Aumentan los suicidios entre los ancianos de Venezuela #19Sep

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En noviembre de 2019, el informe coordinado por Convite y HelpAge ya mostraba la situación de las personas mayores en Venezuela: tres de cada cinco personas mayores se acostaba regularmente con hambre, una de cada diez se acostaba todas las noches con hambre y 23% de las 1.200 personas que entrevistaron vivían solas. Actualmente, Francisco Cabezas, director general de Convite, organización que defiende los derechos de las personas mayores y registra sus condiciones de vida desde 2006.

Cinco8 conversó con el director de esta ONG para conocer las condiciones de vida actuales de las personas mayores. El trabajo de Convite se ha enfocado en recabar información y denuncias, y establecer redes de contacto y ayuda humanitaria (medicamentos, alimentos, productos de higiene personal) en diez estados de Venezuela.

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Cuando Luis Francisco Cabezas explica el contexto en el que las personas mayores vivían antes de la llegada del coronavirus en Venezuela, enumera los muchos elementos que han afectado sus condiciones de vida. En Venezuela nunca ha habido una articulación de sistemas de protección para personas mayores, y siempre se mantuvo la etiqueta de ser un país joven; pero desde el inicio de la emergencia humanitaria,  la migración, la falta de efectivo, la caída del valor de las pensiones, el poco acceso a la salud pública y la intermitencia de los servicios básicos vuelve considerablemente vulnerables a las personas mayores, quienes además suelen enfrentar todos estos obstáculos en soledad.

“Este año vimos cómo se ha incrementado la cantidad de adultos mayores que solo come dos veces al día, no tiene acceso a medicinas, depende de la caja CLAP para alimentarse, a pesar de que 60% dice que la recibe de manera irregular”, detalla Cabezas. “Si revisamos los números diarios de fallecidos en Venezuela, casi 60% son personas mayores a sesenta años.” afirma. “La emergencia previa los exponía a una vida en condiciones precarias de manera prolongada, y el coronavirus aceleró el proceso del desenlace letal”.

Entre el informe de condiciones de vida de las personas mayores de 2019 y 2020 hay grandes diferencias, especialmente en cuanto a inseguridad alimentaria y acceso a servicios básicos. ¿Qué diferencias resaltan para ustedes? 

La diferencia principal es que las personas mayores dependen más de terceros, porque su autonomía cada vez se ve más mermada. Ahora, muchas personas mayores te hacen saber que no podrían sobrevivir sin la ayuda de un tercero. La pensión en algún momento llegó a cubrir 95% de la canasta básica, así que las personas mayores han visto un proceso rápido de deterioro. Por otro lado, es un deterioro generalizado. Las personas mayores de sectores populares siempre han estado en condiciones precarias, y eso los ha llevado a generar mecanismos de solidaridad y de convivencia. Pero las personas mayores de clase media se han enfrentado al mismo proceso de destrucción de su forma de vida, con la diferencia de que ellos nunca han construido redes de apoyo. Eso tiene un impacto importante en la autoestima, y vemos muchísimos casos de personas con un deterioro importantísimo de sus condiciones mentales.

¿Cómo afectan las medidas de cuarentena a la salud mental de las personas mayores en el país? 

Ya en el informe de victimización de 2019 vimos un incremento importante de suicidios en personas mayores, que fue preocupante porque resalta lo limitado que es su acceso a medicamentos de contención farmacológica. Vemos muchos cuadros ansiosos que se ven acelerados por la situación de soledad. Ahora en la pandemia se suman dos elementos nuevos: el confinamiento y el viejismo, el proceso de elaboración de estereotipos y discriminación sistemática contra las personas debido a que son mayores. Con el confinamiento prolongado hay que sumarle la posibilidad del maltrato familiar, en el que las mujeres, los niños y las personas mayores suelen salir perdiendo. Y la estigmatización está presente en muchísimas medidas que se han tomado de forma discriminatoria con las personas mayores.

Con respecto a estas medidas gubernamentales que se consideran discriminatorias y estigmatizantes para los adultos mayores, ¿cómo podemos reconocerlos como población vulnerable sin victimizarlos en el proceso?

No se puede poner en duda que las personas mayores tienen un riesgo potencial mayor que el resto de la población. Pero vulnerables somos todos frente a la covid. Y para todas las poblaciones aplican las mismas medidas de prevención: tapaboca, distanciamiento social y lavado de manos. Pero, por ejemplo, el alcalde de Cumanacoa dijo públicamente que los comercios que le vendieran a personas mayores de sesenta años iban a ser multados, una política absolutamente discriminatoria. No se les puede arrebatar la vida a las personas; hay que brindar información, servicios de protección y soporte domiciliario. Muchas personas mayores trabajan, por ejemplo, y limitar su movilidad significa que pueden ser despedidos de sus trabajos. Generalizar medidas para la vejez tampoco debería ser tan fácil, porque hay muchos tipos de vejeces. Es un colectivo diverso, con muchas personas activas de diferentes formas. Aunque estas medidas se escudan en que son necesarias, que nacen de la buena fe y con la intención de proteger, el daño que generan es mayor a los beneficios. Hay que trabajar los mensajes y las narrativas gubernamentales durante la pandemia, porque han tenido un manejo muy despectivo de la vejez.

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