Al inicio del gobierno de Chávez, en febrero de 1999, es decir, hace ya más de 21 años, el venezolano común poco o nada sabía de ese personaje. Yo, particularmente, nunca había oído hablar de él y al ver su intención de derrocar un gobierno legítimamente elegido y constituido, lo descarté como posible presidente del país. Confieso que me desagradó desde el primer día que lo vi aquel 4 de febrero de 1992. Todavía en mi pensamiento existe la duda de si fue acertado o no, la decisión del presidente Rafael Caldera, un hombre respetuosísimo de la institucionalidad, de probada convicción democrática, un hombre de leyes,de sobreseer su causa. Pero ese es otro problema del cual podemos conversar algún día. Por supuesto no voté por Chávez, nunca se me ocurrió votar por su fórmula, al contrario, a todo el que me preguntaba si votaría por él, le decía que un eventual triunfo de Chávez constituiría una tragedia para el país.
Debo agregar, además, que salvo al ya fallecido Luis Miquilena y a José Vicente Rangel, a los demás personajes centrales que aparecieron con Chávez, tampoco los había oído mencionar nunca.Para mí todos eran nuevos en la política venezolana, y absolutamente desconocidos. Hoy, que todo el país los conoce, nos resultan lamentables personajes que han destruido a Venezuela, Ya no existe la riqueza de Venezuela, se esfumó, no se mantuvieron las grandes obras realizadas durante la democracia y los gobiernos anteriores a 1958, sobre todo de 1948 a 1998. Nunca hubo nada tan trágico como lo que actualmente vivimos y sufrimos. Pérez Jiménez fue un tirano, dictador, violó derechos humanos, enemigo de la pluralidad de ideas y de los partidos políticos, pero fue un hombre que puso empeño en realizar obras importantes y modernizar a Venezuela. Por muy aterradora, asesina y cruel que haya sido la dictadura perezjimenista, nadie discute su obra material, ahí están, todos los días se ven y se pueden usar. Lo mismo la democracia, fueron innumerables las obras físicas, materiales realizadas en esos cuarenta años de una república civil que queríamos perfeccionar y mejorar y siempre se trató de respetar los derechos fundamentales de la persona humana, aunque no siempre se consiguió. Recomiendo en tal sentido, el libro “La Virtud y el Pecado de la Cuarta República”, de Ramón Guillermo Aveledo, en el cual hace un balance detallado de la obra de los cuarenta años de democracia.
En la República Civilsabíamos que los gobiernos, sobretodo los presidentes, tenían un lapso de duración de cinco años, cada día era menos presidente quien ejerciera el cargo, y luego se elegía otro presidente para sustituir al que había terminado su quinquenio. Fueron cuarenta años de alternabilidad republicana que le hizo mucho bien a Venezuela. Cuando Pérez Jiménez era presidente, producto de un fraude electoral descarado, tenía un lapso para ejercer el cargo de acuerdo a la Constitución Nacional de 1953, pero no sabíamos si el dictador aceptaría que su tiempo había terminado y debía convocarse a elecciones libres y democráticas. Eso nunca sucedió. En 1957 convocó a un Plebiscito amañado, que dio como resultado la continuación de Pérez Jiménez en el poder. Pero todo el país se sublevó contra aquello. Hubo mucho sufrimiento y murió gran cantidad de venezolanos, gracias a una gran unidad nacional del pueblo no perezjimenista y esa unidad logró terminar con la dictadura. Fue lo que se conoció como el espíritu del 23 de enero. No tengo dudas que hoy, año 2020, se requiere revivir, aún con mayor razón, aquel espíritu, despertar como entonces la ilusión de una nueva Venezuela, joven, grande y llena de posibilidades y optimista que nos haga trabajar con ahínco por la perfección de la sociedad venezolana. Es hora de deponer ambiciones, vanidades, rencores, envidias y trabajar en unidad por el país libre y democrático soñado por todos. No importa quién sea el presidente, Guaidó, María Corina Machado, Capriles, Ledezma, Leopoldo López u otro, quien sea, siempre y cuando tenga firmes convicciones democráticas y libertarias. La unidad es imperativa de nuevo.
Joel Rodríguez Ramos