#OPINIÓN Karl Marx y el marxismo teórico (Parte VIII) #6Sep

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17.- Características personales de Marx
(Paul Johnson, Karl Marx-Los Intelectuales, Ed. Vergara 1990)

Entonces, si Marx, pese a su apariencia de erudito, no estaba motivado por el amor a la verdad, ¿cuál era la fuerza que le impulsaba?.

Para descubrirlo se debe hacer un estudio mucho más profundo de sus características personales. Es un hecho, y en cierto sentido lamentable, que obras gigantescas del intelecto no surgen del obrar abstracto del cerebro y de la imaginación. Tienen sus raíces más profundas en la personalidad.

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Marx es un ejemplo sobresaliente de este principio. Ya hemos tratado la presentación de su filosofía, como la amalgama de su visión poética, su habilidad periodística y su academicismo.

Pero, también, puede mostrarse que su contenido real puede relacionarse con cuatro aspectos de su carácter: su gusto por la violencia, su apetito de poder, su incapacidad de administrar dinero y, sobre todo, su tendencia a explotar a quienes le rodeaban.

1.- La Violencia. El elemento de violencia siempre subyacente en el marxismo y, constantemente, puesto en evidencia por la conducta de los regímenes marxistas fue una proyección de lo que este hombre era. Marx vivió su vida en un clima de gran violencia verbal, estallando periódicamente en enfrentamientos violentos llegando, a veces, a la agresión física.

Las peleas de familia de Marx fueron casi lo primero que le llamó la atención en él a su futura esposa Jenny von Westphalen. Sus enfrentamientos con su familia, ensombrecieron los últimos años de la vida de su padre, y en su momento llevaron a una ruptura completa con su madre.

En la universidad de Bonn, la policía le arrestó por tener una pistola y casi le expulsan. De los archivos de la universidad surge que, intervino en enfrentamientos de estudiantes, tuvo un duelo y recibió un tajo sobre el ojo izquierdo.

Una de las primeras cartas de Jenny (su esposa) a Marx, que se conservan, dice: “Por favor, no escribas con tanto resentimiento y fastidio”, y resulta evidente que muchas de sus incesantes peleas surgían de su forma agresiva de expresarse al escribir y, más aún, al hablar, en este último caso, a menudo, agravada por el alcohol.

Marx no era un alcohólico, pero bebía con regularidad, frecuentemente en abundancia, y se embarcaba en rachas de bebida. Su problema fue en parte que, desde que promedió los veinte años, Marx fue siempre un exiliado que vivió casi exclusivamente en comunidades de expatriados, principalmente alemanes, en ciudades extranjeras. Raramente, buscó relaciones fuera de ellas y nunca trató de integrarse.

2.- El Poder y la Violencia. Sus peleas no carecían de propósito. Marx se peleó con todas las personas con las que se asoció, desde Bruno Bauer en adelante, a menos que lograra dominarlos por completo. El resultado es que hay muchas descripciones, generalmente hostiles, de un Marx enfurecido en acción. El hermano de Bauer hasta escribió un poema sobre él:

“Tipo moreno de traer, despotricando enfurecido,
su endemoniado puño está cerrado, ruge sin parar, como si diez mil diablos lo retuvieran por el pelo.”.

“Marx era bajo, corpulento, de cabellera y barba negras, de piel cetrina (sus hijos le llamaban “Moor”) y usaba un monóculo de estilo prusiano.
Pavel Annenkov, que le vio en el “juicio” a Weitling, describió su “espesa melena negra, sus manos velludas y su levita mal abotonada; carecía de modales, era orgulloso y ligeramente despectivo”; su “voz penetrante, metálica, era la adecuada para los juicios contundentes que, continuamente, emitía sobre los hombres y las cosas”; todo lo que decía tenía un “tono chocante”.

Su obra favorita de Shakespeare era “Troilo y Creusa”, que le deleitaba por la violencia de los insultos que intercambiaban Ayax y Tersites. Le gustaba citarlos, y la víctima de un pasaje: “Señor, con esa mente empapada no tienes más cerebro en la cabeza que el que yo tengo en el codo”, fue su compañero revolucionario Kart Heinzen, que se desquitó haciendo un retrato memorable del hombrecito enojado. Encontraba a Marx “de una suciedad intolerable, un cruce entre gato y mono, con el cabello negro como el carbón despeinado, y un cutis amarillo y sucio”. Era, según él, “imposible decir si sus ropas y cutis eran naturalmente color de barro o estaban sucias. Tenía ojos pequeños, fieros y maliciosos, que escupían chispas de fuego perverso; tenía la costumbre de decir: Voy a aniquilarle.”

De hecho, Marx pasaba mucho tiempo preparando complejas carpetas de datos sobre sus rivales y enemigos políticos y no tenía ningún escrúpulo en pasarlas a la policía, si esto le ayudaba a él.

Las grandes peleas públicas como, por ejemplo, en la reunión de la Internacional Socialista en La Haya en 1872, presagiaron los réglements des comptes (ajuste de cuentas) de la Rusia soviética: no hay nada en la época de Stalin que no estuviera preanunciado a la distancia en la conducta de Marx.

Marx fue tan ofensivo en su pelea con August von Willich en 1850 que éste le retó a duelo. Marx, pese a haber sido duelista, dijo que “no participaría en las diversiones de los oficiales prusianos”, pero no hizo nada por evitar que su joven asistente, Honrad Schramm, tomara su lugar, aunque jamás en su vida había utilizado una pistola, y Willich era un tirador excelente. Schramm quedó herido. El padrino de Willich, Gustav Techow, en esta ocasión, fue un colaborador particularmente siniestro de Marx, odiado por Jenny con justa razón, que había matado por lo menos a un camarada revolucionario y acabó ahorcado por asesinar a un oficial de policía.

El propio Marx no rechazaba la violencia ni el terrorismo cuando convenía a sus tácticas. Dirigiéndose al gobierno prusiano en 1894, le amenazó: “Somos despiadados y no les pedimos piedad a ustedes. Cuando nos llegue el turno no disfrazaremos nuestro terrorismo.”

Al año siguiente, el “Plan de Acción” que había distribuido en Alemania estimulaba específicamente la violencia: “Lejos de oponernos a los así llamados excesos, esos ejemplos de la venganza popular contra individuos o edificios públicos odiados, que implican recuerdos odiosos, no sólo debemos perdonarlos, sino ayudarlos.”

En ocasiones estaba dispuesto a tolerar el asesinato, siempre que fuera efectivo. Un compañero revolucionario, Maxim Kovalevsky, que estaba presente cuando Marx recibió la noticia del fallido intento de asesinar al emperador Guillermo I en la Unter den Lindern (Bajo la Decencia) en 1878, relata su furia, “apilando maldiciones sobre este terrorista que no había tenido éxito en su acto de terrorismo.”

Si Marx, hubiera estado en el poder, habría sido capaz de una gran violencia y crueldad. Como no lo estuvo, su rabia reprimida pasó entonces a sus libros, que siempre tienen un tono de intransigencia y extremismo. Muchos pasajes dan la impresión de haber sido escritos, realmente, en un ataque de furia. En su debido momento, Lenin, Stalin, y Mao Tse Tung practicaron, en una escala desmesurada, la violencia que Marx sintió en su corazón y que sus obras rezuman.

El anarquista Michael Bakunin observó que sentía: “una profunda devoción por la causa del proletariado, aunque siempre hubo en ella una mezcla de vanidad personal”. Siempre fue un ególatra: una carta juvenil larguísima, dirigida a su padre, -que ha quedado- en realidad, está escrita para y sobre sí mismo. Los sentimientos y las opiniones de los demás nunca le interesaron ni preocuparon demasiado. Tenía que dirigir, sin ayuda, cualquier empresa que intentara. Sobre su trabajo como director de la Neue Rheinische Zeitung, Engels observó: “La organización del personal editorial era simplemente una dictadura de Marx.”

No tenía ni tiempo para la democracia ni interés en ella, salvo en el sentido especial y perverso que le daba; cualquier tipo de elección, le resultaba odioso; en su actividad como periodista, consideraba las elecciones generales de Inglaterra come meras orgías de bebida.

En los testimonios sobre los propósitos y el comportamiento político de Marx, tomados de diferentes fuentes, aparece la palabra “dictador” un número notable de veces. Annenkov le llamó: “la personificación de un dictador democrático” (1846). Un agente de policía prusiano, de una inteligencia inusual, que informó sobre él en Londres, observó: “El rasgo dominante en su temperamento: es el de una ambición ilimitada de amor del poder…es soberano absoluto en su partido… hace todo por su cuenta, da órdenes bajo su propia responsabilidad y no soporta contradicciones.”

El juicio final que hace Bakunin de Marx es del mismo tenor: “Marx no cree en Dios pero cree mucho en sí mismo y hace que todos le sirvan. Tiene el corazón lleno, no de amor, sino de amargura, y siente muy poca compasión por la raza humana.”

La ira habitual de Marx, sus hábitos dictatoriales y su amargura reflejaban, sin duda, su justificada conciencia de poseer grandes talentos y su intensa frustración ante su incapacidad para ejercerlos de manera más efectiva. Cuando su leal colega el doctor Ludwin Kugelmann sugirió, en 1874, que no encontraría ninguna dificultad para terminar “El Capital” si tan sólo organizaba su vida un poco mejor, Marx rompió con él para siempre y le sometió a ataques implacables.

Próximo domingo: Karl Marx y el marxismo teórico (Parte IX) – Características personales de Marx, el dinero…

Juan José Ostériz

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