13.-Marx: Dogmático
(Robert Payne, Marx, pág.86, Londres,1968)- (Karl Jaspers,“Marx und Freud” XXVI, 1950)
A Marx, no le interesaba investigar personalmente las condiciones de trabajo en la industria ni aprender de trabajadores inteligentes que las habían experimentado. ¿Por qué habría de hacerlo?.
En todo lo esencial, usando la dialéctica hegeliana, había llegado a sus conclusiones sobre el destino de la humanidad a fines de la década de 1840. Lo único que quedaba por hacer era encontrar los datos que respaldaran esas conclusiones, y éstos podían ser espigados de informes periodísticos, Libros Azules oficiales, y documentación reunida por escritores anteriores. Y todo este material estaba en las bibliotecas. ¿Por qué buscar en otros lados?.
El problema, tal como se le presentaba a Marx, era el de encontrar la clase de hechos adecuados: los hechos que encajaban. Su método ha sido bien sintetizado por el filósofo Karl Jaspers:“El estilo de los escritos de Marx:
• no es el de un investigador…
• no cita ejemplos ni presenta hechos que contradigan su propia teoría,
• sino sólo aquellos que indiscutiblemente dan fundamento o confirman lo que él considera la verdad última.
• El enfoque es, en su totalidad, el de una justificación, no de una investigación, pero es la justificación de algo presentado como la verdad dogmática indiscutible. Con la convicción, no ya de un científico sino de un creyente.
En este sentido entonces, los “hechos” no tienen una importancia central en la obra de Marx. Ocupan un lugar secundario, refuerzan conclusiones previas a las que llegó independientemente de ellos.
“El Capital”, el monumento alrededor del cual giró su vida de estudioso, debe verse pues, no como la investigación del proceso económico que se proponía describir , sino como un ejercicio de filosofía moral, un opúsculo comparable a los de Carlyle o Ruskin. Es un sermón enorme y a veces incoherente, una embestida contra el proceso industrial y el principio de la propiedad, llevada a cabo por un hombre que había concebido un odio fuerte pero esencialmente irracional, contra ambos.
14.- Marx sin argumento central
(Geoffrey Pilling, Marx’s Capital,pág. 126, Londres, 1980)- ( Louis Althusser, For Marx Págs., 79-80 (Trad. Londres, 1969)-)- ( Engels on Capital, págs., 68-71,Londres, 1938)
Curiosamente, Marx no tiene un argumento central en sus escritos que funcione como principio organizador. Originariamente, en 1857, lo concibió como una obra en seis volúmenes:
• El capital,
• la tierra,
• el salario y el trabajo,
• el Estado,
• el comercio, y
• un tomo final sobre el mercado mundial y la crisis.
Pero la autodisciplina metódica necesaria para llevar adelante semejante plan resultó superior a sus fuerzas. El único volumen que realmente terminó (y que, para mayor confusión, son en realidad dos tomos) no tiene, en verdad, ningún esquema lógico. Es una serie de trabajos independientes ordenados arbitrariamente.
El filósofo marxista francés, Louis Althusser, encontró su estructura tan confusa que consideró “imperativo” que los lectores saltaran la Parte I y comenzaran por la Parte II, capítulo cuarto, aunque otros exegetas marxistas han repudiado con vehemencia esta interpretación. De hecho el enfoque de Althusser no sirve de mucho.
La sinopsis del mismo Engels del tomo primero de “El Capital”, sólo sirve para subrayar la debilidad o más bien la ausencia de estructura.
Del tomo primero, que fue obra de Marx, sólo importan realmente dos capítulos, el octavo: “La jornada de trabajo”, y el vigésimo cuarto, cerca del final del segundo volumen: “La acumulación primitiva”, que incluye la famosa Sección 7: “La tendencia histórica de la acumulación capitalista.” No se trata en forma alguna de un análisis científico, sino de una simple profecía. Marx decía que habrá:
1.- “Una disminución progresiva del numero de magnates capitalistas”.
2.- “Un incremento correlativo en el volumen de la pobreza, opresión, esclavitud, degeneración y explotación”.
3.- “Una intensificación constante de la ira de la clase trabajadora”.
Estas tres fuerzas, trabajando unidas, producen la tesis hegeliana, o la versión político- económica de la catástrofe poética que Marx había imaginado cuando era un adolescente: “La concentración de los medios de producción y la socialización del trabajo alcanzan un punto en que resultan incompatibles con su cobertura capitalista. Entonces explota. Las campanas tocan a muerto por la propiedad privada capitalista. Los expropiadores, son expropiados.” (El Capital págs. 845-46). ¿Poético?: Si. ¿Científico?: No.
Esto suena muy emocionante, y ha encantado a generaciones de socialistas fanáticos. Pero como proyección científica, no tiene más fundamento que el almanaque de un astrólogo.
La idea central de “El Capital”, donde señala que: “el trabajo es la fuerza exclusiva del valor de las mercancías (aunque se cuida de emplear tal palabra) no toma en cuenta la realidad, es decir: “que el empresario capitalista, el que dirige el proceso productivo, el que pare las ideas, aporta capital, la creatividad, el liderazgo, la organización y todo lo demás, “ese” no le agrega un ápice de valor a las mercancías”. ¿Es esto creible?
Próximo domingo: Karl Marx y el marxismo teórico (Parte VII) – El Capítulo Octavo: “La jornada de trabajo”…
Juan José Ostériz