el Sol, observados a distancia, como todos los cuerpos observados desde las noches de la Tierra, son igualmente puntos de luz. Es decir, que todos los cuerpos observados a larga distancia, sin excepción, se observan como “puntos de luz. ” El Sol lo vemos grandísimo por la corta distancia que los separa de la Tierra.
La lección que nos enseñan los puntos de luz en relación con la velocidad de la luz, es que la luz es puntual. Si la luz se moviera a la velocidad que se le ha atribuido, el espacio no se viera siempre oscuro, sino iluminado. De modo que más allá de su propia atmósfera, los cuerpos ponderables no están en capacidad de iluminar. La iluminación de cada cuerpo es particular y se limita a la atmósfera del hemisferio que le corresponde iluminarse, mientras el otro hemisferio permanece en la oscuridad.
Esta explicación reflexiva acerca de la limitación que muestran los puntos de luz en la propagación de la luz, nos demuestra que el hemisferio que se ve es el hemisferio atmosférico iluminado y nada más. De modo que esta explicación echa por el suelo la teoría sustentada que de la luz se desplaza a la velocidad de 300.000 kilómetros por segundo. Con esto dejamos un testimonio fehaciente de que la luz es puntual y de que la velocidad atribuida por Roemers y después por Maxwells, científicamente, no es cierta.
Carlos Mujica
@carlosmujica928