En 2020 debido a la pandemia de la COVID-19, más del 90% de los estudiantes en todo el mundo sufrieron la interrupción de sus clases y debido al cierre de las escuelas aproximadamente 1,54 mil millones de niños quedaron al cuidado y educación en casa o por medios digitales.
Diferentes gobiernos se plantean, y otros ya están ejecutando, la apertura de las escuelas y otros lugares de aprendizaje, pero según estudios llevados por La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) no todos los países están preparados para afrontar tal reto, sobre todo si se toma en cuenta que el virus aún no tiene vacuna y que estar varias horas en grupo, en lugares cerrados, hace que los estudiantes estén más expuestos.
Para esto, la Unesco en ayuda con la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó una guía con una serie de requerimientos para que los estudiantes puedan volver a los centros de estudio haciendo frente al coronavirus.
Entre los puntos más resaltantes está el compromiso que deben tener los gobiernos en aportar los medios necesarios para ayudar a toda la comunidad educativa, padres, representantes, estudiantes y personal del centro formativo, en la planificación y campañas para evitar la propagación de contagios.
En Venezuela desde finales de agosto Nicolás Maduro se refirió a un eventual regreso a clases en octubre para el año escolar 2020-2021 de manera presencial. Ordenó una consulta pública, e instalar Internet a todos los planteles para trabajar en una modalidad combinada, entre la educación online con la presencial. Pero no mencionó las carencias existentes de agua, luz y gas que han venido padeciendo, según las protestas de sus habitantes, las comunidades desde hace bastante tiempo y que merman las condiciones mínimas para asegurar la salud de los estudiantes.