Hace 97 años nació en Carora, capital del municipio Torres del estado Lara, el gran concertista de la guitarra clásica y educador Rodrigo Riera, compositor de numerosas y muy sensibles piezas para este instrumento inspiradas en su sentir regional, quien sembró en sus alumnos un emotivo sentimiento nacionalista por la música. Hijo del músico popular Juancho Querales y Paula Riera, gente muy humilde, Rodrigo nació aquel 19 de septiembre de 1923, mes y medio antes que otro gran guitarrista torrense, Alirio Díaz, nacido en el vecino caserío de La Candelaria. De niño Rodrigo sufrió de poliomielitis y quedó con secuelas de esa enfermedad en una pierna pero su problema físico jamás le creó barreras o complejos y al contrario se burlaba de la enfermedad en su cuerpo. “No me molesta que me llamen el “chueco” Riera, en Carora llaman a todo el mundo por lo que es”. Con orgullo y simpatía decía “soy el chueco Riera”.
Este guitarrista, compositor y educador es demostración de empeño y dedicación al pasar de limpiabotas de la plaza Bolívar de su Carora natal a reconocido concertista y maestro de una buena cantidad de alumnos formados bajo su sabia docencia.
Una vez limpió los zapatos al guitarrista paraguayo Agustín Barrios Mangoré quien tocaría un concierto en Carora y le pidió en pago dejarlo entrar a su presentación y allí empezó su amor por la guitarra y el sueño de ser como él.
De niño aprendió las primeras lecciones en el cuatro y a los siete años ya tocaba canciones venezolanas y a los nueve comenzó a conocer los secretos de la guitarra de la mano de su hermano Rubén y las orientaciones del maestro caroreño “Chío” Zubillaga, dueño de El Diario un periódico local.
Cuentan que un día el niño limpiabotas fue a lustrar el calzado de Zubillaga, un
aristócrata, mantuano caroreño, blanco criollo de los llamados “godos” en la capital del municipio Torres conocido como gran intelectual y admirador de las artes y de la cultura a quien le habían comentado el talento del muchacho.
Zubillaga tomó una guitarra que tenía en su despacho y le pidió al pequeño lustrabotas “tocar algo”. El pequeño tomó el instrumento lo afinó y mostró ese talento innato sin pulir y a partir de aquel momento don Chío se convirtió en el principal protector y mecenas del pequeño limpiabotas.
Se fue a Maracaibo como músico de radio “Ondas del Lago” junto a Nicolás Vale Quintero y por las noches tocaba en un bar. Contaba que por sus estrecheces económicas dormía en las mesas de billar. En aquella ciudad marabina conoció al gran trovador Armando Molero a quien dedicó una suite para guitarra.
Mientras Alirio Díaz se fue a estudiar en Trujillo con el maestro Laudelino Mejías, Rodrigo se dedicó a la música popular y con su hermano Rubén constituyó un trío con Teódulo Alvarado y Leonardo Rodríguez hasta venirse a Radio Lara en la capital larense y guitarrista de planta en Radio Barquisimeto.
Con el trío se fue a Caracas a presentaciones en la radio y se quedó estudiando en la Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas” donde lo aceptaron pese a su edad por su talento y la recomendación de Antonio Lauro y presentado por Raúl Borges con quien estudió guitarra y se especializó con los grandes maestros Vicente Emilio Sojo y Juan Bautista Plaza en armonía, teoría y solfeo.
En 1952 Riera recibió una beca del Ministerio de Educación y se fue a España a estudiar en el Real Conservatorio de Madrid y luego a Siena por donde ya había pasado Alirio Díaz y se consolida como concertista bajo la égida del maestro Andrés Segovia por siete años. También estudió música de cámara con Ricardo Gréngola por cuatro años.
Su primer concierto fue en 1954 en el Teatro de la Comedia, en Madrid y en 1963 se radicó en Nueva York por cuatro años ofreciendo conciertos y componiendo, incluso interpretando música popular en cabarets y clubes de jazz además de dar clases también al cantante y guitarrista puertorriqueño José Feliciano.
Para el guitarrista Ramón Pastor Castillo, el aporte de Riera en el repertorio guitarrístico es de suma importancia por la gran capacidad pedagógica de sus obras como la Serenata Ingenua y Canción Caroreña entre otras, dignas de estudio. Para mí su obra maestra es Preludio Criollo, escrita en dos compases diferentes, es decir, polirítmicamente, aseguró Castillo, quien sostiene que Riera fue formador y especializó a toda una actual generación de guitarristas clásicos en Barquisimeto. Riera se casó con Julia Esteban y procrearon a María Josefina, Rubén, Andrés y Juan José. Con el gran artista cinético Jesús Soto grabó para la historia un disco compacto de boleros de Agustín Lara.
Destacado educador de la guitarra clásica, Rodrigo Riera recibió el Premio Nacional de Música y fue director de Cultura de la Universidad Centro Occidental “Lisandro Alvarado” de Barquisimeto y director fundador de la cátedra de guitarra clásica en esa casa de estudios.
Rodrigo Riera tuvo una importante carrera como guitarrista de conciertos, no obstante ello, no existen suficientes grabaciones representativas de su trabajo. Las existentes son relativamente difíciles de hallar. Excelso cultor del tango y serenatero, el “chueco” Riera murió en Barquisimeto el nueve de septiembre de 1999, cuando le faltaban diez días para cumplir los 76 años.
Una de las más bellas canciones para guitarra que conozco pertenece a la obra de Rodrigo Riera, Canción Caroreña, dedicada a su pueblo natal compuesta para sus alumnos con sentido musical y pedagógico y la apreciamos con Gabriel Paulochenka.
Juan José Peralta