Postergan Carnaval de Río de Janeiro por pandemia de COVID-19 #26Sep

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Río de Janeiro pospuso la realización de su desfile anual del Carnaval y señaló el jueves que el espectáculo mundial no puede efectuarse debido a la continua vulnerabilidad de Brasil ante la pandemia de la COVID-19.

La Liga Independiente de las Escuelas de Samba (LIESA) anunció que la propagación del coronavirus ha hecho que sea imposible llevar a cabo con seguridad los desfiles tradicionales que son un pilar cultural y, para muchos, una fuente de sustento.

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“El Carnaval es una fiesta de la que dependen muchos trabajadores humildes. Las escuelas de samba son instituciones comunitarias y los desfiles son sólo un detalle de todo eso”, dijo en entrevista Luiz Antonio Simas, historiador que se especializa en el Carnaval de Río. “Toda una cadena cultural y productiva se ha visto interrumpida por el COVID”.

El Ayuntamiento de Río de Janeiro aún debe anunciar una decisión sobre las fiestas callejeras del Carnaval que también se realizan a lo largo y ancho de la ciudad. Pero su agencia de promoción turística dijo en un comunicado enviado a The Associated Press el 17 de septiembre que sin una vacuna de coronavirus, es incierto cuándo se podrán volver a realizar eventos públicos grandes.

El primer caso confirmado de coronavirus en Brasil se registró el 26 de febrero, un día después de que terminó la edición de este año del Carnaval. A medida que el número de infecciones creció, las escuelas se samba que participan en el desfile anual suspendieron los preparativos para el evento de 2021. El anuncio del jueves quitó la nube de incertidumbre que se ha cernido sobre la ciudad, una de las más afectadas por la pandemia en Brasil.

Casi todas las escuelas de samba de Río están estrechamente relacionadas con las comunidades de clase trabajadora. Sus procesiones incluyen elaborados carros alegóricos acompañados por tamborileros y bailarines disfrazados que cantan a todo pulmón para impresionar a un panel de jueces. Decenas de miles de espectadores abarrotan las gradas de la arena, conocida como Sambódromo, mientras que decenas de millones observan el espectáculo en la televisión.

Antes de que las escuelas comenzaran a competir en la década de 1930, el Carnaval era celebrado en salones de baile y en forma desordenada en las calles, dijo Simas. Los desfiles pasaron al sambódromo en la década de 1980, convirtiéndose en la personificación por excelencia del Carnaval en Río.

El inmenso trabajo requerido para cada espectáculo se vio obstruido inicialmente por las restricciones que el gobernador de Río impuso en marzo a las reuniones. Incluso con esas medidas, la región metropolitana de Río, donde viven 13 millones de habitantes, acumula a la fecha más de 15.000 muertes por COVID-19.

Bajo las gradas del Sambódromo, la ciudad instaló un albergue para la población sin casa y vulnerable en los tiempos de la pandemia.

Las escuelas de samba suspendieron la construcción de sus carrozas, la costura de sus disfraces, los ensayos de baile y también proyectos sociales. El programa escolar Mangueira en la favela próxima a Río que enseña música a niños para alejarlos de la delincuencia y cultivar a los futuros percusionistas de la escuela, no ha impartido clases desde marzo.

La fiebre de ánimo de todas las ciudades suburbanas de Río como Nilopolis, cuyos 160.000 habitantes animan a la escuela de samba Beija-Flor, ha desaparecido, según Simas.

Algunos de los artistas participantes recurrieron a trabajos ocasionales y conciertos. Diogo Jesús, el bailarín principal que tiene el título de “maestro de ceremonias” en la escuela Mocidade, no podía juntar para la renta sin su ingreso de eventos privados. Comenzó a ser conductor de Uber y coser mascarillas para venderlas en una feria.

“Fue un golpe. Vivimos el Carnaval todo el año y mucha gente cuando advirtió que todo se pararía termino enfermándose o deprimida”, dijo Jesús en una entrevista dentro su casa en Madureira, un vecindario en el norte de Río. “El Carnaval es nuestra vida”.

La anterior ocasión que un Carnaval de Río fue suspendido fue en 1912 debido a la muerte del ministro de relaciones exteriores. El alcalde de Río, entonces capital de Brasil, pospuso dos meses todos los permisos para las populares fiestas de Carnaval de las asociaciones de baile, según Luís Cláudio Villafañe, diplomático y autor del libro “El día que aplazaron el Carnaval”. El alcalde también expresó su rechazo a las celebraciones irregulares, pero muchos habitantes de Río organizaban de cualquier manera sus fiestas en las calles.

La Segunda Guerra Mundial no disuadió la realización de las celebraciones. La gente abarrotó las calles todos los años durante más de dos décadas de dictadura militar hasta 1985. Los censores del gobierno revisaban los disfraces, las carrozas y la letra de las canciones.

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