Más claro no canta un gallo. Nuestro presidente interino aprovechó el tiempo de manera casi mágica para resumir en los minutos que tuvo para dirigirse a las delegaciones de la Asamblea General de la ONU en el marco de la asamblea general número 75 del organismo, la tragedia de la situación venezolana y pedir ayuda.
Fue importante por muchas razones: la primera, porque la ONU sigue reconociendo a Maduro como presidente de Venezuela. Sin embargo, puertas afuera de la Asamblea General, nuestro joven mandatario fue preciso y contundente… y fue escuchado por muchos delegados cuando denunció al «régimen más cruel que ha visto la región en muchos años». La segunda, porque ha sido uno de los mensajes más duros y categóricos que haya lanzado, esta vez para todo el mundo. Pidió ayuda: al Secretario General de la ONU, para que movilice a los estados para restaurar la soberanía en Venezuela. La tercera, porque todos los medios independientes del mundo lo reseñaron: una trompada directa a la mandíbula del usurpador. La cuarta, porque pidió denunciar a Nicolás Maduro ante la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad contra la población civil de Venezuela. La quinta, porque fue rotundo al exigir la intervención de la comunidad internacional porque ya “se agotó la vía diplomática”.
Pero quizás el mayor triunfo de nuestro joven presidente fue el discurso que dio Maduro después del suyo, ante la Asamblea General. Habló en parábolas, como es su costumbre. Los problemas de nuestro país los enunció como si fueran del mundo en general. Nada en particular sobre Venezuela. Acusó a Estados Unidos y a Trump por enésima vez por las sanciones, la misma cantaleta de siempre de que todo lo malo que pasa en Venezuela es culpa de las sanciones… y ahora del Covid. Así como Chávez era atrevido e irreverente y atraía multitudes, Maduro es insignificante, insípido, pueril. Cuarenta minutos de quejas, lugares comunes y aplausos para sus aliados. Descalificó el lapidario informe de la Misión Internacional para Venezuela de las Naciones Unidas sobre los delitos de lesa humanidad que le imputan… sin base alguna. Culpó a las agencias ACNUR (refugiados) y OIM (emigrantes) por haber atendido a los emigrantes venezolanos (como si en ello hubiera culpa) y encima, atribuyó esa calamitosa situación a una “coyuntura”.
El mundo vio en veinticuatro horas al futuro de Venezuela, inteligente, enérgico, inapelable y valiente, enfrentado al pasado trágico, desgraciado, repetitivo y criminal.
¡Aplausos de pie para usted, presidente Guaidó! Hoy, más que nunca, cuente usted con mi apoyo. Vamos a salir de esto.
Carolina Jaimes Branger
@cjaimesb