La mafia ñángara soltó una cantidad de rehenes que mantenía secuestrados. La dictadura y sus secuaces cínicamente hablan de “indultos” para maquillar las formas ante sus seguidores más primitivos, pero el hecho no tiene asomo alguno de legalidad; y es una liberación unilateral, por más que en mentideros hablen de negociación.
Durante meses un coro de “analistas”, unos ingenuos y otros mercenarios, se dedicaron a cacarear– en inglés, castellano, y más idiomas –el “fracaso ” de unas sanciones que jamás fueron diseñadas para tener efecto instantáneo.
Unos emprendieron la cantaleta con ánimo de señalar errores en toda iniciativa de la actual administración norteamericana; otros para serrucharle el piso al presidente interino; y muchos más avivaron el coro en complicidad directa con el régimen. Todos se disfrazaron de “ humanitarios” cuando la medida humanitaria más rápida, efectiva y duradera que puede existir en Venezuela es erradicar la dictadura.
La pura y simple realidad es que la movida es resultado de unas sanciones existentes – y de las que puedan venir – por parte Estados Unidos y de la mayoría de los gobiernos civilizados de este planeta. Los liberados son prendas entregadas cuando está por agotarse la gasolina y el barranquillero mantiene un pie en el estribo para ir a cantar La Traviata en Opa Locka.
Hay quien teme que la excarcelación está diseñada para legitimar la farsa electoral que el régimen está montando; pero para eso necesitarían una complicidad mucho más creíble de la que hoy obtienen con la fulana mesita celestina. Cualquier recién liberado que corra a postularse en el sainete caería en el más profundo de los ridículos y rechazos.
El régimen ha cedido parcialmente a una de las exigencias fundamentales del mundo civilizado en lo que más bien parece una señal entregada para comenzar a negociar en serio. Pero aún falta muchísimo por recorrer (no soltaron siquiera un solo militar) para lograr los objetivos centrales del movimiento democrático.
La liberación de esos secuestrados puede indicar alguna escisión en las filas de la pandilla delictiva, porque es un gesto jamás ha visto en regímenes como el cubano o norcoreano; pero en una frase notable el embajador norteamericano Story – además de jalar la alfombra a promotores de humo – subrayó que no es momento de salir corriendo a venderse barato.
En la cínica movida del régimen no hay ni un ápice de buena fe y sí mucha desesperación por destrancar el juego. Es precisamente por eso que hay que apretar presión y sanciones frente a la parodia electoral. Ahora es cuando.
Antonio A. Herrera-Vaillant