17.- Características personales de Marx
(Paul Johnson, Karl Marx-Los Intelectuales, Ed. Vergara 1990)
Marx es un ejemplo sobresaliente de este principio. Ya hemos tratado la presentación de su filosofía, como la amalgama de su visión poética, su habilidad periodística y su academicismo.
Pero, también, puede mostrarse que su contenido real puede relacionarse con cuatro aspectos de su carácter: su gusto por la violencia, su apetito de poder, su incapacidad de administrar dinero y, sobre todo, su tendencia a explotar a quienes le rodeaban.
3.- El dinero. Más importante para su ira y su frustración, y subyacente quizá en las raíces mismas de su odio por el sistema capitalista, fue su grotesca incompetencia en el manejo del dinero.
Cuando era joven le llevó a los prestamistas a altas tasas de interés, y un apasionado odio hacia la usura fue la verdadera dinámica emocional de toda su filosofía moral. Explica por qué dedicó tanto tiempo y espacio al tema, por qué toda su teoría de las clases tiene sus raíces en el antisemitismo, y por qué incluyó en “El Capital” un largo y violento pasaje en el que acusa a la usura, que recogió de una de las diatribas antisemitas de Lutero.
Los problemas de dinero que tuvo Marx comenzaron en la universidad y duraron toda su vida. Surgen esencialmente de una actitud infantil. Marx pedía dinero prestado incautamente, lo gastaba, y luego se asombraba invariablemente cuando tenía que pagar las cuentas fuertemente descontadas, más el interés. Veía la imposición del interés, esencial como es en cualquier sistema basado en el capital, como un crimen de lesa humanidad, y como la base de la explotación del hombre por el hombre, que su sistema total tenía la intención de eliminar. Esto era en términos generales, pero en el contexto particular de su propio caso reaccionaba ante sus dificultades explotando él mismo a quienquiera tuviese a mano, y en primer lugar a su familia.
El dinero domina su correspondencia familiar. La última carta de su padre reitera la queja de que Marx era indiferente a su familia salvo cuando quería su ayuda, y se queja: “Estás ahora en el cuarto mes de tu curso de abogacía y ya has gastado 280 thalers. No he ganado tanto en todo el invierno”. A los tres meses había muerto. Marx no se molestó en asistir al entierro.
En cambio empezó a presionar a su madre. Ya había agotado el sistema de vivir de préstamos que le hacían sus amigos y de arrancar sumas periódicas a su familia con engaños. Argumentaba que la familia “era muy rica” y tenía el deber de sostenerle en su importante tarea. Aparte de su periodismo intermitente, que tenía un propósito más político que de ganar dinero, Marx nunca intentó seriamente conseguir un trabajo, aunque una vez, en septiembre de 1882, solicitó un empleo en Londres, como empleado del ferrocarril, pero no le aceptaron porque su caligrafía era mala.
La renuncia de Marx a seguir una carrera parece que fue el motivo principal de que su familia no se mostrara dispuesta a responder a sus peticiones de limosnas. La madre no sólo se negó a pagar deudas, convencida de que si lo hacía sólo contraería otras, sino que por fin cortó con él. A partir de entonces sus relaciones fueron mínimas. A ella se le atribuye el amargo deseo de que “Karl acumulara capital, en vez de sólo escribir sobre él”.
De todos modos, de una u otra manera, Marx consiguió grandes sumas de dinero por herencia. La muerte de su padre le trajo 6.000 francos de oro, que en parte gastó para organizar a obreros belgas. La muerte de la madre le trajo menos de lo que esperaba, pero esto fue porque había anticipado el legado pidiéndole prestado a su tío Philips. También recibió una suma importante de la sucesión de Wilhelm Wolf. En 1864, otras sumas le llegaron a través de su esposa y su familia (ella también había llevado como parte de su dote un servicio de mesa de plata con el escudo de armas de sus antepasados Argyll, cubiertos y lencería con corona). Entre los dos recibieron bastante dinero, que, invertido con sensatez, les hubiese proporcionado un bienestar, y en ningún momento sus ingresos fueron de menos de 200 libras anuales, tres veces el sueldo promedio de un obrero calificado. Pero ni Marx ni Jenny tenían el menor interes en el dinero salvo para gastarlo. Tanto las herencias como los préstamos se fueron en bagatelas, y nunca tuvieron un penique de sobra. De hecho, siempre estuvieron en deuda, a veces seriamente, y el juego de mesa de plata iba periódicamente al Montepío junto con muchas otras cosas, incluso ropa de la familia. En cierto momento, solo Marx podía salir a la calle, porque le quedaba un par de pantalones. La familia de Jenny, como la de Marx, se negó a prestar más ayuda a un yerno, que consideraban un haragán e imprevisor sin remedio.
En marzo de 1851, Marx le escribió a Engels para anunciarle el nacimiento de una hija, y se quejaba: “Literalmente no tengo un penique en la casa.” En ese entonces, está claro, Engels era el nuevo sujeto a explotar. Desde mediados de la década del cuarenta, cuando se conocieron, hasta la muerte de Marx, Engels fue la principal fuente de ingresos para la familia de Marx. Es probable que les diera más de la mitad de lo que ganaba. Pero es imposible computar el total porque durante un cuarto de siglo lo proveyó en sumas irregulares, creyendo en la repetida promesa de Marx que, siempre que le llegara la próxima donación, pronto se pondría al día. La relación fue de explotación por parte de Marx y totalmente desigual, ya que siempre era el socio principal y a veces imperioso. La sociedad casi se disuelve en 1863, cuando Engels sintió que las insensibles peticiones de Marx habían ido demasiado lejos.
Engels se enfureció al recibir una fría carta de Marx (de fecha 6 de enero de 1863) en la que le pedía dinero. (Marx-Engels Gesamt-Ausgabe, vol. XXX, pág. 310). Nada ilustra mejor el inflexible egoísmo de Marx. Engels le contestó con frialdad, y el incidente casi termina la amistad.
En 1869, Engels vendió el negocio, asegurándose para él una renta de algo más de 800 libras anuales. De estas 350 fueron para Marx, durante los últimos quince años de su vida, Marx fue el pensionado de un rentier, y gozó de una cierta seguridad. De todos modos, parece que vivió a razón de unas 5.000 libras anuales, o aún más, disculpándose ante Engels: “incluso visto desde un punto de vista comercial, una organización enteramente proletaria sería inadecuada aquí”. (Marx-Engels Gesamt-Ausgabe, vol. XXX, pág. 312) De ahí que continuaran las cartas pidiendo a Engels envíos adicionales.
Desde el comienzo de 1848 y durante por lo menos los diez años siguientes, su vida fue una pesadilla. El 3 de marzo de 1848 estaba en la indigencia. El mes siguiente le confesó a un amigo: “ya la última joya de mi mujer ha ido camino del Montepío”. (Marx-Engels Gesamt-Ausgabe, vol. XXVII, pág. 500)
En 1849, vendieron las camas para pagar al carnicero, al lechero, al farmacéutico y al panadero. Encontraron refugio en una sórdida pensión alemana en Leicester Square. El 24 de mayo de 1850, el embajador británico en Berlín, el conde de Westmosreland, recibió un informe redactado por un espía inteligente de la policía prusiana que describía con gran detalle las actividades de los revolucionarios alemanes que rodeaban a Marx. Nada transmite con más claridad lo que Jenny tuvo que soportar:…”Marx lleva la vida de un intelectual bohemio…no se cambia de ropa…a menudo está borracho…no tiene hora fija de acostarse o levantarse…no hay un solo mueble limpio y entero…todo está roto y desgarrado…la habitación huele a tabaco y hace llorar los ojos…”
Próximo domingo: Karl Marx y el marxismo teórico (Parte X) – Actos grotescos de explotación personal de Marx…
Juan José Ostériz