«El alcance de un hombre debe ser superior a lo puede sujetar, si no, ¿para que está el cielo?
(Shakespeare)
Si dentro están las sombras, las alboradas invitan a brillar. Nada es nada, lo poco no llena, lo mucho enceguece, suficiente es lo correcto.
Tras la lucha por la libertad, por los sueños y esperanzas, las batallas han dejado sus resultados, aparecieron mil arrugas en la frente, pero en la memoria se hizo ancho el porvenir.
Cuando contemplamos desde audaz eminencia la profundidad de un abismo, la altura de las estrellas en el cielo o escuchar un gran estruendo en la tormenta, un íntimo espasmo el alma siente.
Más que espíritu el hombre es materia. Cada uno vive la felicidad a su manera, felicidad que como estado de ánimo se complace en la posesión de un bien cualquiera sea, porque es en ese espacio en donde nace el pasto que da contento al alma. Amar y padecer dice un poeta, es la rima eterna del heroico poema de la vida. Padecer es ese camino que no cesa de enseñarnos sus espinas.
Sobre reglones libres todo cabe y todo cuenta.
El hombre empieza a recorrer su camino a partir del momento en que empieza a dar sus primeros pasos. El niño es una hoja en blanco en la que escribiremos su destino y en la que el mismo narrará su vida, sus vivencias, aprendizajes y experiencias, terreno en el que el mismo sembrará los árboles de los que recibirá el fruto de su consagración.
Los años nos maduran y ayudan a comprender mejor todo lo que a lo largo de la vida recibimos, sea bueno o menos bueno. A veces quizá nos sentimos perdidos, no sabemos qué hacer ni por qué camino enrumbarnos. Cuando todo está oscuro es difícil decidir. La incertidumbre lleva a tomar caminos equivocados que nos harán la vida desdichada. La vida sin estancia es un camino sin refugio.
Vivimos con el caminar del sol aprendiendo, siempre aprendiendo que si hay áspera hiel en nuestra existencia, debemos alentar sus acritudes en el arte de vivir, locos de crepúsculos y mañanas.
Sobre las arideces no hay imposibles, entre la hierba seca asoma su cabeza la pequeña flor ceñida de colores.
En nuestros escritos, como en llanuras y montañas seguirán cayendo las semillas cargadas de letras y experiencias que recogerá alguien en algún momento cuando caigan de las ramas de nuestro árbol, en la noche o en el día.
Son semillas de esperanzas sembradas con libertad que en algún momento serán las verdades del mañana libre que todos anhelamos libre de invasores y tiranos.
Sobre renglones libres.
Hace rato se ennegreció en el espíritu de los pueblos la gloria de los conquistadores que destruyeron y oprimieron la libertad de nuestros antepasados invadiendo sus tierras y propiedades. Hoy se llama tiranía cuya crueldad no conoce compasión, respeto ni limites.
La orgía de locuras no ha cesado. En medio de tanta borrachera no hay un hombre sobrio, las locuras, invasiones, codicias y crímenes avanzan imparables, conduciendo pueblos enteros a la ruina, a la desolación y a la muerte.
En renglones libres hay de todo para todos los lectores.
Solos han ido quedando los caminos del indio que a ratos hurga la nostalgia en la mente. Se quedaron mudos los cantos que chorreaban arcilla, musgos y humaredas. Atrás quedaron sus oráculos, sus lanzas, el noble perro y también las manos de aquellos con los que se iban de cacería. Ecos, gritos y ladridos quedaron en la colina. Son evocaciones que estremecen cuando el roce de la brisa errante nos trae al corazón sus imágenes de vez en cuando.
Ya no está el indio, tampoco los héroes de ayer, pero tenemos sus almas grabadas en las nuestras y su sangre brillando en las arterias.
Historia y glorias sepultadas por los invasores jamás permitiremos sean escritas sobre pizarra frágil, corazones vacíos, ni cuentos de camino.
Sobre renglones libres cabe de todo. También un vuelo de ilusiones, un momento de pasión, las estelas de un mar amotinado, milagros y misterios, la escala de Jacob, los deliquios del exaltado misticismo, la luna contemplando el blanco retoñar de una azucena, la luz y las tinieblas, los rencores políticos, el telescopio de Galileo, las bellezas que Natura nos regala día a día, la gloria falaz, el brillo de una quilla errante, la lucha del verde junco ante la tormenta, la mano de Dios hecha misericordia y bendición, lo que sea, aquí cabe de todo, hasta un versito escrito sobre renglones por el autor de este artículo
Hoy quiero
Hoy quiero oír la sonata en mi refugio
De las flautas nocturnas del silencio,
Que aúlle el viento en mi ventana
Hasta que cierre su corola la nocturna.
Hoy quiero en mi refugio la compañía
De la suave lumbre de un cocuyo
Y allí sola con mi fe y mis ensueños
Lustrar sin prisa las hojas de mi otoño que se va…
Amanda Niño de Victoria