Con los destellos del sol sobre la capilla, los vecinos de las Sabanas de Tarabana y algunos allegados de otras latitudes esperan impacientes. Escuchan lejanos cascos de bestias de silla. Al poco, en medio del tan famoso y polvoriento camino, aparecen finalmente dos figuras. Eran el cura del templo San Juan Bautista de Cabudare, seguido de su monaguillo. Aquella mañana por sugerencias suyas, el repiqueteo de las campanas del oratorio debía ser rápido, enérgico y alegre, pues era domingo y día de la Virgen de Las Mercedes.
Las Mercedes, antiguo oratorio-capilla, que según único documento rastreado –hasta el momento-, contabiliza 133 años de edificado, desempeñó una función de primer orden en las Sabanas de Tarabana, del Cantón Cabudare de aquella Venezuela rural de finales del pasado siglo. Con asiento en la Hacienda Tarabana, jurisdicción del hoy municipio Palavecino del estado Lara, aun sobrevive a los rigores del tiempo.
Su historia se remonta a finales del siglo XIX, propiamente a 1887, dato rastreado por la historiadora Yolanda Aris, cronista de Palavecino, en una nota periodística de La Reintegración Liberal, del 19 de agosto de 1887, ejemplar número 15, refiere que don Felipe Cruz Ponte, levantó la capilla en la Hacienda Tarabana, feliz iniciativa ejecutada como compromiso con El Altísimo, los jornaleros de las haciendas de cañamelar del Valle del río Turbio, disponían de la firme empresa de reconstruir una derruida choza de barro y techo de cañabrava que servía de oratorio.
Otro dato revelador es el publicado en el periódico El Ateneo de Barquisimeto, del 24 de septiembre de 1881, marcado con el Número 64, cuyo texto asienta: «Plegaria a Nuestra Señora de las Mercedes en Cabudare (fiesta anual que le dedican sus cofrades)», más no especifica si las fiestas se realizarán en la capilla o en los espacios de la Hacienda Tarabana.
Existía una antigua capilla
Pese a no poseer registros de la fecha de cuando la capilla comenzó a funcionar bajo la advocación de la Virgen de Las Mercedes, las pesquisas del antiguo documento de compra de la Hacienda Tarabana, demuestra que la posesión disponía de un lugar sagrado, pues para 1920, “el fundo” antes denominado Tarabana, era conocido como Las Mercedes, en homenaje a la capilla que honraba a la Madre de Jesús.
Juan Bautista Piñero Higuera, natural de Santa Ana de Coro (bisabuelo de los hermanos Yepes Gil, que luego serán los propietarios de la hacienda en cuestión) suscribe documento: “En la ciudad de Barquisimeto, a los veinte y un días del mes de mayo de mil ochocientos veinte y dos años, ante mí el escribano público y testigo […] la ciudadana Rosa de Alvarado, viuda y albacea testamentaria del ciudadano Juan Galíndez, a la que doy fe conozco, que es vecina y mayor de veinte y cinco años: que traspasa en el ciudadano Juan Bautista Piñero […] una posesión compuesta de diez y seis fanegadas de tierra de labor, en las que están fundados doce mil árboles de cacao, con regadío propio de el agua viva, con una casona y un lugar de oración, en el sitio que llaman de Tarabana, cuyo nombre también viene de dicha posesión…”
La tradición de la Hacienda Tarabana data del 14 de octubre de 1791, cuando según escritura, Juan Galíndez y Anzola, esposo de Rosa de Alvarado, compró veinte y una fanegadas de tierras de labor por la cantidad de “siete mil quinientos pesos” al Regidor Don Santiago Villalonga, cuyos linderos se describen así: “La hacienda Tarabana linda con el Naciente con el Camino Real que viene de los Llanos, y tierras de los herederos de Don Antonio Pino”.
El oratorio fue levantado lindante al camino carretero que, en tiempos de la Guerra de Independencia, comunicaba a Barquisimeto con Cabudare, y a su vez con los llanos, en el exacto lugar donde se reorganizaron las tropas de Simón Bolívar, Rafael Urdaneta y Cristóbal Palavecino, para partir al encuentro violento de la Batalla de Tierritas Blancas, contra las tropas realistas del brigadier de José Ceballos, aquel funesto 10 de noviembre de 1813.
Hoy la capilla Las Mercedes, desaparece en el inmerecido olvido gubernamental. Exhibe abrumadora desidia a pesar de estar reconocida por el Instituto del Patrimonio Cultural Venezolano, IPC, que declaró, entre otras cosas, esta bienhechuría como Bienes de Interés Cultural, según Resolución N 003-05 de fecha 20 de febrero de 2005, quedando sometidas a las disposiciones contempladas en la Carta Magna, la Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural e Histórico y su Reglamento. En la gráfica de LAPP, se aprecia el marcado maltrato de su frontispicio, el cual sobrevive parcialmente
De ancestral tradición
Serán Mariano, Cruz María, José Antonio, Domingo Antonio y Daniel Yepes Gil, los bisnietos de Juan Bautista Piñero, quienes proseguirán la tradición iniciada por la familia Ponte, cuando cada 24 de septiembre, luego de la Eucaristía que impartía el sacerdote de Cabudare, desde la hermosa capilla que cobija el Central Tarabana, por costumbre ancestral, organizaban la festividad religiosa para compartir con los trabajadores del ingenio y agradecer a la Virgen el éxito de la zabra.
Luego del sarao, sacaban la sagrada figura en procesión, -con velas, mecheros y lámparas de kerosén en mano-, por los caseríos Tarabana y El Peñusco hasta el sitio de La Montañita o Bosque de Agua Viva, entre cánticos marianos y rogativas para revivir las aguas. Durante las paradas realizaban el respectivo velorio y posterior tamunangue, fiestas que se prolongaba por tres días. Con el paso de los años, las procesiones se hicieron tan atractivas, que comenzaron a llegar devotos de Barquisimeto, La Piedad, Los Rastrojos, El Placer, El Mayal, Sarare, La Miel y Yaritagua, “y hasta de Curarigua y El Tocuyo, acudían los golperos”, tradición que se mantuvo hasta 1992, cuando fue mermando como consecuencia de la construcción de la avenida Hermano Nectario María, señalada como La Ribereña, vía que partió en dos los espacios de la Sabana de Tarabana.
La hermosa capilla de impecable tonalidad blanquecina, con paredes de adoboncitos perfectamente frisados, techo de cañabrava y tejas enrojecidas, con un gran ventanal y un portal principal de dos hojas, resguardaba en su nicho de cristal enclavado en el altar mayor, la cándida y enternecida figura de la Sagrada Virgen de Las Mercedes, celosamente conservada por generaciones de campesinos creyentes de la Madre de Jesús. Igualmente se realizaron importantes celebraciones eucarísticas en este recinto religioso, figurando la boda de don Jesús Briceño Ecker ´Chucho´ con Elia Yepes-Gil Oropeza, el 15 de diciembre de 1945. (Hija de don Mariano Yepes Gil y Guillermina Oropeza), socio propietario del Central Tarabana, ingenio construido bajo la protección de la Virgen de Las Mercedes y su ancestral capilla-oratorio.
Breve genealogía
Juan Bautista Piñero Higuera, natural de Santa Ana de Coro, casado en primeras nupcias con Dominga Galíndez, nacida en El Tocuyo, en 1817 y fallecida en 1837. Tuvieron 13 hijos, 7 varones y seis hembras, entre ellas:
Abigail Piñero Galíndez, con registro de nacimiento en El Tocuyo, casada, con Pacífico Yepes Arangú, igualmente nacido en El Tocuyo. Casaron el 30 de abril de 1849. Procrearon 14 hijos, siendo el último Juan Bautista Yepes Piñero, quien nació en El Tocuyo, el 27 de febrero de 1856.
Juan Bautista Yepes Piñero contrajo matrimonio el 20 de enero de 1881, en El Tocuyo; con Josefa Antonia Gil Fortoul, nacida el 14 de febrero de 1863, en El Tocuyo. Hija del Doctor y general José Espiritusanto Gil García (conocido en la literatura histórica como el Pelón Gil) y doña Adelaida Fortoul Obregón.
Entre la unión de Juan Bautista Yepes Piñero y Josefa Antonia Gil Fortoul, nacieron:
- Juan Bautista Yepes Gil, en El Tocuyo, 29 de enero de 1882.
- José Antonio Yepes Gil, Hacienda Vira-Vira, Hato Arriba, el 14 de marzo de 1883.
- Abigail Yepes Gil, en Hato Arriba, Barbacoas, el 4 de octubre de 1884.
- Mariano Yepes Gil, en El Tocuyo, el 8 de mayo de 1886.
- María Adelaida de las Mercedes Yepes Gil, Hacienda Vira-Vira, Barbacoas, el 14 de diciembre de 1887
- Cruz María Yepes Gil, en Barbacoas el 25 de septiembre de 1890
- Domingo Antonio Yepes Gil, en Barbacoas el 4 de agosto de 1892
- Manuel María Yepes Gil; en El Tocuyo el 20 de octubre de 1894
- Daniel Yepes Gil en El Tocuyo el 4 de junio de 1896, (abuelo materno del autor de esta crónica)
- María Josefa Yepes Gil, en El Tocuyo, el 13 de abril de 1898
- Lisandro Yepes Gil, en El Tocuyo el 17 de mayo de 1900
- Adelaida Yepes Gil, en Barquisimeto en 1901
- Carlos Yepes Gil, en El Tocuyo, el 8 de diciembre de 1903
Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y escritor