A dos años de haber sido dictado el denominado “programa de recuperación económica, de crecimiento y prosperidad”, que debía cumplirse precisamente en veinticuatro meses, fracasó porque se basó
en una «ficción», manifestó Héctor Mantilla, profesor universitario e investigador en su especialidad.
Mantilla dijo que desde el mismo momento del anuncio hecho por Nicolás Maduro, «ese plan estaba condenado a no dar resultados porque no
inspiraba confianza ni en Venezuela, ni fuera del país».
Al respecto, enumeró, brevemente, los aspectos más sobresalientes del
planteamiento del régimen:
- Estableció como moneda fluctuante para fijar el valor del trabajo y precios de bienes de consumo, al petro, que es una ficción. No ha funcionado porque nadie quiere recibirlo. Y ya hemos visto que
todo tipo de operaciones se realiza mediante la utilización del dólar. Incluso, el Banco Central de Venezuela compite con el llamado mercado paralelo y, oficialmente, los propios servicios públicos se cotizan en esa divisa. El ejemplo más claro, que vemos todos los días, es el de la gasolina.
- Prometió que el salario mínimo sería de medio petro, que en ese entonces era 1.800 bolívares porque al petro le había fijado el valor de 3.600 bolívares, equivalente a 60 dólares, precio del barril del petróleo venezolano. Si hoy le fija el BCV el precio por encima de 17 millones,
entonces, el salario mínimo debiera ser de 8 millones y medio de bolívares, aproximadamente. Y no de 400 mil. - Dentro del programa estaba contemplado la recuperación del poder
adquisitivo, que no fue más que una promesa falsa. La población en general consume harina, pasta y granos, siendo la que peor se alimenta en el continente y la que tiene los más altos niveles de desnutrición. Ni siquiera tiene el subsidio que han acordado los países del mundo para aliviar la situación económica de las familias, cuya cabeza de casa ha dejado de trabajar por la cuarentena.
- Otro de los ofrecimientos fue reducir a cero el déficit fiscal, a través de la
disciplina fiscal y la eliminación de la emisión de dinero inorgánico. Ha sido todo lo contrario. - El crecimiento económico no puede lograrse cuando el aparato productivo se encuentra en precarias condiciones y acorralado por los controles oficiales, la producción petrolera se desplomó por completo y ya no ha siquiera gasolina para movilizar los vehículos oficiales, las reservas han caído y la hiperinflación continúa su carrera ascendente indeterminada.
- El Estado carece de la posibilidad de recuperación económica, no sólo porque internamente tiene una crisis económica prolongada, sino que externamente no puede recibir financiamiento porque no tiene capacidad de pago.
- Lo fundamental, básico y necesario en un programa económico tiene una palabra claves: confianza. Esa confianza no puede ofrecerla el Estado con un programa ficticio, que no garantiza nada.
Si no hay confianza, no hay inversión; sino no hay inversión, no hay
recuperación económica. Y por tanto, el plan lanzado para ser realizado en dos años, inevitablemente, fracasó. No se necesita ser economista para entender estas cosas.